Tienes derecho a Internet (ORANGE), pero también tienes que tener 34,95 € al mes.
Nuevas JUANOLAS, ... como las de antes. ¿En qué quedamos?
Las razones de un escultor del aire (BMW). Como si son de un pintor del agua.
Un gran banco que hace Fresh Banking (ING), en los del Retiro y en invierno hace más fresco.
No es lo que tengo, es lo que soy (VICEROY), por eso sale quien sale en el anuncio.
Mahou sabe a Liga (MAHOU). ¿A trapo, a goma?
Pu pum (VODAFONE). Pues pu pum.
¿Cómo se plancha el lino? ¿Cómo se plancha la lana? ... (?). Vaya familia de desmemoriados.
jueves, 27 de diciembre de 2007
martes, 25 de diciembre de 2007
Una historia sobre Navidad
La Navidad, después de cincuenta y dos vividas y cuarenta y cinco recordadas, la adivino famélica, deteriorada. Ya, ni me molesta que llegue. Fue, hace ya tiempo, la primera vez que comí pollo, fue cuando me estrené con el anís y la sidra (achampañada decíamos). Antes, los juguetes (cuatro o cinco en toda una infancia) me quitaron el sueño; más tarde fue el poder estar una noche sin dormir y fuera de casa, no haciendo nada. Y después la novia y el ferviente deseo de estar juntos, al menos una noche, aunque fuera vieja. Antes en Nochebuena no se salía, era una fiesta familiar (sigue siéndolo), exclusivamente familiar, y, además, la tele (para quien la podía ver) era una novedad. Otra que ha perdido comba. Casado nunca celebré estas fiestas. Eso sí, mientras mis hijos fueron pequeños pusimos en casa el belén, escenificación que terminaba por llenarse de muñecos de Reyes anteriores. Creo que lo peor en estos casos es no sentir nada, la indiferencia. Oír que un obispo o cardenal va a cenar capón de pata negra ya no duele, ya no mueve a la crítica. ¿No tiene, como cualquier ser humano, derecho a beneficiarse de lo que le rodea? ¿No tiene, como cualquier católico, derecho a celebrar el nacimiento de su Dios? Me ha costado entenderlo, pero hoy lo comprendo. De la misma forma que me entiendo yo, aprovechando de la vida aquello que me ofrece. Si los deseos de Paz y de igualdad se multiplican en estas fechas, también es verdad que cada vez vuelan más altos, más cerca de la estratosfera que de la litosfera; incluso a estos sueños, y a otros de características similares, les tacharía de anoréxicos. ¿Qué ocurriría si un año nos saltáramos estas fiestas? ¿Lo aguantaría Santa Economía? ¿Echaría alguien de menos a Jesusito de mi vida? Ya, en aquellas Navidades, en las primeras que recuerdo, no tenía de nada, pero me sobraba de todo. La Navidad ya no es una causa, es una excusa, es un motivo y una disculpa para olvidar el año pasado, entre cenas con compañeros de trabajo, entre amistades y familiares. Este es el mundo en el que vivo, pero no todos viven en él. Es este el mundo que me gustaría cambiar y por el que no hago nada, excepto reconocerlo. Incluso he reducido el concepto de mundo para separar el otro, el que no tiene (quizá) arreglo, en el que otras personas luchan a diario sin esperar a los faustos ecuménicos. Hoy, la Navidad la viven otros, a su forma (libres son de hacerlo); se lo merecen también, porque también luchan a diario contra el fracaso escolar, el fracaso laboral, el fracaso personal y el fracaso de una sociedad globalizadora que no engloba a todos. Yo, por mi parte, sigo con la secuencia de días normal, con el fracaso del inoperante, del bocazas, del que se queja y no actúa, del que compone canciones sobre la igualdad para diferenciarse económicamente de los demás. También tengo ese derecho. Todos tenemos derechos.
lunes, 24 de diciembre de 2007
Dicen que lo que no interesa se olvida
Estoy preocupado.
Nada importante, pero… Veréis.
Ayer quise hacer un experimento: ¿Qué se siente después de estar 6 horas delante del televisor sin levantarte ni dejar de mirar y escuchar?
Tras el maratón televisivo acabé llorando. Junto a la sal de mis lágrimas, mis ojos vertieron 152 anuncios de perfumes. Quizá por ello los tenía tan irritados. Lo que me preocupa es que no me acuerdo de nada de lo que vi. Solo recuerdo vagamente la sensación de estar en otro país, pero solo durante los anuncios.
Nada importante, pero… Veréis.
Ayer quise hacer un experimento: ¿Qué se siente después de estar 6 horas delante del televisor sin levantarte ni dejar de mirar y escuchar?
Tras el maratón televisivo acabé llorando. Junto a la sal de mis lágrimas, mis ojos vertieron 152 anuncios de perfumes. Quizá por ello los tenía tan irritados. Lo que me preocupa es que no me acuerdo de nada de lo que vi. Solo recuerdo vagamente la sensación de estar en otro país, pero solo durante los anuncios.
domingo, 23 de diciembre de 2007
viernes, 21 de diciembre de 2007
Sobre los sueños
Que todo el mundo tiene sueños es algo sabido.
Que unos son confesables y otros no, también.
Que aquellos que ocultamos nos acercan a la miseria es una idea particular.
Que todos los animales sueñan, lo dicen los científicos.
Que los mejores son los que no se cumplen, es una opinión manipuladora.
Que los sueños son libres es una realidad.
Que sueño y realidad van unidos de la mano, también.
Que los sueños se conviertan en pesadillas es una posibilidad.
Que la locura es una manera perenne de luchar, es una definición romántica.
¿Pero no vivimos todos un sueño?
Que unos son confesables y otros no, también.
Que aquellos que ocultamos nos acercan a la miseria es una idea particular.
Que todos los animales sueñan, lo dicen los científicos.
Que los mejores son los que no se cumplen, es una opinión manipuladora.
Que los sueños son libres es una realidad.
Que sueño y realidad van unidos de la mano, también.
Que los sueños se conviertan en pesadillas es una posibilidad.
Que la locura es una manera perenne de luchar, es una definición romántica.
¿Pero no vivimos todos un sueño?
jueves, 20 de diciembre de 2007
El conejo de Solbes
Si Pedro Solbes fuera una cantante famoso, como Miguel Bosé, marcaría tendencia. Pero este estudioso alicantino no pasa de ministro. Así, su consejo, afortunado o no, sobre que los españoles le demos al conejo estas Navidades, no ha surtido el efecto por él deseado, sino otro: los humoristas se han cebado con el conejo de Solbes, sin tener en cuenta, eso sí, el de la Loles. Para una vez que un gobernante se preocupa de nosotros, le pagamos así.
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Jiménez Losiento
Hoy he pasado por la librería (tienda donde venden libros). En la estantería donde los libros más vendidos se ordenan y publicitan, he descubierto uno de Jiménez Losiento. No es que sea noticia (para mí) que este pollo escriba, todos tenemos derecho, aunque no cualidades morales. La noticia me ha llegado al ver que hay gente que lo compra. Hay terroristas de la vida, terroristas de la muerte, terroristas de estado, etc., y también los hay de la palabra. Estos últimos necesitan de individuos que les oigan (lean). No pensaba yo que hubiera tanto demócrata sordo o tanta persona democráticamente teniente. Comprar un libro debería ser un acto de libertad y no de afirmación de intolerancias e insultos. Y no hablo del libro, que autores más dignos tengo yo apartados y olvidados, sino del personaje, del autor. Leer a este tío, intuyo y prejuzgo, debe ser como leer al autor de Mein Kampf (Mi Lucha).
martes, 18 de diciembre de 2007
A los hechos me remito
El sábado pasado, día 15, leí en el periódico este titular: "EL CONGRESO INTENTA CONTROLAR LOS INTERROGATORIOS DE LA CIA". Sin comentarios.
Nota:- Ha de notarse que EEUU presume de país más demócrata del planeta.
Nota:- Ha de notarse que EEUU presume de país más demócrata del planeta.
lunes, 17 de diciembre de 2007
Y ahora
Y ahora, que ando cerrando los grifos por donde la rutina anegaba mis voluntades, se me hace más costoso el vivir. Pero bendito precio sea éste, el de pagar con decisiones y dudas el andar más suelto de corazón, más torpemente ágil y una libra más libre. Y recuerdo con amargura la luna rota en el cielo de mis sueños, la angustia de un puñado de euros debidos, la hora ya pasada sin que yo estuviera donde debía, el cúmulo de besos no dados en el cielo de tu boca, la esperanza perdida entre los años invertidos en ir sin saber que venía. Y ahora siempre es momento, siempre estoy, siempre es siempre y nunca cuando yo quiero.
domingo, 16 de diciembre de 2007
viernes, 14 de diciembre de 2007
La alimaña
Nada, no le dejaba ni a sol ni a sombra.
Daba igual la hora que fuera.
Donde él iba, ella detrás.
Tenía el cuerpo repleto de sus cornadas.
Sólo se alejaba un poco cuando llegaban los del camión con la luna roja, como si les temiera.
También recordaba Mubunwa que, cuando los soldados con cascos azules habían hecho su aparición un amanecer en el poblado, ella desapareció hasta la mañana siguiente.
Cuando era niño, cuando el río servía para todo, nunca apareció. Ahora, que todo era un sequedal, su perseguidora campaba a sus anchas por la aldea. Debía alimentarse de la nada, como él, como todos sus vecinos; pero a ella la alimentaba, cada día era más fuerte y ellos más débiles.
Ver morir a los niños entre sus garras era desolador, pero el propio miedo, el instinto de conservación, las raíces a las que se agarraba le mantenían en pie. Pero Mubunwa sabía que tarde o temprano le atraparía, le dejaría exhausto, sin fuerzas para seguir viviendo. Era cuestión de días, como mucho de semanas. Su ataque se había producido ya, lento, pero imparable. Por más que habían danzado, cantado, orado u ofrecido a los dioses, éstos se negaban a regar la tierra desde hacía ya muchas lunas. El brujo mantenía la tradición, pero ya cantaba solo ante los restos de una fogata consumida, solo recordada por la mancha negra en el suelo, a los pies de un hombre que hacía por hacer los ritos de sus antepasados. Una noche, su última noche, el brujo llamó a Mubunwa. “Ven” le dijo. Y Mubunwa le contestó con la mirada; “¿Para qué?”. “Para morir juntos”. “Entonces sí”. El hambre se acercó y los terminó de envolver.
Daba igual la hora que fuera.
Donde él iba, ella detrás.
Tenía el cuerpo repleto de sus cornadas.
Sólo se alejaba un poco cuando llegaban los del camión con la luna roja, como si les temiera.
También recordaba Mubunwa que, cuando los soldados con cascos azules habían hecho su aparición un amanecer en el poblado, ella desapareció hasta la mañana siguiente.
Cuando era niño, cuando el río servía para todo, nunca apareció. Ahora, que todo era un sequedal, su perseguidora campaba a sus anchas por la aldea. Debía alimentarse de la nada, como él, como todos sus vecinos; pero a ella la alimentaba, cada día era más fuerte y ellos más débiles.
