lunes, 29 de octubre de 2012

De vuelta

—M’he quedao en loz güezoz, Mendugo.
—¡Venga ya! Además, tú no tienes huesos.
—Bueno, poz ze m’ha medmao el delleno. Mida la foto que m’hise ayed.
—Sí, te ha mermado el relleno como a los pasteles. Pero esa foto está retocada.
—Y máz abudido que uno del Quinse Eme viendo Telesinco.
—Si ya te lo digo yo: el mejor juguete, un amiguete. Yo, este fin de semana, he jugado mucho.
—Poz yo nada.
—Es que te habías quedado en casa como guardián del castillo.
—Pod no le debez intedezad a nadie, podque ni una llamada, oye. Y no ha venido ni dioz.
—Ése estaba en otro lado, no podía venir.
—Poz yo penzaba qu’eda ubicuo.
—Y yo te aseguro que estaba en Dos Hermanas, y muy ocupado.
—¿Tan bien t’han tatao?
—Mejor.
—Podque no te conosían.
—Sería por eso.
—Bueno, cuéntame algo, ¿no?
—Te pondría los dientes largos y después protestarías.
—Voy a poteztad igual.
—Sí, tienes razón. Verás, hacía mucho tiempo que no comía, bebía y socializaba tanto y tan bien. Pero, aun siendo este aspecto impresionante, lo mejor de todo ha sido el calor humano. Sentirte parte de un grupo de personas normales, en el que la política y la economía, las envidias y el qué dirán han brillado por su ausencia.
—Cuando alguien te da todo ez muy difísil devolvedlo. 
Lo único que puedes hacer es no intentarlo. Hay quien tiene esa cualidad, esa ingenuidad. Y he aprendido algo de mí.
—Tú, como ziempre, tan egosentizta. ¿El qué?
—Que servir a quien quieres servir es un honor.
—Ezo ya me lo habíaz disho.
—Entonces, me reafirmo.
—Yo también he apendido algo en eze zentido.
—A ver, ¿qué has aprendido?
—Que no tienez ningún intedéz en zedvid a Ede Se A.
—Es que tú tienes voluntad de que te sirvan. Pareces haber nacido para ocupar un trono.
—Poz el único que ocupo ez en loz teditodioz de don Doca. Y ziempe me metéiz piza y desiz que güele mal.
—Siempre hay un pero, ¿no lo sabias?
—No.
—Un  pero ajeno.
—¿Cómo miz deposhez?
—Justo como tus reproches. Tú has dicho que a quien te da todo, no se le puede devolver nada.
—Máz o menoz.
—Pues eso, que vuestra exigencia es tal que raya con la petulancia.
—¿Qué quiedez desid con eze “vuezta”?
—Me refiero a los hijos. Es ley de vida, pero ya es hora de que los padres reivindiquen a tiempo sus derechos. Está claro que tú eres quien se casa, que tú eres el protagonista, como nosotros lo fuimos en su momento, pero estás ahí por mí, porque yo me lo he currado. Y, a veces, los padres son dos, y, por desgracia, a veces sólo hay uno. Y al obicuo le puedes pedir todo, pero a un progenitor, con la edad que tenéis, hay que apoyarle, no sacarle defectos y pretender que sea el padre o la madre perfecto. Que yo sepa sólo hay una madre perfecta y no tuvo ningún hijo. Y no me repliques que hoy quiero acabar este post con mis palabras.
—Vale. ¡Hodé cómo viene ezte de Zevilla!
—Que te calles.
—Me callo.








Imagen bajada de  www. scalacoeliop.blogspot.com

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