lunes, 13 de octubre de 2008

La bolsa

—Estoy por llamarte Giuseppillo, por tu padre.
—Y yo a ti Gordillo el Suddo, pod el furbolizta eze —me contestó Erre C.A. de no muy buenas maneras.
—¿No te gusta recordar a tu padre? —me extrañé.
—Ya lo hago zin que me inzultez. Ademáz, Iuze-pillo me zuena a yanqui golfedaz.—Dejémoslo, y cuéntame qué coño haces tirando de esa cuerda.
—Subiendo la bolsa, he leído que eztá pod el padqué.
—Pero las noticias no se refieren a ese tipo de bolsa, sino a la Bolsa con mayúscula.
—¿Y éza cuála ez?.
—Donde se compran los títulos y se valoran según la oferta y la demanda.
—¡Ho, qué adiztócata! Y nozotoz que no zomoz condez ni madquezez, no podemoz puhad en eza bolza?
—Cuando digo títulos no me refiero a los nobiliarios, sino a los títulos de propiedad, en este caso de participaciones en una empresa.
—O zea, ¿que yo puedo sé el popietadio de la Coca-Cola?
—No lo sé. Nunca me ha interesado si tal o cual compañía cotiza en bolsa.
—El cazo ez que ahoda lo tenen hodío.
—No te preocupes, porque hasta los “neocon” han admitido la intervención de los estados.
—¿Unidoz?
—Unidos no como nombre propio, sino como adjetivo. Los gobernantes están haciendo piña para que el tinglado no se desmonte.
—¿Y qué tene que vé que el Tinglado eze ezté a caballo o dezmontado?
—Déjalo, anda. Tú tira de la cuerda, para algo servirá.
—Ya, pedo no veaz lo que peza.

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