Ver morir a los niños entre sus garras era desolador, pero el propio miedo, el instinto de conservación, las raíces a las que se agarraba le mantenían en pie. Pero Mubunwa sabía que tarde o temprano le atraparía, le dejaría exhausto, sin fuerzas para seguir viviendo. Era cuestión de días, como mucho de semanas. Su ataque se había producido ya, lento, pero imparable. Por más que habían danzado, cantado, orado u ofrecido a los dioses, éstos se negaban a regar la tierra desde hacía ya muchas lunas. El brujo mantenía la tradición, pero ya cantaba solo ante los restos de una fogata consumida, solo recordada por la mancha negra en el suelo, a los pies de un hombre que hacía por hacer los ritos de sus antepasados. Una noche, su última noche, el brujo llamó a Mubunwa. “Ven” le dijo. Y Mubunwa le contestó con la mirada; “¿Para qué?”. “Para morir juntos”. “Entonces sí”. El hambre se acercó y los terminó de envolver.
jueves, 13 de diciembre de 2007
Allí donde las raices no sirven (cuento breve)
Toda su vida con él.
Él, por el contrario, ya había conocido y disfrutado de otras.
No había pasado un solo día sin que le acompañara a comer. Difícil, tal y como se desarrolla la cotidianidad hoy en día, pero verdad.
Sentía gratamente haber echado raíces con él y en él.
En esos momentos ‘espirituales’ en los que ella disfrutaba del recorrido de la punta de su lengua por su cuello, se sentía una reina por un instante, con corona y todo. Eran las ocasiones en que su intimidad era más íntima.
Esas húmedas caricias, sumadas a las que él la dedicaba, con un cepillar cariñoso y ‘sabrosón’, constituyeron, casi a diario, los momentos más placenteros de su existencia. Notar el cepillo, junto a la espuma, y revivir, era todo uno. La ducha posterior también favorecía esas buenas sensaciones.
Durante su rutinario trabajo también había disfrutado lo suyo, a pesar de ser poco creativo. Notar como su granito de arena servía para perfeccionar aquellas bolas, la había llenado de orgullo. Pero, hete aquí, que ese mismo laborar, tan fortalecedor en otros tiempos, había llegado a ser, también, el principio de su cercano fin.
Con los años llegó a tomar ese color característico de chinos y japoneses que, partiendo del blanco, se traduce en amarillento, por lo que los occidentales confunden fisonomías y semblantes. Bien es verdad que, en su caso, no solo se liaban los de occidente, también los orientales caían en el error de tratar a unos por otros y viceversa. La degradación tonal fue paulatina. Sin prisa, mas también sin pausa.
El tabaco, los dulces, la errónea alimentación, esas comidas fuera de casa, ese hurgar de él, tan insistente como molesto, etc., habían hecho mella en su cuerpo. Y llegó lo irremediable: su intervención. Hubieron de vaciarla, con lo que eso conlleva para una hembra. Pero ella siguió allí, como una luz al final del túnel. El de la bata blanca y guantes de látex, quedaría grabado en su memoria a fuego: la anestesia, el forzado sueño, el despertar, con sus palpitaciones…, todo. Incluso aquel ruido característico de la sala de operaciones. Quizá, esos recuerdos barruntaban posteriores problemas ya llegados.
Eso, sí, después de aquello nunca volvería a ser la misma, como es natural por otro lado y como a todos nos hubiera pasado. Lo único positivo fue que los nervios desaparecieron.
Pero tampoco había presumido, en ningún momento, que iba a durar tanto en aquellas condiciones tan antinaturales. Cierto era que nadie había pronunciado la fatídica palabra, el odiado vocablo que comienza por C y que definía a la perfección su enfermedad. Era consciente de que ‘aquello’ la corroía, que terminaría matándola, como a tantos otros y otras. Aquello no tenía remedio…
Jamás se había sentido tan sola. Sus vecinas habían ido desapareciendo: las de arriba, las de enfrente, las más cercanas…, incluso ellas. Sí, ésas a las que siempre la habían unido lazos que parecieron en su momento indisolubles. La inexperiencia distorsiona la visión de nuestro futuro. Solo aguantaban las más lejanas, pero aquellas en las que se apoyaba, hacía mucho que habían desaparecido, produciendo un hueco irreparable a su alrededor. Incluso aquella otra, la más joven, la del juicio, ella también había claudicado. Y había desaparecido, quizá por eso mismo, por haber irrumpido así, jovial y de improviso, pero ocupando un lugar que no le correspondía, como llovida del cielo.
Sabía que no era cuestión de sexo, pero ellos, los unos y los otros, siempre los primeros defensores de las cavernas, habían aguantado mejor. Incluso esos paletos, que al poco murieron, y que curiosamente trajeron felicitaciones y regalos —¿cómo pudo ser?—, fueron sustituidos por estos otros más robustos y más paletos aun si cabe: brutos entre los brutos. Por ello, jamás se había explicado que a ellos se les comparara con perlas y otras joyas, mientras que para ellas sirvieran de referencia tanto los martillos de abatanar, como las muelas de molino. Increíble la diferencia de rasero, insoportable el machismo.
No era momento de comparaciones ni de lamentos sexistas, pero ella, al revés que aquéllos, nunca había abusado de su cuerpo, de sus funciones. Los machotes, como baldones de la rebeldía, habían dado mandobles a diestro y siniestro, sin mirar donde hendían sus aristas. Les había dado igual superficies duras, que finas y largas, que blandas como la miga de pan. Y allí seguían, al frente de aquel buque, como mascarones invertidos, entendiendo lo de invertidos en el sentido de ubicación, jamás de inclinación. Ella no entraba en lo moral, solo en lo material y pragmático.
Era irónico, pero aquella libertad que había empezado con meñiques movimientos, había terminado por cavar su tumba, al alcanzar hoy, casi una total libertad de movimientos. En esta nuestra sociedad, o te mantienes pegada a la poltrona, u otros llegarán que te arrancarán de donde has echado raíces. Eso lo había aprendido tarde, cuando ya todo era irreversible. En la era del plástico o del titanio, en una o en otra —tu poder adquisitivo te ubicará—, todo es reemplazable. Hasta lo más íntimo y natural. Todo se imita, todo se sustituye. Y tú a la calle, o lo que es peor, a la puta mierda. Lo que hayas aportado, tu esfuerzo, tu bien hacer, tu historia en definitiva, y la de los otros, a lo más que te da derecho es a acabar en una caja. Y eso, si tienes suerte, porque otros acabarán, como ella pensaba que le iba a pasar, en los estercoleros, eso sí, especializados. Aquí se especializa hasta el especial cuidado con el que te desprecian. En, fin, ser consciente de esta situación, tan desagradable como cuando masticas tierra entre pequeños moluscos, no es que la ayudara, pero la hacía comprender, al menos, que todo tiene su fin. Nada de lo terrenal es perdurable; ni los elementos más duros. Nada se resiste a lo que miden los relojes. Así, decidió aceptar su final: con dignidad y sabiendo que, en estos casos, tus raigones sirven de muy poco. Que fuera lo que él y el dentista quisieran. Tampoco el precio de su extracción iba a ser excesivo. Desaparecería humildemente, como vivió y masticó durante cuarenta largos años.
Él, por el contrario, ya había conocido y disfrutado de otras.
No había pasado un solo día sin que le acompañara a comer. Difícil, tal y como se desarrolla la cotidianidad hoy en día, pero verdad.
Sentía gratamente haber echado raíces con él y en él.
En esos momentos ‘espirituales’ en los que ella disfrutaba del recorrido de la punta de su lengua por su cuello, se sentía una reina por un instante, con corona y todo. Eran las ocasiones en que su intimidad era más íntima.
Esas húmedas caricias, sumadas a las que él la dedicaba, con un cepillar cariñoso y ‘sabrosón’, constituyeron, casi a diario, los momentos más placenteros de su existencia. Notar el cepillo, junto a la espuma, y revivir, era todo uno. La ducha posterior también favorecía esas buenas sensaciones.
Durante su rutinario trabajo también había disfrutado lo suyo, a pesar de ser poco creativo. Notar como su granito de arena servía para perfeccionar aquellas bolas, la había llenado de orgullo. Pero, hete aquí, que ese mismo laborar, tan fortalecedor en otros tiempos, había llegado a ser, también, el principio de su cercano fin.
Con los años llegó a tomar ese color característico de chinos y japoneses que, partiendo del blanco, se traduce en amarillento, por lo que los occidentales confunden fisonomías y semblantes. Bien es verdad que, en su caso, no solo se liaban los de occidente, también los orientales caían en el error de tratar a unos por otros y viceversa. La degradación tonal fue paulatina. Sin prisa, mas también sin pausa.
El tabaco, los dulces, la errónea alimentación, esas comidas fuera de casa, ese hurgar de él, tan insistente como molesto, etc., habían hecho mella en su cuerpo. Y llegó lo irremediable: su intervención. Hubieron de vaciarla, con lo que eso conlleva para una hembra. Pero ella siguió allí, como una luz al final del túnel. El de la bata blanca y guantes de látex, quedaría grabado en su memoria a fuego: la anestesia, el forzado sueño, el despertar, con sus palpitaciones…, todo. Incluso aquel ruido característico de la sala de operaciones. Quizá, esos recuerdos barruntaban posteriores problemas ya llegados.
Eso, sí, después de aquello nunca volvería a ser la misma, como es natural por otro lado y como a todos nos hubiera pasado. Lo único positivo fue que los nervios desaparecieron.
Pero tampoco había presumido, en ningún momento, que iba a durar tanto en aquellas condiciones tan antinaturales. Cierto era que nadie había pronunciado la fatídica palabra, el odiado vocablo que comienza por C y que definía a la perfección su enfermedad. Era consciente de que ‘aquello’ la corroía, que terminaría matándola, como a tantos otros y otras. Aquello no tenía remedio…
Jamás se había sentido tan sola. Sus vecinas habían ido desapareciendo: las de arriba, las de enfrente, las más cercanas…, incluso ellas. Sí, ésas a las que siempre la habían unido lazos que parecieron en su momento indisolubles. La inexperiencia distorsiona la visión de nuestro futuro. Solo aguantaban las más lejanas, pero aquellas en las que se apoyaba, hacía mucho que habían desaparecido, produciendo un hueco irreparable a su alrededor. Incluso aquella otra, la más joven, la del juicio, ella también había claudicado. Y había desaparecido, quizá por eso mismo, por haber irrumpido así, jovial y de improviso, pero ocupando un lugar que no le correspondía, como llovida del cielo.
Sabía que no era cuestión de sexo, pero ellos, los unos y los otros, siempre los primeros defensores de las cavernas, habían aguantado mejor. Incluso esos paletos, que al poco murieron, y que curiosamente trajeron felicitaciones y regalos —¿cómo pudo ser?—, fueron sustituidos por estos otros más robustos y más paletos aun si cabe: brutos entre los brutos. Por ello, jamás se había explicado que a ellos se les comparara con perlas y otras joyas, mientras que para ellas sirvieran de referencia tanto los martillos de abatanar, como las muelas de molino. Increíble la diferencia de rasero, insoportable el machismo.
