—¿Qué quiedez? —me contestó el rano desde el zulo.
—¡Que bajes la basura! —volví a gritar. Esta vez no contestó, pero
apareció por la puerta de la cocina con los brazos en jarras y cariacontecido.
—¿Pedo qué t’haz queido tú, que zoy el shico de loz decaoz? —me
preguntó no sin cierta chulería.
—Ni eres un chico ni le vas a dar ningún recado a nadie. Sólo vas
a ayudar.
—¿Y qué mozca t’ha pìcao pada impodtunadme cada sinco minutoz?
Cuando no ez el pan ez la bazuda. No tienez tédmino medio, o comez o cagaz.
No hice caso de su soez comentario.
—Te exlico: En esta casa cada uno debe aguantar unas velas. Tú ya
no eres un huésped, eres uno más; y no te puedes estar tocando las narices
mientras otros sacan adelante la casa.
—Yo no zoy ni andaluz ni eztemeño.
—¿Pero qué dices? ¿A qué viene eso ahora?
—Yo zé lo que me digo. Como tú tienez zangue catalana, clado...
—Mira, no me lies como siempre. En esto las Autonomías no pintan
nada.
—Ezo quiziedaiz loz sentaliztaz. Zi pod mí fueda, sedaba la puedta
del sulo y m’independisaba.
—Te recuerdo que la habitación que llamamos zulo es tan mía como
tuya. Y que se tiene que limpiar como las demás, y pertenece a una unidad
indivisible: esta propiedad. Y aprovecho para recordarte que la hemos pagado mi
shica y yo.
—Bueno, vale, pedo aséptame pod lo menoz que me ziento
dizquiminado labodalmente. Eztá clado que el que llega de fueda hase loz
tabahoz que loz nativoz no quieden hased.
—Tampoco es eso.
—¡Ho que no!
—A ver: ¿tú sabes o quieres cocinar?
—No.
—¿Tú sabes o quieres poner la lavadora y tender?
—No. Y a tended no llego.
—¿Tú puedes o quieres ir a la compra y saber lo que hace falta?
—Poz no.
—¿Tú sabes o quieres administrar y pelearte con los bancos?
—Que no.
—Pues tendrás que hacer lo que sabes y puedes, ¿no? Vamos, digo
yo.
—No.
—¿Cómo?
—Que Ede Se A quiede hased lo que quieda, no lo que pueda ni deba.
—Eso quisiéramos todos, no te digo.
—Poz yaztá. Eztmoz d’acueddo pod fin. Hala, hazta luego cocodilo.
—¡Eh, quieto parado! ¿Dónde vas?
—Al sulo. No hemoz quedao en que...
—No, no hemos quedado en nada salvo en que bajes la basura.
—¿Entonsez pada qué zidve padlamentad?
—Para entendernos y remar juntos.
—Zí, lo que noz faltaba ahoda, demad. Yo ya tuve baztante en la
pateda.
—Tú llegaste a España en avión., no te enrolles.
—Ez un desid.
—Pues mientras sigues con tus trolas, baja la basura, aunque
estuvieras estudiando —le dije irónicamente.
—Pedo podé potestad.
—Claro. Estás en tu derecho.
—¡Ho! Ziempe me toca a mí bailad con la máz fea. Clado como me vez
como un animal, hala, a tabahad como tal. El día que Ede Se A ze hadte, ya
vedás.
Imagan
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