—Mendugo, ¿tienez un cazco?
—Tengo uno de Casera, de los antiguos, con cierre hermético.
—No, hombe, no. Uno de moto.
—¿Las motos necesitan casco?
—¡Bueeeeeno, eztamoz gasiozilloz! Un cazco pada ponedme yo cuando me
zuba a la moto.
—Para montar en moto, antes que el casco, hay que tener la moto.
—Ezo a ti no te tiene que peocupad.
—Ni el casco tampoco.
—Bueno, vale. ¿Tienez o no?
—No. En esta casa, gracias a dios, a nadie le ha dado por montar
en moto.
—Pod vaya faena.
—¿Para qué lo querías?
—Pada veztidme de domano, no te digo.
—Quería decir...
—Ya zé lo quedíaz desid. M’h’empleao en un deztaudante que zidve
pissaz a domisilio y m’ezihen cazco.
—Te puedo envolver la cabeza con papel de aluminio para que vayas
más seguro.
—Y yo te puedo hased un codte de mangaz pada que vayaz máz
fezquito.
—Pídeselo a los Reyes Magos.
—Pada ezaz feshaz ya eztadán hadtoz de mí.
—De todas formas necesitarás un carné, ¿no?
—M’h’encontao uno en la calle.
—¿A tu nombre?
—No, pedo el patón no zabe que Ede Se A ze llama Ede Se A.
—Al menos sabrás llevar una moto.
—No, pedo tienen mushaz apadcadaz en la puedta de la pizzería, azí
que zi eztopeo alguna hay máz.
—Te vas a meter en un lío.
—Tú, en ves de animadme, no hasez máz que ponedme tabaz.
—Y tú crees que querer es poder.
—Ezo han disho ziempe.
—Pero no en el sentido en el que tú lo entiendes. ¿Tú has pensado
que las pizzas son más grandes que tú?
—Ezo lo tiene que penzad quien me contata. Ademáz, m’han contato
pod teléfono.
—Entonces les has mentido.
—No me han peguntado cuanto mido, ni zi zoy un dano.
—Y tú no se lo has dicho, claro.
—Pada qué. ¿Tú hubiedaz disho que edaz un hombe goddo, blanco y
con canaz...? Poz entonsez.
—Y cuando te vean, ¿qué?
—Poz zi me dezpiden, me tendán qu’indemnisad.
—O darte una patada en el culo.
—¿Y zi te vienez conmigo?
—Estás tú listo. Llámales por teléfono, anda.
—¿Me dehaz llamad?
—Claro.
—¿Tienez tú el númedo?
—¿No te lo dieron?
—No. Me llamadon elloz.
—Creo que hay un folleto en el corcho de la cocina.
—Zí, aquí eztá. ¿Llamo entonsez?
—Que sí, pesado.
—Luego no me digas qu’he zido yo.
—Llama ya, anda.
—Ta bien. A ved... Oíga, ¿Telepissa? Zí, tome nota, quedemoz doz
familiadez carbonada.
—¿Pero qué haces?
—Tú haz inziztido en que llamada. ¿Y pada qué ze llama a
Telepissa?
Imagan
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