No era momento de comparaciones ni de lamentos sexistas, pero ella, al revés que aquéllos, nunca había abusado de su cuerpo, de sus funciones. Los machotes, como baldones de la rebeldía, habían dado mandobles a diestro y siniestro, sin mirar donde hendían sus aristas. Les había dado igual superficies duras, que finas y largas, que blandas como la miga de pan. Y allí seguían, al frente de aquel buque, como mascarones invertidos, entendiendo lo de invertidos en el sentido de ubicación, jamás de inclinación. Ella no entraba en lo moral, solo en lo material y pragmático.
Era irónico, pero aquella libertad que había empezado con meñiques movimientos, había terminado por cavar su tumba, al alcanzar hoy, casi una total libertad de movimientos. En esta nuestra sociedad, o te mantienes pegada a la poltrona, u otros llegarán que te arrancarán de donde has echado raíces. Eso lo había aprendido tarde, cuando ya todo era irreversible. En la era del plástico o del titanio, en una o en otra —tu poder adquisitivo te ubicará—, todo es reemplazable. Hasta lo más íntimo y natural. Todo se imita, todo se sustituye. Y tú a la calle, o lo que es peor, a la puta mierda. Lo que hayas aportado, tu esfuerzo, tu bien hacer, tu historia en definitiva, y la de los otros, a lo más que te da derecho es a acabar en una caja. Y eso, si tienes suerte, porque otros acabarán, como ella pensaba que le iba a pasar, en los estercoleros, eso sí, especializados. Aquí se especializa hasta el especial cuidado con el que te desprecian. En, fin, ser consciente de esta situación, tan desagradable como cuando masticas tierra entre pequeños moluscos, no es que la ayudara, pero la hacía comprender, al menos, que todo tiene su fin. Nada de lo terrenal es perdurable; ni los elementos más duros. Nada se resiste a lo que miden los relojes. Así, decidió aceptar su final: con dignidad y sabiendo que, en estos casos, tus raigones sirven de muy poco. Que fuera lo que él y el dentista quisieran. Tampoco el precio de su extracción iba a ser excesivo. Desaparecería humildemente, como vivió y masticó durante cuarenta largos años.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
martes, 11 de diciembre de 2007
lunes, 10 de diciembre de 2007
Sobre el vertido tóxico en los mares
Leyendo algunas noticias, que me evocan otras similares y anteriores, me viene a la cabeza Tomás de Aquino. Creo recordar que tuvo un sueño (cuentan) en el que se veía (él o un niño) en una playa tratando de vaciar de agua el mar. Quería meterla en un hoyo que había hecho. La moraleja era que eso es tan factible como que él entendiera a su Dios. A mí me pasa algo parecido cuando veo que el hombre (indeterminado animal) trata, si no de vaciar los océanos, sí de llenarlos con petróleo; me es inconcebible, me supera.
domingo, 9 de diciembre de 2007
Las medallas
La verdad, a mí las medallas (de todo tipo) me traen al fresco. Pero me pregunto qué pensarán las personas de 65 años o más, jubiladas, que estuvieron en el tajo 47 años (o más), y actualmente intentan vivir con 500€ (o menos), cuando se enteran de a quien han otorgado la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo. Entre otros Jesús de Polanco (a titulo póstumo), Forges, Rafael Azcona, Amparo Baró, etc. Y no es que los citados no se la merezcan (ni lo se, ni soy yo quien para juzgar lo que no quiero juzgar), pero, entre los desconocidos, el único famoso es un soldado, los demás sólo contamos para seguir el buen ejemplo (?), no para darlo, ni para que nos reconozcan. Es ésta una excepción de la democracia en la cual una minoría, frente a la mayoría, sale beneficiada; aunque otros puedan considerar que, en vez de una singularidad, acaso sea un privilegio.
.
sábado, 8 de diciembre de 2007
viernes, 7 de diciembre de 2007
Mentiras globales
Estoy seguro de que si preguntáramos a todo el mundo sobre su aspiración en él, la mayoría contestaría algo relacionado con la felicidad, ser feliz. Pero creo yo que esta es otra de las mentiras ecuménicas, como esa otra que oímos a nuestros dirigentes cuando hablan de nosotros y aquello que más les importa. Si no, no es posible que nos metamos en tantos berenjenales, de los que salimos a duras penas, salvo los que reciben un premio tipo Euromillones. Y aunque muchos (ojalá) me criticarán y defenderán que el dinero y la felicidad no tienen porqué ir de la mano (otra mentira universal), todos sabemos que un pelotazo de la ONCE nos haría felices. Y lo afirma un agricultor que teme más al dinero que a un nublao, y que razones tiene para ello. El dinero (el poder) debería estar racionado, que dispusiéramos de él sólo para huir de la pobreza, y no para regodearnos en lujos que únicamente alimentan nuestro ego y miserias.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
martes, 4 de diciembre de 2007
¿Simplificación <> Simplonería?
Vuelvo sobre mi dedo, y lo hago porque me han preguntado por él en un correo electrónico. Al responder a la pequeña preocupación que ha suscitado la nimia intervención, he contestado con cierto humor de esta manera:
“No, me lo mordido, pero solo un padrastro y se me ha infestado. Me lo sajé yo porque no aguantaba, pero no me limpié la pus bien. Ayer me lo "intervinieron" en el Centro de Salud. ¡Tío, qué dolor! Sin anestesia ni nada, a lo vivo. Vino uno enfermera a ayudar a Lourdes porque no podía conmigo. Luego al salir de la consulta, los que estaban esperando, rompieron a aplaudir y a darme vítores. Unos que si "¡TORERO!", otros que si "¡VALIENTE!". El caso es que salí por la puerta grande. Hasta los empleados de bata blanca se admiraban del tajo que me habían hecho; alguno, incluso, me hizo una foto con su móvil, aunque la pose, con el puño cerrado y el dedito herido estirado, no era la más adecuada. En fin, aquí estamos, convalecientes, a duras penas puedo escribir, ni fregar, ni cocinar, ni mene.... Pero, no te preocupes, hijo, de esta no heredas…”
Y el mail me ha recordado aquello que me contaron y que divide a las personas en dos grupos, a saber:
.
........... Los que van a comprar tabaco y parece que van a la guerra de Irak,
........... y los que van a la guerra de Irak y parece que van a comprar tabaco..
“No, me lo mordido, pero solo un padrastro y se me ha infestado. Me lo sajé yo porque no aguantaba, pero no me limpié la pus bien. Ayer me lo "intervinieron" en el Centro de Salud. ¡Tío, qué dolor! Sin anestesia ni nada, a lo vivo. Vino uno enfermera a ayudar a Lourdes porque no podía conmigo. Luego al salir de la consulta, los que estaban esperando, rompieron a aplaudir y a darme vítores. Unos que si "¡TORERO!", otros que si "¡VALIENTE!". El caso es que salí por la puerta grande. Hasta los empleados de bata blanca se admiraban del tajo que me habían hecho; alguno, incluso, me hizo una foto con su móvil, aunque la pose, con el puño cerrado y el dedito herido estirado, no era la más adecuada. En fin, aquí estamos, convalecientes, a duras penas puedo escribir, ni fregar, ni cocinar, ni mene.... Pero, no te preocupes, hijo, de esta no heredas…”
Y el mail me ha recordado aquello que me contaron y que divide a las personas en dos grupos, a saber:
.
........... Los que van a comprar tabaco y parece que van a la guerra de Irak,
........... y los que van a la guerra de Irak y parece que van a comprar tabaco..
...
La división no sirve para nada, ¿pero sirve alguna de las agrupaciones mentales que hacemos?
......-Negros/Blancos (como si no hubiera amarillos, rojos, morenos, rubios, pelirrojos…)
......-Católicos/Árabes (y los budistas, y los judíos, y los hinduistas, y los …)
......-Ricos/Pobres (¿y la amplia gama que hay entre ellos? Necesitados, parados, hipotecados…)
......-Listos/Tontos (como si no hubiera políticos, o votantes, o aristocracia y realeza…)
......-Con móvil/sin móvil (¿y los que no tienen o no lo pueden mover?)
......-Peatones/automovilistas (y los ciclistas, los motoristas, los camioneros, qué?)
......-PePeros/Socialistas (¿cómo si no existieran personas que han fundado su propio partido con un solo afiliado, amén del resto ya fundados)
......-Españoles/Extranjeros (¿y los de las pateras, y los independentistas, y los ciudadanos del mundo…?
.....
La simplificación y la simplonería están siendo confundidas, y luego pasa lo que pasa.
La división no sirve para nada, ¿pero sirve alguna de las agrupaciones mentales que hacemos?
......-Negros/Blancos (como si no hubiera amarillos, rojos, morenos, rubios, pelirrojos…)
......-Católicos/Árabes (y los budistas, y los judíos, y los hinduistas, y los …)
......-Ricos/Pobres (¿y la amplia gama que hay entre ellos? Necesitados, parados, hipotecados…)
......-Listos/Tontos (como si no hubiera políticos, o votantes, o aristocracia y realeza…)
......-Con móvil/sin móvil (¿y los que no tienen o no lo pueden mover?)
......-Peatones/automovilistas (y los ciclistas, los motoristas, los camioneros, qué?)
......-PePeros/Socialistas (¿cómo si no existieran personas que han fundado su propio partido con un solo afiliado, amén del resto ya fundados)
......-Españoles/Extranjeros (¿y los de las pateras, y los independentistas, y los ciudadanos del mundo…?
.....
La simplificación y la simplonería están siendo confundidas, y luego pasa lo que pasa.
lunes, 3 de diciembre de 2007
Sensaciones paralelas
Hoy he ido al médico (médica, Lourdes) a que me recetara la tralla de pastillas habituales y me ha sajado un dedo. He tenido la misma sensación que cuando salgo de El Corte Inglés, vas a por macarrones y te traes un destornillador de estrella que había en oferta. De no ser porque me dolía el dedo (un huevo), y no el bolsillo, me hubiera parecido que Lourdes era una cajera.
sábado, 1 de diciembre de 2007
El suicidio del oso
Supongo que no soy el primero en suicidar al oso en el madroño, pero acaso sí lo sea en conseguir la carta que escribió al Sr. Juez, y por sentirme involucrado, la saco a plaza:
Sr. Juez de la Audiencia provincial de Madrid, señor madrileño y señora madrileña:
.
.
.
Sr. Juez de la Audiencia provincial de Madrid, señor madrileño y señora madrileña:
.......... Después de traerme de aquí para allá como puta por rastrojo (que si te quito de aquí, que si te pongo allí). Después de leer los chistes del graciosillo este que se hace llamar Mendrugo. Después de lo que les están haciendo a mis primos los blancos, no sé... Y luego vino lo de no conseguir organizar las Olimpiadas para el 2012. No repuesto de estos disgustos, ni sintiéndome ya representativo de esta ciudad, junto con el madroño (que da menos frutos que una novena a la Almudena, o que el diálogo entre gobierno y oposición), madroño del que me cuelgo en esta capital, tan universal que asume todos los postulados para que el cambio climático sea irreversible, ya no aguanto más. Ya no sé qué carajo pintan un oso y un árbol en su escudo, la verdad. Solo espero no convertirme en un mito y que no me descuelguen de aquí en una docena de años, que es lo que esto os va a durar. ¡Ah!, y de pobrecito nada, que lo hago porque me sale de ahí mismo. Hala, que os den.
