—No, estaba distraido.
—Poz han disho que algo baha pod fin —me informó contento el rano.
—Menos mal. ¿Qué era, la gasolina? —quise saber y compartir su
alegría.
—No, laz penzionez.
—¿Pero tú estás tonto?
—¿No me digaz qu’edez penzionizta?
—No, todavía no.
—Tienez toda la pinta, Mendugo.
—Pues no. Y al paso que vamos me va a dar igual. De todas maneras
había oido que iban a subir, poco, pero que iban a subir.
—A lo mehod tienez dasón, podque yo veo a la Medkel un poco
mayod. Y ya ze zabe, nadie tida piedaz a zu tehado.
—¿Y qué tiene que ver la señora Merkel con nuestros jubilados?
—Pedo qué inocente edez. ¿Cuála eda la antediod moneda alemana?
—El franco.
—¿Qué, te va zonando?
—Pues no.
—A ved. ¡Ay, qué pasiensia hay que tened! ¿Cómo ze llamaba el hefe
del eztado cuando tú naciste?
—Me suena que era Adenauer.
—Digo aquí, en Ezpaña. No en Alemania.
—Pues Franco.
—Poz ahí lo tienez. Ahí tienez la delasión.
—Mira, guapo. Tus elucubraciones son peores que los chistes que
corren por ahí de Franco.
—Cuéntame uno, anda. Loz shiztez me guztan musho.
—Son todos muy malos.
—Ez igual.
—Vale. Están dos personas charlando, y en un momento determinado uno
propone al otro: ¿Quieres que sea Franco? El otro le contesta que sí, y el
primero le suelta: Pues entonces, queda inaugurado este pantano.
—Zí, poz zí qu’ez malo.
—Tan malo como tú. Pero volviendo al tema: Franco y Angela Merkel
no tienen nada que ver.
—Tienez dasón, en padte. Fanco dezde luego no va a ved máz, pedo a
la Medkel le queda musho. Lo vedá ella y lo vedemoz nozotoz.
—Sí, con los ojos en las manos.
—Y con teladañaz en loz bolzilloz. Y el que potezte, ademáz con
algún que oto caddenal.
—Ya sé que suena demagogo, ¿pero qué entenderá una quimico-física
de economía?
—Lo mizmo que un henedalízimo.
—Y dale con lo mismo.
—O zea, ¿qué tú puedez quéhadte y dehadnoz con loz ohoz en laz
manoz y Ede Se A no puede ezpezad zuz ideaz?
—Como las espeses más lo tenemos clarinete.
—Y como tú entiendaz laz cozaz pod el culo...
Imagan
bajada de www. vozclamadesierto.blogspot.com
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