Hoy el duende del idioma está muy triste y apenado. Recuerda un hecho que aconteció hace mucho tiempo, en la Edad Media, época oscura y macabra en la que algunos estados parecen haberse quedado a morir más que a vivir, en cuanto a las leyes y en particular a la pena de muerte. Y ocurrió que, en un pueblo de La Mancha de nuestro don Quijote, prendieron a… Pero mejor será que el duende os lo relate. Escuchad:
«Ocurrió todo mientras yo moraba en Arabaca, lugar cabe Madrid, y súpelo por amigo de Alcalde que lo era mío y teníamos relación de oficio en la Corte. Allí, en lugar de Arabaca prendió la justicia uno que dezían andaban buscando por asuntos de sangre en Madrid. El Alcalde, a pesar de que los porquerones que le tenían en hierros afirmaban que aquel bellaco era el buscado y querían antuviar su ajusticiamiento. Y a la fin de confirmallo, el buen Alcalde mandó billete a su autoridad de Madrid, origen del edito, que le aclararan el negocio de justicia. Para mexor me explicar y no ser prolijo, el billete del Alcalde remataba así: "Queda en vuestras manos ajusticiarle o no", seguida por la data y la firma dél mismo como autoridad. Tardó quatro días en llegar contestación, mas, a fe mía que fue corta, pues, ultra de sellos y sin firma, parecían escritas sólo dos palabras: "No esperad". Y así entendiólo el Alcalde, que abaxó la cabeza obediente sin ser convencido, y con la contestación del juez en la mano, dio licencia para que se executara al reo. "Mándalo así el juez, hemos de cumplíllo. Jugáronse los de la quadrilla a la carta más alta quién había de ser verdugo, y dio muerte el perdedor al preso que la tomó con los grillos puestos y bozeando su inocencia, que nadie creyóle. "Como todos" dixeron los alguaciles, como todos se llaman yglesia. A cabo de tres jornadas de la ejecución, y ya olvidada por todos menos por Alcalde, allegóse a Arabaca un piquete en nombre del juez que traía un testigo para reconocer al ya enterrado. Entre ellos venía el Escribano, aquél que había escrito y sellado contestación, que encendió en cólera al ser enterado de que el por reconocer era ya irreconocible en diciendo: "Voto al cielo que os ordenaron esperar, Alcalde desobediente. Pagaréis por ello". No mui tranquilo, pero sabiendo qué traía entre manos, el Alcalde, sin conocer que iba a mostrar a el autor su propia obra, yerro por omisión en este caso, ofreció el papel recebido, y dixo al secretario: "No téngome por tal, que cumplí la orden del tribunal, como aquí consta. Leed vos mesmo". El soberbio Secretario contestó: "No he menester leello, que yo mesmo escrebí contestación que el juez dictóme, que no había de ajusticiarse reo alguno, sino esperad. Bien claro dexólo su Señoría: No, esperad". A estas palabras altivas, y sin abaxar cerviz, el Alcalde hízose con el billete y enseñándolo dixo su defensa: "De lo que vuesa merced dize, a lo que está ordenado mudóse la vida en muerte. Escrito vino, quedó y hízose. Como podéis ver otra cosa consta siendo lo mesmo que lo que afirmáis: No esperad. Orden tajante que no espera entre el no y el esperad". No, no acabó el hecho en esta discusión, que aclarada fue al ver el secretario que la omisión de la comma, y sin otro conocimiento que las dos palabras escritas, ordenaban la execución inmediata. No sólo se comió el secretario la mosca, pero también su orgullo. Así, sin más quehazer partióse la comitiva de justicia hazia la Corte. Pasada noche en Madrid y mui de mañana, el secretario del juez acudió a éste y siendo demandado por él sobre el reo de Arabaca, el fementido secretario hizo capaz al juez de la verdad inventada, que habíanle executado, pues el testigo no hubo duda que aquél era quien buscaban. Y aquí fenece esta historia, caballeros, que tan triste me trae desde entonces».
Ya no es por nosotros, por hacernos entender que deberíamos puntuar correctamente nuestros escritos, sino también porque a algunos les puede ir la vida en ello.
Ya no es por nosotros, por hacernos entender que deberíamos puntuar correctamente nuestros escritos, sino también porque a algunos les puede ir la vida en ello.
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