P.D. Por otro lado, aquí no hay quien respire, coño.
P.D. Por otro lado, aquí no hay quien respire, coño.
Nota:-En www.me.gov.ar/efeme/diaanimal/imagenes/oso.jpg, he conseguido la imagen del oso, después la he retocado.
viernes, 30 de noviembre de 2007
¿El principio?
Hace tres mil millones de años (¿tiene sentido esta cantidad?) que las aguas son.
Mendrugo todavía no era.
Mendrugo todavía no era.
Ni Mendrugo, ni Cristo, ni primate que criar.
La referencia no es más que para ubicarnos, para dejar claras dos cosas:
..
.......... -Que la vida en la Tierra debió de nacer por aquel tiempo
.......... -y que la ciencia nunca prescindirá de la imaginación (porque en el fondo, ¿cuántos son tres mil millones de años si de los mares conocemos lo mismo que de la infancia de Cervantes?).
..
Pues eso, que al estar hoy aquí, me parece que todos venimos del mismo origen, más que les pese a algunos cuya mentalidad ha evolucionado poco desde entonces.
Y no es broma, que, por desgracia, muchas mujeres y muchos niños lo sufren en su diaria condena; y gracias, que a otros les paran la vida a medio recorrido.
jueves, 29 de noviembre de 2007
miércoles, 28 de noviembre de 2007
martes, 27 de noviembre de 2007
lunes, 26 de noviembre de 2007
De noche
De noche, mientras los sueños me persiguen, la realidad se duerme.
De noche, mientras se cimenta la luz que ha de llegar, los sueños se acrecientan, y la verdad se muere.
De noche, mientras los sentidos se toman su tiempo, éste lo pierde.
De noche, cuando el tragaluz se oscurece, se convierte en inútil.
De noche, cuando el día es pretérito, es cuando tomamos conciencia de él, cuando asume sentido eterno.
El sentido del pasado es el recuerdo.
La sucesión de recuerdos es la memoria.
Funcionan como la noche.
Uno sigue a otro y tú sigues ahí.
domingo, 25 de noviembre de 2007
Hacer planes
Lo mejor para no hacer algo es diseñar un plan de trabajo. Lo tengo aprendido de las noticias (p. e., una hoja de ruta). Llega un momento que la catástrofe de turbo se confunde con la que se venía anunciando por unos urticantes ecologistas , que si bien no tenían razón, ahora, se la damos. Pero, a lo que iba, que quieres seguir fumando, pues en el primer punto de la orden del día escribes: DEJAR DE FUMAR. Si te preocupa dejar de hacer algo más, o lo escribes a continuación subrayándolo, o te esperas a confeccionar el plan de mañana. Es fácil. Otra cosa es llevar a cabo una empresa que no te interesa. Entonces, la cuestión funciona de otra manera. Ponte u ocúpate con algo de tu agrado (sexo, literatura, sexo, música, sexo, televisión, sexo, tocarte la nariz, sexo, etc., sexo), y verás como en menos que los peces olvidan aparece algo o alguien que te obliga a dejar lo que te gusta, y a realizar la que no quieres. Así es que, yo probaré. Y para ello, voy a adelantar el plan de mañana.
... Propuestas positivas. Propuestas negativas
... 1º Hacer la compra. .... 1º No echar siesta.
... 2º Ir a trabajar. .......... 2º No beber cerveza.
... 3º Comer de régimen. .. 3º No leer ni los anuncios del metro.
... 4º Ver la tele. ............ 4º No salir a mi hora de la oficina.
Voy a dejar la lista, no sea que para pasado mañana no se me ocurra nada.
... Propuestas positivas. Propuestas negativas
... 1º Hacer la compra. .... 1º No echar siesta.
... 2º Ir a trabajar. .......... 2º No beber cerveza.
... 3º Comer de régimen. .. 3º No leer ni los anuncios del metro.
... 4º Ver la tele. ............ 4º No salir a mi hora de la oficina.
Voy a dejar la lista, no sea que para pasado mañana no se me ocurra nada.
sábado, 24 de noviembre de 2007
viernes, 23 de noviembre de 2007
La respiración de la inteligencia
J. L. Borges, a través de pluma ajena y en sus Ficciones (1), dice que pensar, analizar, inventar no son actos anormales, son la normal respiración de la inteligencia. Y yo añado, que de cualquiera, incluso de la mínima exigible. Siempre es grato coincidir con este tipo de gente.
(1) PIERRE MENARD, AUTOR DEL QUIJOTE. J. L. Borges, EMECÉ, 1996, pág. 64.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Un recuerdo para Giuseppe
Han pasado cinco días desde que nos comunicaron la muerte de Giuseppe. Y como no es (era) un personaje cotidiano, no me he vuelto a acordar de él hasta hoy. Lo cierto es que todo queda en el recuerdo, todo vuelve a ser presente. Con o sin demencia senil, en un momento dado, se regurgita el ayer. Te pongas como te pongas es imposible prescindir de la edad. Otra cosa es que lo usemos para beneficio propio o común. Sería demasiado sencillo, y tenderíamos a una perfección inconcebible para el ser humano. Giuseppe me enseñó que en mi interior late un niño, a no sentir vergüenza cuando un cincuentón acaricia un muñeco de peluche, que la imaginación no tiene límites, etc. Me las enseñó, bien es verdad, porque yo soy capaz de pensar, de sentir, de admitir cualquier posibilidad, y eso no se lo debo a él, está claro. Tampoco el jodío leoncito es cosa mía (es made in Mundo Picho) , ni siquiera fue ni es importante; no ha marcado ni un antes ni un después en mi vida.
Pero ha sumado y no habrá otro muñeco como él, sin negar que esto está lleno de muñecos que pretenden protagonismo y fama. Los unos inventando documentos y razones para imponer su hegemonía, que si no hubiera influido en la vida y en la muerte de otros sería una novela aceptable y no una MENTIRA más que demostrada. Otros, y sin querer comparar, recurren al alarido periodístico, a la trasgresión de los límites de la libertad de información, a la vida privada de otros muñecos que zarandean para ver si cae un notición que les permita protagonizar un anuncio televisivo. Y todos recurren al mismo argumento: “Es mi trabajo, y ellos se lo han buscado”. En cuanto a lo primero, nada que objetar (aunque yo les recomendaría que se dedicaran a otra cosa). En cuanto a lo segundo, y por ahí traigo a cuento a Giuseppe y a los estos otros muñecos, a lo de “ellos se lo han buscado”, me parece un argumento pueril (pueril como infundado y fútil, no como infantil), amén de que juzgar ha de hacerse, si toca, sin pertenecer a ninguna de las partes. Como veréis, muñecos hay muchos, pero Giuseppe es otra cosa, porque en el peor de los casos nos trasmite indiferencia.
martes, 20 de noviembre de 2007
(largas) Reflexiones
Cuando uno, simple y humilde, se da cuenta que poco puede hacer ante una situación personal ajena, que le incumbe porque ver triste (no alegre) a una seudo-amiga (porque la condición de macho y hembra nos hace enfocar la vida de manera diferente) no puede por menos que guardarse las ganas de subirse a Rocinante y echarse al monte a deshacer tuertos desconocidos. Aun a riesgo de meterme donde no me llaman (ya lo he hecho con un SMS tan forzado como sincero) quiero decirle a esa persona que lo más que está en mi mano es presentarle mi cariño. Pero el cariño no cuesta, y Rocinante, a pesar de su condición, me sigue llamando desde el interior de mi cuadra. Por eso, y por otras cosas que alargarían el discurso, me propongo publicar en este blog unas reflexiones que jamás hubiera compartido con nadie (nadie, no como figura retórica, sino como concepto absoluto). Como ello me cuesta, me obliga a hacer un esfuerzo contra mi voluntad, tengo disculpa para no montar al rocín y calmarle. Me demuestro con ello, que si bien me siento impotente, también quiero servir para algo más que para pasar una velada agradable. Advertir, si acaso, que el texto que sigue es largo, y quizás no le interese a nadie. Pero como ya he dicho, lo que quiero hacer notorio, en este caso, no es lo que escribo, sino que lo saco a plaza. Me desnudo por ti, mujer luchadora.
....
Luchar cincuenta años por ser congruente y no conseguirlo no es triste, solamente confirma mi cabezonería.
Recordar aquel niño del que me siento una extensión, luchando entre la fe, que me inculcaban a golpes de miedo, y mi propia evolución me pone un nudo en la garganta. Como aquel otro de tela que me quité por sentirme partícipe de unos ideales que quedaron caducos porque otros los abandonaron, porque aquel contra el que se luchaba dejó de oponer resistencia.
Conseguida por otros la democracia (que no es sinónimo de libertad y que yo nunca busqué), me encuentro aislado, como todos, entre los vaivenes de los partidos políticos, entre las tenazas del poder. Ante esos poderes, que cambian menos que el hambre de dueño, uno se miente incluso confundiendo su propia tristeza o dejadez con la inoperancia. No caer en la cuenta de que, por motivos humanos, perteneces a una serie de grupos, pudiera ser un error si no adviertes que, en muchas ocasiones no fue tu elección (yo ni siquiera sé porqué soy del Real Madrid; la herencia genética no actúa en estos casos, mi padre era del Atleti). Por eso ser español o madrileño o chamberilero no es un orgullo, sino una circunstancia que me acerca a los demás españoles, madrileños y chamberileros.
Soy amigo de supuestos, los hombres me vienen grandes, y las mujeres ni te cuento. Volver a los diez años tampoco explicaría la amistad. Quieres estar en la calle con los amigos, en vez de estudiando; es lo suyo, lo que tiene sentido. En definitiva y en algunas ocasiones, hacemos lo que hacemos para no hacer otra cosa. Nos divertimos (o tratamos de) para no aburrirnos. Trabajamos, nos ganamos la vida para no perderla; vemos fútbol por no ver en la tele un reality show. Elegimos, generalmente, entre lo que nos ofrecen, cuando deberíamos elegir entre lo que nos importa.
Siempre he tirado para delante por inercia, por sentido común, por instinto y por no estarme quieto esperando. Me conozco poco, y lo poco que me conozco se lo debo a los demás. Nunca he aceptado las reglas del juego, pero siempre he jugado limpio, dentro de los límites que esas reglas delimitan. Las trampas se han reducido a las que yo mismo me he hecho. Pero cuando he jugado en mi propio campo, no he podido (ni he querido) ponerle puertas.
Sentirse padre es sentirse colmado, dueño de un futuro que no te corresponde, de un mañana que te trasciende. Sabes que la melodía que compones se ajusta a un compás con la que no será interpretada. Sentirte responsable, cuando lo piensas, de otras vidas es lo mejor y lo peor por lo que una persona puede pasar. A nuestra forma, todos defendemos la vida, pero no nos ponemos de acuerdo en qué significa. En los sustantivos coincidimos, pero al adjetivar se producen las diferencias, los gustos y los pareceres. Cuando el futuro se va materializando a una velocidad que ya notas día a día, no es que mires atrás, es que mirar hacia otro lado permite idealizar el presente. Acomodado ya en una vida con todos los gastos pagados, y debiendo lo mínimo, parece que mi creatividad se alimenta. Esconderte para que no te den es una postura aparentemente cobarde, pero sirve para sobrevivir. Aunque, a veces, por mucho que te escondas te llevas lo tuyo. Y eso es lo que proyectas en tus hijos, si los tienes. “Te van a dar más que a una estera, chaval o chavala”. Luego, lo que has de transmitir es capacidad para sobreponerse, eso y no vender un pegamento que no va a servir para mantenerte unido a la silla de montar.
Ahora, que ya no puedo retornar a los brazos de mi madre (el puente se ha roto), que la historia se culmina una vez más, los recuerdos ya no me sirven. Sólo hay presente. Un presente vasto y eterno. (¡Madre mía, lo que he influido en los demás!) . Lo de menos es estar equivocado, haber errado, lo que está de más es acertar. Y no acierto a encontrar las teclas que no desafinen. Bien es verdad que con frecuencia la canción suena a disco de oro.
La falta de ambición te reserva un camino monótono, sordo. La estridencia, el ritmo no funcionan cuando bailas solo. Recorrer las letras del breviario que has escrito sin proponértelo es recurrente, sirve, pero para escasos dos pasos; al tercero hay que inventar, forjar de nuevo el camino, una senda que nunca será tuya, porque únicamente se poseen los sueños.
A resultas de vivir se configura una imagen que, a duras penas, se semeja a la que tú pretendes. A resultas de vivir se construye una prisión en la que, unos por sobredosis y otros por inanición, todos nos suicidamos. Cumplir una promesa no tiene mérito, hacerla es lo que cuenta. El enunciado de todo problema contiene y esconde la respuesta. Así de rotundo, así de dogmático. Siempre puedes contestarte a una pregunta con otra, y así componer una cadena con la que fijarte a la inmovilidad. Deberíamos hacer más por nosotros mismos. En los dos sentidos. Acudir al vecino a por una pizca de sal debería ser un recurso, porque mejor que salar es condimentar. Al fin y a la postre, el guiso nos lo vamos a comer nosotros.
Está claro (?) que busco en estas líneas comprenderme, pero no menos quejarme de quien siempre me acompaña. A ti, abogado del diablo, te hablo. A ti que todo lo criticas. A ti, que eres capaz de lo peor y de lo mejor. A ti, que con tus limitaciones me limitas. A ti, que agazapado entre mis dudas siempre quieres tener razón. A ti, que roto en dos mitades irreconciliables, no me perdonas ni una; desde la barrera, o a toro pasado, se ve mejor la corrida.
He descubierto una nueva soledad. Aquella que sientes cuando te dejas caer. Siempre se está solo en la caída, por egoísmo propio o ajeno. Todos se apartan (o los apartas). Es como un efecto de vista. Parece que los demás suben, pero eres tú el que baja. Hay quien se aparta simplemente, quien huye despavorido y a quien tienes que empujar. Después todo vuelve a la normalidad. La caída se frena y el golpe parece acercar a quien se alejaba.
Escribir, bendita capacidad humana. Habríamos de escribirnos más cartas, y no digo unos a otros. Habríamos de hacernos más partícipes de nuestros propios asuntos. No somos solución a nadie. Sí lo somos a nosotros mismos (por eso somos prescindibles). En el otro sentido sí somos apoyo y obstáculo, además de indiferentes.
El tiempo, que creemos pasar, nunca se va. Se incrusta en nuestros poros, en nuestra voz, pergeñando planes. Deteriora articulaciones y engrasa la razón con enfoques inventados por su velocidad. Si no fuera porque no saca beneficio, el tiempo sería el parásito humano por excelencia. Y cuando la situación es de inmovilidad total, de apatía, donde solo cabe el llanto, somos conscientes de cómo se posa en nuestra piel, como embaraza nuestro útero creador. El tiempo es como un polvo que no rellena huecos, como el viento que esculpe vacíos y matices en el rostro de la Tierra. Convive y cohabita con su dueño en una ósmosis perfecta. Es inextricable, imposible de explicar, y, curiosamente, la variable que todo lo explica. Por el contrario, por mantenerse adherido a nuestro ser, es irrecuperable, es de lo poco que ni cuesta ni tiene precio, aunque le comparemos con el oro. Nunca habrá un El Dorado de tiempo, nunca habrá una América de donde traerlo, ni un albañal donde arrojarlo. Nuestro tiempo, como nuestros sueños, nos pertenece, pero, al contrario de éstos, es intransferible. Si acaso una unidad, un pequeño corpúsculo se congela, se pega al papel fotográfico para fijar el ayer, para oficializar el momento. Pero el tiempo no es una suma de unidades, no es una recta compuesta por infinitos puntos. El tiempo es una limitación de los sentidos, un margen de sensaciones que necesitan de él para que ocurran. Y hay muchos tiempos dispares: aquél, el nuestro, el mal o buen tiempo, los tiempos mejores, los tiempos en los que ocurrirán las mismas cosas, el pasado, el presente, el futuro, el tiempo de vivir, el de sentar la cabeza, el acumulado, la edad, etc. Sólo él hace cambiar. Somos meros espectadores de su silencio, de su continua llegada. El movimiento constante no se creará mientras no se domine el tiempo. Él es el carburante, la energía. Nada es tan sutil ni tan efectivo. El agua necesita tiempo, el aceite necesita tiempo, la creación necesitó de tiempo; unos dicen que siete días, otros opinan que miles de eones. Es tan silencioso y tangible como las arrugas de la piel. Sin él, la fuerza, la potencia, la velocidad, el calor o el frío tienen sentido (sólo aquello que perdura lo tiene). Ni siquiera Dios, porque la eternidad se me hace añicos entre las manos sin su presencia. ¿Será él el dios que todo lo ve, que todo lo puede? ¿Será la paciencia la mejor virtud o la mejor herramienta para tallarlo? Hasta en el lenguaje se disimula, se viste de siempre y de nunca, de ya llegará y de historia. Y siempre es presente. Tiene la capacidad de la omnipresencia, de la ubicuidad, de la estanqueidad y de la volatilidad. Es una veta inagotable. Es más, cuanto más sacas más queda por extraer. Es fuente inagotable que agota vidas, siglos, milenios, eones. Se lo traga todo, hasta nuestros errores. El poeta lo definió (interpreto) como el canto de los pájaros en el instante siguiente a nuestra muerte. Solo la inocencia parece detenerlo, por eso la ataca, la vence fungiendo de experiencia, de crecimiento físico y mental. Una vez que la agota sigue su curso como un río que nunca desembocará en un más allá, más allá que él mismo define para no dar explicaciones. Cualquier tiempo aboca en otro. Cualquier tiempo es inmortal. Por todo ello respeto mi tiempo.
....
Luchar cincuenta años por ser congruente y no conseguirlo no es triste, solamente confirma mi cabezonería.
Recordar aquel niño del que me siento una extensión, luchando entre la fe, que me inculcaban a golpes de miedo, y mi propia evolución me pone un nudo en la garganta. Como aquel otro de tela que me quité por sentirme partícipe de unos ideales que quedaron caducos porque otros los abandonaron, porque aquel contra el que se luchaba dejó de oponer resistencia.
Conseguida por otros la democracia (que no es sinónimo de libertad y que yo nunca busqué), me encuentro aislado, como todos, entre los vaivenes de los partidos políticos, entre las tenazas del poder. Ante esos poderes, que cambian menos que el hambre de dueño, uno se miente incluso confundiendo su propia tristeza o dejadez con la inoperancia. No caer en la cuenta de que, por motivos humanos, perteneces a una serie de grupos, pudiera ser un error si no adviertes que, en muchas ocasiones no fue tu elección (yo ni siquiera sé porqué soy del Real Madrid; la herencia genética no actúa en estos casos, mi padre era del Atleti). Por eso ser español o madrileño o chamberilero no es un orgullo, sino una circunstancia que me acerca a los demás españoles, madrileños y chamberileros.
Soy amigo de supuestos, los hombres me vienen grandes, y las mujeres ni te cuento. Volver a los diez años tampoco explicaría la amistad. Quieres estar en la calle con los amigos, en vez de estudiando; es lo suyo, lo que tiene sentido. En definitiva y en algunas ocasiones, hacemos lo que hacemos para no hacer otra cosa. Nos divertimos (o tratamos de) para no aburrirnos. Trabajamos, nos ganamos la vida para no perderla; vemos fútbol por no ver en la tele un reality show. Elegimos, generalmente, entre lo que nos ofrecen, cuando deberíamos elegir entre lo que nos importa.
Siempre he tirado para delante por inercia, por sentido común, por instinto y por no estarme quieto esperando. Me conozco poco, y lo poco que me conozco se lo debo a los demás. Nunca he aceptado las reglas del juego, pero siempre he jugado limpio, dentro de los límites que esas reglas delimitan. Las trampas se han reducido a las que yo mismo me he hecho. Pero cuando he jugado en mi propio campo, no he podido (ni he querido) ponerle puertas.
Sentirse padre es sentirse colmado, dueño de un futuro que no te corresponde, de un mañana que te trasciende. Sabes que la melodía que compones se ajusta a un compás con la que no será interpretada. Sentirte responsable, cuando lo piensas, de otras vidas es lo mejor y lo peor por lo que una persona puede pasar. A nuestra forma, todos defendemos la vida, pero no nos ponemos de acuerdo en qué significa. En los sustantivos coincidimos, pero al adjetivar se producen las diferencias, los gustos y los pareceres. Cuando el futuro se va materializando a una velocidad que ya notas día a día, no es que mires atrás, es que mirar hacia otro lado permite idealizar el presente. Acomodado ya en una vida con todos los gastos pagados, y debiendo lo mínimo, parece que mi creatividad se alimenta. Esconderte para que no te den es una postura aparentemente cobarde, pero sirve para sobrevivir. Aunque, a veces, por mucho que te escondas te llevas lo tuyo. Y eso es lo que proyectas en tus hijos, si los tienes. “Te van a dar más que a una estera, chaval o chavala”. Luego, lo que has de transmitir es capacidad para sobreponerse, eso y no vender un pegamento que no va a servir para mantenerte unido a la silla de montar.
Ahora, que ya no puedo retornar a los brazos de mi madre (el puente se ha roto), que la historia se culmina una vez más, los recuerdos ya no me sirven. Sólo hay presente. Un presente vasto y eterno. (¡Madre mía, lo que he influido en los demás!) . Lo de menos es estar equivocado, haber errado, lo que está de más es acertar. Y no acierto a encontrar las teclas que no desafinen. Bien es verdad que con frecuencia la canción suena a disco de oro.
La falta de ambición te reserva un camino monótono, sordo. La estridencia, el ritmo no funcionan cuando bailas solo. Recorrer las letras del breviario que has escrito sin proponértelo es recurrente, sirve, pero para escasos dos pasos; al tercero hay que inventar, forjar de nuevo el camino, una senda que nunca será tuya, porque únicamente se poseen los sueños.
A resultas de vivir se configura una imagen que, a duras penas, se semeja a la que tú pretendes. A resultas de vivir se construye una prisión en la que, unos por sobredosis y otros por inanición, todos nos suicidamos. Cumplir una promesa no tiene mérito, hacerla es lo que cuenta. El enunciado de todo problema contiene y esconde la respuesta. Así de rotundo, así de dogmático. Siempre puedes contestarte a una pregunta con otra, y así componer una cadena con la que fijarte a la inmovilidad. Deberíamos hacer más por nosotros mismos. En los dos sentidos. Acudir al vecino a por una pizca de sal debería ser un recurso, porque mejor que salar es condimentar. Al fin y a la postre, el guiso nos lo vamos a comer nosotros.
Está claro (?) que busco en estas líneas comprenderme, pero no menos quejarme de quien siempre me acompaña. A ti, abogado del diablo, te hablo. A ti que todo lo criticas. A ti, que eres capaz de lo peor y de lo mejor. A ti, que con tus limitaciones me limitas. A ti, que agazapado entre mis dudas siempre quieres tener razón. A ti, que roto en dos mitades irreconciliables, no me perdonas ni una; desde la barrera, o a toro pasado, se ve mejor la corrida.
He descubierto una nueva soledad. Aquella que sientes cuando te dejas caer. Siempre se está solo en la caída, por egoísmo propio o ajeno. Todos se apartan (o los apartas). Es como un efecto de vista. Parece que los demás suben, pero eres tú el que baja. Hay quien se aparta simplemente, quien huye despavorido y a quien tienes que empujar. Después todo vuelve a la normalidad. La caída se frena y el golpe parece acercar a quien se alejaba.
Escribir, bendita capacidad humana. Habríamos de escribirnos más cartas, y no digo unos a otros. Habríamos de hacernos más partícipes de nuestros propios asuntos. No somos solución a nadie. Sí lo somos a nosotros mismos (por eso somos prescindibles). En el otro sentido sí somos apoyo y obstáculo, además de indiferentes.
El tiempo, que creemos pasar, nunca se va. Se incrusta en nuestros poros, en nuestra voz, pergeñando planes. Deteriora articulaciones y engrasa la razón con enfoques inventados por su velocidad. Si no fuera porque no saca beneficio, el tiempo sería el parásito humano por excelencia. Y cuando la situación es de inmovilidad total, de apatía, donde solo cabe el llanto, somos conscientes de cómo se posa en nuestra piel, como embaraza nuestro útero creador. El tiempo es como un polvo que no rellena huecos, como el viento que esculpe vacíos y matices en el rostro de la Tierra. Convive y cohabita con su dueño en una ósmosis perfecta. Es inextricable, imposible de explicar, y, curiosamente, la variable que todo lo explica. Por el contrario, por mantenerse adherido a nuestro ser, es irrecuperable, es de lo poco que ni cuesta ni tiene precio, aunque le comparemos con el oro. Nunca habrá un El Dorado de tiempo, nunca habrá una América de donde traerlo, ni un albañal donde arrojarlo. Nuestro tiempo, como nuestros sueños, nos pertenece, pero, al contrario de éstos, es intransferible. Si acaso una unidad, un pequeño corpúsculo se congela, se pega al papel fotográfico para fijar el ayer, para oficializar el momento. Pero el tiempo no es una suma de unidades, no es una recta compuesta por infinitos puntos. El tiempo es una limitación de los sentidos, un margen de sensaciones que necesitan de él para que ocurran. Y hay muchos tiempos dispares: aquél, el nuestro, el mal o buen tiempo, los tiempos mejores, los tiempos en los que ocurrirán las mismas cosas, el pasado, el presente, el futuro, el tiempo de vivir, el de sentar la cabeza, el acumulado, la edad, etc. Sólo él hace cambiar. Somos meros espectadores de su silencio, de su continua llegada. El movimiento constante no se creará mientras no se domine el tiempo. Él es el carburante, la energía. Nada es tan sutil ni tan efectivo. El agua necesita tiempo, el aceite necesita tiempo, la creación necesitó de tiempo; unos dicen que siete días, otros opinan que miles de eones. Es tan silencioso y tangible como las arrugas de la piel. Sin él, la fuerza, la potencia, la velocidad, el calor o el frío tienen sentido (sólo aquello que perdura lo tiene). Ni siquiera Dios, porque la eternidad se me hace añicos entre las manos sin su presencia. ¿Será él el dios que todo lo ve, que todo lo puede? ¿Será la paciencia la mejor virtud o la mejor herramienta para tallarlo? Hasta en el lenguaje se disimula, se viste de siempre y de nunca, de ya llegará y de historia. Y siempre es presente. Tiene la capacidad de la omnipresencia, de la ubicuidad, de la estanqueidad y de la volatilidad. Es una veta inagotable. Es más, cuanto más sacas más queda por extraer. Es fuente inagotable que agota vidas, siglos, milenios, eones. Se lo traga todo, hasta nuestros errores. El poeta lo definió (interpreto) como el canto de los pájaros en el instante siguiente a nuestra muerte. Solo la inocencia parece detenerlo, por eso la ataca, la vence fungiendo de experiencia, de crecimiento físico y mental. Una vez que la agota sigue su curso como un río que nunca desembocará en un más allá, más allá que él mismo define para no dar explicaciones. Cualquier tiempo aboca en otro. Cualquier tiempo es inmortal. Por todo ello respeto mi tiempo.
lunes, 19 de noviembre de 2007
¡Hasta pronto!
Dicen que la distancia es el olvido. Pero también es el ... Para Sara
....
....
Dicen que la distancia es el olvido. Pero también es el recuerdo. El vacío temporal que una persona deja es directamente proporcional al tiempo que hemos convivido con ella, con sus defectos, con sus manías, con su sonrisa, con su apoyo, … En la distancia el amor (si no es un capricho) crece, borra los errores, los malos momentos y enmarca con halo ideal lo buenamente compartido. Y, si es un hijo o una hija, mucho más. Que te vaya lindo, Sara, y que vuelvas pronto. Aquí te esperamos.
sábado, 17 de noviembre de 2007
De cuando Mendrugo no hizo la menor falta
A Mendrugo, las conversaciones que mantenía con aquel niño, que siempre sería analfabeto, le impresionaban.
..... Mohamed, que nacería huérfano de padre, perdería también a su madre a la edad de seis años. Ya de vuelta a La Meca fue tutelado dos años por su abuelo Abd al-Muttalib, y después de la muerte de éste, sería su tío Abu-Talib el que se hiciera cargo de él. Todos esos acontecimientos, como en cualquier otra vida, cambiarían el rumbo de la de Mohamed.
Mendrugo, a pesar del entorno hostil (vivir entre una tribu beduina no es nada fácil pero fortalecía el cuerpo y el espíritu), confiaba en que un día, ayudado por Halima, la aya de niño, conseguiría enseñarle a leer y a escribir. Pero el retiro durante los primeros meses de vida en el desierto fue sucedido por la larga convalecencia de su madre, y a pesar de ser criado en un entorno rico y acomodado, Mohamed nunca sentiría la más mínima necesidad de aprender a expresarse con la pluma, ni a entender aquello que aparecía escrito en la piedra o en el hueso.
..... En cambio, desarrolló un interés poco común por escuchar.
..... Sabido es que las gentes árabes gustan de las charlas en corrillo, de la comunicación oral. Cada y cuando que podía, el pequeño Mohamed se infiltraba entre los amigos y extranjeros, todos invitados, que llegaban a la casa familiar. Unas veces oculto y otras con el consentimiento de sus mayores, se pasaba tardes enteras escuchando lo que viajeros, comerciantes y vecinos hablaban con su abuelo o con su tío. Incluso después de acompañar a su madre durante trozos de mañanas, en vez de obedecer su orden de dejarla sola con familiares y allegados, gentes que venían a interesarse por su salud y a aliviar su enfermedad, se quedaba y escuchaba sus conversaciones tras la celosía que adornaba la habitación de su madre. Ella lo sabía, pero jamás le reprendió. Su velada presencia le hacía mejor que todas las visitas, pero la ley natural de la hospitalidad la obligaba a guardar las formas, y a agradecer con intimidad y buenas palabras la preocupación que leía en los ojos de quienes se acercaban a su lecho.
..... Mendrugo veía en los ojos del niño una luz especial, mirada que le recordaba la de otro crío, Isa, que había conocido en los Montes de Judea, durante la ocupación romana, y que tanto se parecían. Hasta el extremo que la única y gran diferencia entre uno y otro sería la que aportarían sus interpretadores, sus fieles seguidores.
Aquel brillo de sus oscuros ojos llegaría a convencer a Mendrugo, y le llevaría a aceptar la negativa final que Mohamed arguyó para alejarse de la escritura y de la lectura definitivamente.
..... —Mendrugo, si yo aprendiera esas artes, nunca se entendería el cambio que el mundo sufrirá.
..... En aquellas palabras Mendrugo entendió que, si bien el lenguaje escrito es un tesoro, no es una necesidad, ni un aval para que una persona pase por el mundo sin pena ni gloria.
..... —Otros escribirán la historia. Yo me limitaré a cambiarla.
..... —Sea pues, Mohamed. En mis competencias no cabe ni la prohibición ni la imposición. Mañana marcharé. No tiene sentido poner a tu disposición una biblioteca que jamás usarás. Y aunque el tiempo no me importa, el tuyo es precioso.
..... —Ve a lo tuyo, Mendrugo. Llegará el día en que yo deba ponerme a lo mío. Mientras tanto, que Dios nos ilumine.
..... Mohamed, que nacería huérfano de padre, perdería también a su madre a la edad de seis años. Ya de vuelta a La Meca fue tutelado dos años por su abuelo Abd al-Muttalib, y después de la muerte de éste, sería su tío Abu-Talib el que se hiciera cargo de él. Todos esos acontecimientos, como en cualquier otra vida, cambiarían el rumbo de la de Mohamed.
Mendrugo, a pesar del entorno hostil (vivir entre una tribu beduina no es nada fácil pero fortalecía el cuerpo y el espíritu), confiaba en que un día, ayudado por Halima, la aya de niño, conseguiría enseñarle a leer y a escribir. Pero el retiro durante los primeros meses de vida en el desierto fue sucedido por la larga convalecencia de su madre, y a pesar de ser criado en un entorno rico y acomodado, Mohamed nunca sentiría la más mínima necesidad de aprender a expresarse con la pluma, ni a entender aquello que aparecía escrito en la piedra o en el hueso.
..... En cambio, desarrolló un interés poco común por escuchar.
..... Sabido es que las gentes árabes gustan de las charlas en corrillo, de la comunicación oral. Cada y cuando que podía, el pequeño Mohamed se infiltraba entre los amigos y extranjeros, todos invitados, que llegaban a la casa familiar. Unas veces oculto y otras con el consentimiento de sus mayores, se pasaba tardes enteras escuchando lo que viajeros, comerciantes y vecinos hablaban con su abuelo o con su tío. Incluso después de acompañar a su madre durante trozos de mañanas, en vez de obedecer su orden de dejarla sola con familiares y allegados, gentes que venían a interesarse por su salud y a aliviar su enfermedad, se quedaba y escuchaba sus conversaciones tras la celosía que adornaba la habitación de su madre. Ella lo sabía, pero jamás le reprendió. Su velada presencia le hacía mejor que todas las visitas, pero la ley natural de la hospitalidad la obligaba a guardar las formas, y a agradecer con intimidad y buenas palabras la preocupación que leía en los ojos de quienes se acercaban a su lecho.
..... Mendrugo veía en los ojos del niño una luz especial, mirada que le recordaba la de otro crío, Isa, que había conocido en los Montes de Judea, durante la ocupación romana, y que tanto se parecían. Hasta el extremo que la única y gran diferencia entre uno y otro sería la que aportarían sus interpretadores, sus fieles seguidores.
Aquel brillo de sus oscuros ojos llegaría a convencer a Mendrugo, y le llevaría a aceptar la negativa final que Mohamed arguyó para alejarse de la escritura y de la lectura definitivamente.
..... —Mendrugo, si yo aprendiera esas artes, nunca se entendería el cambio que el mundo sufrirá.
..... En aquellas palabras Mendrugo entendió que, si bien el lenguaje escrito es un tesoro, no es una necesidad, ni un aval para que una persona pase por el mundo sin pena ni gloria.
..... —Otros escribirán la historia. Yo me limitaré a cambiarla.
..... —Sea pues, Mohamed. En mis competencias no cabe ni la prohibición ni la imposición. Mañana marcharé. No tiene sentido poner a tu disposición una biblioteca que jamás usarás. Y aunque el tiempo no me importa, el tuyo es precioso.
..... —Ve a lo tuyo, Mendrugo. Llegará el día en que yo deba ponerme a lo mío. Mientras tanto, que Dios nos ilumine.
..... —No quiero faltaros, ni a Él ni a ti, pero a mí ya me alumbra la luz de toda la inocencia, incluso la tuya. Pero, si tú lo deseas, nunca sobra un candil de más cuando las luces interiores se apagan.
viernes, 16 de noviembre de 2007
A quien le interese.
Ahora van los de Mundo Picho y dicen que Giuseppe ha muerto. Ya les he dicho que no me lo creo. Que no puede ser. Yo estoy en que se lo han cargado, que estaban hartos de él. Aunque es una incongruencia, porque recuerdo que los pichos tuvieron que intervenirle quirúrgicamente a vida o muerte. No lo entiendo. No puedo entender que un león, pequeño, pero león, sufra un accidente por el Magreb. En fin, que me he llevado un disgusto y les he puesto a bajar de un burro. Como dice un poeta que no he leído, y cuyo nombre engrosa mi largo trauma de olvidar como se llama hasta mi madre, soy un “pesimista feliz”. Que traducido por mí, y dentro del contexto de la entrevista que sí he leído, es como decir que lo veo negro, pero mantengo la esperanza no sé de qué. Bendito sea Giuseppe. Benditos sean todos los que me hacen soñar. Esta noche, cuando me reúna con la almohada, montaré un homenaje e intentaré soñar con ese simpático leoncito, que yo, en su momento, confundí con un osezno de peluche.
jueves, 15 de noviembre de 2007
El brujo
Cuando el hombre no terminaba de serlo y sólo se asomaba a su futura condición, el brujo ya existía. Dominaba el mundo de los muertos, de los vivos y de los sueños. Las cabezas de animales, cobrados y digeridos, de las que colgaban las pieles correspondientes, encimaban las suyas como signo de distinción y jerarquía. Hasta de cazar estaban rebajados.
..... Ogurdnem era uno de ellos. Y en un ritual, del que volvería por la sendas del silencio, congregó un futuro en el que su tribu tenía palabras para todo. En esa ocasión retornó de su trance con los sentidos anegados por el miedo. No transmitió nada. Nada interpretó. Nada dibujó. El respeto de sus congéneres le protegía, tanto como él celaba del fuego.
..... Esa noche, después de remedar el canto de los pájaros diurnos, para ahuyentar espíritus habituales de la oscuridad, en la penumbra de la gruta comunal y tapado con su ajada piel de oso, no durmió; fijó sus ojos en la gran fogata que tapaba la boca de la gran caverna. Y el fuego le habló. Aquello que las llamas le sugerían anestesió su descanso. Un millón de danzas bailaron las altas llamaradas; le susurraron un millón de suspiros. El crepitar de la leña, su chisporroteo, ponía el fondo musical a ese primitivo ballet. Jamás pudo comunicar a su tribu que la Tierra les engulliría, que de sus cenizas nacerían otras criaturas que anidarían en el umbral de los sueños reales, en la frontera que ellos nunca traspasarían. Pero Ogurdnem murió antes que el fuego evocador dijera su última palabra. Vislumbró, eso sí, el primer estadio de los que llegarían y reinarían: sólo niños y niñas danzando a ritmo de inocentes juegos.
..... Ogurdnem era uno de ellos. Y en un ritual, del que volvería por la sendas del silencio, congregó un futuro en el que su tribu tenía palabras para todo. En esa ocasión retornó de su trance con los sentidos anegados por el miedo. No transmitió nada. Nada interpretó. Nada dibujó. El respeto de sus congéneres le protegía, tanto como él celaba del fuego.
..... Esa noche, después de remedar el canto de los pájaros diurnos, para ahuyentar espíritus habituales de la oscuridad, en la penumbra de la gruta comunal y tapado con su ajada piel de oso, no durmió; fijó sus ojos en la gran fogata que tapaba la boca de la gran caverna. Y el fuego le habló. Aquello que las llamas le sugerían anestesió su descanso. Un millón de danzas bailaron las altas llamaradas; le susurraron un millón de suspiros. El crepitar de la leña, su chisporroteo, ponía el fondo musical a ese primitivo ballet. Jamás pudo comunicar a su tribu que la Tierra les engulliría, que de sus cenizas nacerían otras criaturas que anidarían en el umbral de los sueños reales, en la frontera que ellos nunca traspasarían. Pero Ogurdnem murió antes que el fuego evocador dijera su última palabra. Vislumbró, eso sí, el primer estadio de los que llegarían y reinarían: sólo niños y niñas danzando a ritmo de inocentes juegos.
..... Por eso aquel brujo murió feliz y en paz, acuclillado delante de la pira defensiva, en un vano intento de columbrar un futuro que no le correspondía. Envuelto en la piel de oso, yace desde entonces en la sima del ignoto y evocador pasado, cerca de la condición humana. Los eslabones no se pierden, ocurre que no se encuentran.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Las gafas de Mendrugo
El esfuerzo era notable. Cada vez que Mendrugo encaraba una tarea se encontraba con el mismo problema: la comunicación. Siempre habría un niño que le exigiese. Debía pasar del griego clásico al arameo, de éste al latín de Roma, luego al maltés y al hebreo y así sucesivamente. Conocer todos los idiomas era innato en Mendrugo, distinguirlos y separarlos era otra cosa. Con el árabe se liaba más que con otros, aunque la variedad de dialectos hablados en China era caso a parte. El batiburrillo que formaba con todos ellos era inextricable para el niño cantonés, al que podía suceder otro que hablara el mandarín y más tarde el hui.
..... Y fue allá por el siglo X de esta era que Mendrugo sintió la necesidad de ponérselo más fácil a los chiquillos. Lo de menos era el esfuerzo que él tenía que hacer, al final siempre terminaba por centrarse, pero hasta ese momento el diálogo sufría.
..... Un día, sentado en la orilla de un río, observó la noria de un molino. Cada cangilón, en su movimiento rotatorio, cogía el agua que le cabía, lo soltaba en la artificial acequia y volvía a por más. En ese trabajo circular y en equipo, el eje al que estaba fijada la gran rueda transmitía su movimiento a la piedra de moler. Como quiera que se distraía con un niño que hablaba el pínghuà, jugando con los colores de objetos translúcidos que había coleccionado para la ocasión, y como estaban en plena época de lluvias, las nubes comenzaron su goteo al otro lado del río. La tarde era calma, no había viento. El sol que, también les acompañaba y les daba en la espalda, quiso inmiscuirse en el juego, y por su tozudez y el manso caer de las uniformes gotas se formó el arco iris. Con él se dibujó la alegría en los rostros de los dos jugadores, y una idea en la cabeza de Mendrugo.
..... —Mira, Joaquin, si…
..... —No me llamo Hoaqin, me llamo Goqing, Mendrugo —dijo el niño con paciencia.
..... —Pues mira, Goquing, si observas el regenboog a través de este objeto violeta, ese color desaparece del arco.
..... —¿Regen qué?
..... —Regenboog —repitió Mendrugo siguiendo el brillante arco dibujado en el cielo con el dedo—. ¿No lo ves?
..... —Claro que lo veo, pero eso no es un regebook, es el arco iris.
..... —Eso, eso, el arco iris. Regenboog es una palabra neerlandesa, perdona.
..... —A ver… —Goqing miró a través del trozo de vidrio—. Es verdad. También haces desaparecer colores.
..... —No, no soy yo. El color del cristal por el que se mira matiza el objeto mirado. Solo es eso.
..... —¿Y dónde está el caldero?
..... —¿Qué caldero?
..... —El del oro que brilla.
..... —No, Goquing, eso es una bonita leyenda. El arco iris es la alegría del sol y el agua al jugar juntas. Es el guiño de la naturaleza que quiere que nosotros participemos. Sabes, los rayos del sol se meten en las gotas, las hacen cosquilla, y el agua los empuja y hace que se abran en un abanico de colores.
..... —¿Tú lo sabes todo?
..... —No. Yo sé lo que tú sabes y lo que saben todos los niños.
..... —Entonces, sabes poco.
..... —Mira tú, paso del conocimiento absoluto al desconocimiento total. ¿Qué te parece?
..... La conversación siguió, pero en la memoria de Mendrugo quedó almacenado un dato que no tenía nada que ver con el arco iris, regenboog, rainbow o cualquier palabra en cualquier idioma que define el juego del sol con la lluvia. Aunque, la verdad, algo sí tenía que ver, pues Mendrugo observó que mientras miraba por el trozo de cristal violeta, no se equivocaba de idioma.
..... Al día siguiente, con ese dato en la cabeza y como la forma y el tamaño del cristal se lo permitieron, se lo encajo en la cuenca de su ojo derecho (más de una vez se le caería) y notó que en la conversación con Goquing no se equivocó ni una sola vez. Así descubrió Mendrugo, que los cristales de colores no solo servían para modificar los objetos mirados, sino también para mejorar su capacidad de concentración en el idioma que debía hablar.
..... Con el tiempo conseguiría atesorar vidrios de todos los colores, catalogarlos y relacionarlos con un idioma. La ocupación le llevo siglos, pero Mendrugo ni lo notó. Y así, jugando un día en Italia con Leonardo, un niño florentino de Anchiano, muy despierto y avispado, éste le propuso construir una máquina que le facilitara la búsqueda del cristal a través de su referencia idiomática. También fue Leonardo quien le propuso montar los cristales sobre un armazón que se sujetaría en la nariz y en las orejas de Mendrugo. Y a ello se pusieron, y con ello se divirtieron. Y con ello acabó uno de los problemillas que Mendrugo siempre había tenido.
..... Y fue allá por el siglo X de esta era que Mendrugo sintió la necesidad de ponérselo más fácil a los chiquillos. Lo de menos era el esfuerzo que él tenía que hacer, al final siempre terminaba por centrarse, pero hasta ese momento el diálogo sufría.
..... Un día, sentado en la orilla de un río, observó la noria de un molino. Cada cangilón, en su movimiento rotatorio, cogía el agua que le cabía, lo soltaba en la artificial acequia y volvía a por más. En ese trabajo circular y en equipo, el eje al que estaba fijada la gran rueda transmitía su movimiento a la piedra de moler. Como quiera que se distraía con un niño que hablaba el pínghuà, jugando con los colores de objetos translúcidos que había coleccionado para la ocasión, y como estaban en plena época de lluvias, las nubes comenzaron su goteo al otro lado del río. La tarde era calma, no había viento. El sol que, también les acompañaba y les daba en la espalda, quiso inmiscuirse en el juego, y por su tozudez y el manso caer de las uniformes gotas se formó el arco iris. Con él se dibujó la alegría en los rostros de los dos jugadores, y una idea en la cabeza de Mendrugo.
..... —Mira, Joaquin, si…
..... —No me llamo Hoaqin, me llamo Goqing, Mendrugo —dijo el niño con paciencia.
..... —Pues mira, Goquing, si observas el regenboog a través de este objeto violeta, ese color desaparece del arco.
..... —¿Regen qué?
..... —Regenboog —repitió Mendrugo siguiendo el brillante arco dibujado en el cielo con el dedo—. ¿No lo ves?
..... —Claro que lo veo, pero eso no es un regebook, es el arco iris.
..... —Eso, eso, el arco iris. Regenboog es una palabra neerlandesa, perdona.
..... —A ver… —Goqing miró a través del trozo de vidrio—. Es verdad. También haces desaparecer colores.
..... —No, no soy yo. El color del cristal por el que se mira matiza el objeto mirado. Solo es eso.
..... —¿Y dónde está el caldero?
..... —¿Qué caldero?
..... —El del oro que brilla.
..... —No, Goquing, eso es una bonita leyenda. El arco iris es la alegría del sol y el agua al jugar juntas. Es el guiño de la naturaleza que quiere que nosotros participemos. Sabes, los rayos del sol se meten en las gotas, las hacen cosquilla, y el agua los empuja y hace que se abran en un abanico de colores.
..... —¿Tú lo sabes todo?
..... —No. Yo sé lo que tú sabes y lo que saben todos los niños.
..... —Entonces, sabes poco.
..... —Mira tú, paso del conocimiento absoluto al desconocimiento total. ¿Qué te parece?
..... La conversación siguió, pero en la memoria de Mendrugo quedó almacenado un dato que no tenía nada que ver con el arco iris, regenboog, rainbow o cualquier palabra en cualquier idioma que define el juego del sol con la lluvia. Aunque, la verdad, algo sí tenía que ver, pues Mendrugo observó que mientras miraba por el trozo de cristal violeta, no se equivocaba de idioma.
..... Al día siguiente, con ese dato en la cabeza y como la forma y el tamaño del cristal se lo permitieron, se lo encajo en la cuenca de su ojo derecho (más de una vez se le caería) y notó que en la conversación con Goquing no se equivocó ni una sola vez. Así descubrió Mendrugo, que los cristales de colores no solo servían para modificar los objetos mirados, sino también para mejorar su capacidad de concentración en el idioma que debía hablar.
..... Con el tiempo conseguiría atesorar vidrios de todos los colores, catalogarlos y relacionarlos con un idioma. La ocupación le llevo siglos, pero Mendrugo ni lo notó. Y así, jugando un día en Italia con Leonardo, un niño florentino de Anchiano, muy despierto y avispado, éste le propuso construir una máquina que le facilitara la búsqueda del cristal a través de su referencia idiomática. También fue Leonardo quien le propuso montar los cristales sobre un armazón que se sujetaría en la nariz y en las orejas de Mendrugo. Y a ello se pusieron, y con ello se divirtieron. Y con ello acabó uno de los problemillas que Mendrugo siempre había tenido.
martes, 13 de noviembre de 2007
Los símbolos también prescriben
Más tarde o más temprano tenía que ocurrir.
La confusión no deja de tener sentido, y más por la insistencia de la megafonía de las instituciones, de los medios de comunicación, de la propaganda monárquica y de los viajes institucionales.
Para una generación que pocas cosas ha tenido claras, el Che era una playa donde olvidar el capitalismo. Pero ni eso, va un joven y descalabra el símbolo, y si no, pulsar aquí y veréis de lo que hablo.
La jodimos, tía Manuela.
Nota:-No por esto, pero Mundo Picho no debería morir.
La confusión no deja de tener sentido, y más por la insistencia de la megafonía de las instituciones, de los medios de comunicación, de la propaganda monárquica y de los viajes institucionales.
Para una generación que pocas cosas ha tenido claras, el Che era una playa donde olvidar el capitalismo. Pero ni eso, va un joven y descalabra el símbolo, y si no, pulsar aquí y veréis de lo que hablo.
La jodimos, tía Manuela.
Nota:-No por esto, pero Mundo Picho no debería morir.
1808 y sin novedad
Mendrugo, al ver al soldado francés amartillar el mosquetón y echárselo al hombro, se interpuso entre el cañón y la garganta de Manuela. Era consciente de que no podía detener la bala. De que el plomo solo podría hacerle daño si llegaba al joven cuerpo de la quinceañera. Y fue lo que ocurrió. Lo último en caer al suelo fueron las tijeras que la moza enarbolaba en aras de su libertad. Los franceses ni le vieron. Ni durante el altercado inicial, ni cuando llegó el teniente y su pelotón. Manuela, mostoleña, daría su vida y su nombre a un barrio de Madrid. Mendrugo, desconsolado, con un miembro menos, recogería las tijeras del suelo, junto a su alegría, y seguiría camino por la calle de San Bernardo sin olvidar jamás lo aprendido y lo ilógico: que la libertad tiene un precio que a veces dan ganas de no pagar. Mil ochocientos ocho, y todo seguía igual.
Deseos
Hoy quiero cancelar mis hipotecas
con golpes en la mesa.
.
Hoy quiero ser soldado y feliz.
.
Hoy quiero cabalgar a Babieca,
blandir la Tizona
y conquistar Valencia.
.
Hoy quiero que las notas de mis hijos
suenen a matrícula de honor.
.
Hoy quiero que mi firma sea aval
y no tener que escuchar.
.
Hoy quiero que el tiempo se detenga
que ni pase ni intervenga,
que me deje sufrir en paz.
.
Hoy quiero no tener que fichar,
que la rutina se arruine,
que se suicide en un arrabal.
.
Hoy quiero joder a destajo
aunque sea al cabronazo
que me atiende en el bar.
.
Hoy quiero confundir lo sublime con lo vulgar
a Reverte con Borges, el trabajo con riqueza
y el amor con sexualidad.
.
Hoy quiero pasar de la ducha y olerme mal.
.
Hoy quiero ganar el mundial
con un gol de rabona
en el minuto final.
.
Hoy no quiero escribir más.
.
Hoy quiero ser normal.
con golpes en la mesa.
.
Hoy quiero ser soldado y feliz.
.
Hoy quiero cabalgar a Babieca,
blandir la Tizona
y conquistar Valencia.
.
Hoy quiero que las notas de mis hijos
suenen a matrícula de honor.
.
Hoy quiero que mi firma sea aval
y no tener que escuchar.
.
Hoy quiero que el tiempo se detenga
que ni pase ni intervenga,
que me deje sufrir en paz.
.
Hoy quiero no tener que fichar,
que la rutina se arruine,
que se suicide en un arrabal.
.
Hoy quiero joder a destajo
aunque sea al cabronazo
que me atiende en el bar.
.
Hoy quiero confundir lo sublime con lo vulgar
a Reverte con Borges, el trabajo con riqueza
y el amor con sexualidad.
.
Hoy quiero pasar de la ducha y olerme mal.
.
Hoy quiero ganar el mundial
con un gol de rabona
en el minuto final.
.
Hoy no quiero escribir más.
.
Hoy quiero ser normal.
domingo, 11 de noviembre de 2007
Sobre opiniones no hay nada escrito
Caricaruras bajadas de: homopoliticus.blogia.com/2007/julio.php (Hugo)
Caricaruras bajadas de: derechoopinion.wordpress.com (Jose Mari)
sábado, 10 de noviembre de 2007
Un origen (otros habrá)
Hace tres mil millones de años (¿tiene sentido esta cantidad?) que las aguas son.
....Mendrugo todavía no era.
....Mendrugo todavía no era.
....Ni Mendrugo, ni Cristo, ni primate que criar.
....La referencia no es más que para ubicarnos, para dejar claras dos cosas:
..........
......... 1º Que la vida en la Tierra debió de nacer por aquel tiempo
......... 2º Que la ciencia nunca prescindirá de la imaginación (por-
......... que en el fondo, ¿cuántos son tres mil millones de años si
......... de los mares conocemos lo. mismo .que .de la .infancia. de
.. ...... Cervantes?).
de la
... Pues eso, que al estar hoy aquí, me parece que todos venimos del mismo origen, más que les pese a algunos cuya mentalidad ha evolucionado poco desde entonces. Y no es broma, que, por desgracia, muchas mujeres y muchos niños lo sufren en su diaria condena.
viernes, 9 de noviembre de 2007
La iglesia de Entrevías y la otra
Nunca pensé que cambiar de nombre a un objeto pudiera solucionar un problema. Y si, en su momento (6-4-2007) critiqué, además de otras, la postura que tomó la Iglesia respecto a la iglesia de Entrevías, hoy he de felicitar a quien, dejando a un lado aquello que desune, ha encontrado una solución para mantenerse juntos. Es difícil que en un encontronazo de intereses ganen todas las partes. En este caso ha ocurrido. Felicidades a todos.
......
Nota:- Para quien no lo sepa la parroquia citada se llama ahora centro pastoral, así lo ha debido de decidor el obispo o arzobispo; y hasta su coletilla me parece bien ("Pero respetad la liturgia, por favor) porque cada uno debe ser fiel a sus creencias. No se trata de convencer a nadie, sino de andar juntos.
......
Nota:- Para quien no lo sepa la parroquia citada se llama ahora centro pastoral, así lo ha debido de decidor el obispo o arzobispo; y hasta su coletilla me parece bien ("Pero respetad la liturgia, por favor) porque cada uno debe ser fiel a sus creencias. No se trata de convencer a nadie, sino de andar juntos.
jueves, 8 de noviembre de 2007
¡Hay que ver como semos!
—Dichosos aquéllos que dieron su vida por la Cruz. Santos los hará la Iglesia y dichosos serán al llegar a presencia del Altísimo.
.......... Esto decía un cura, allá por los cuarenta del siglo pasado.
.......... Y estotro contestaba un muchacho que no levantaba diez palmos del suelo.
.......... —Pues ocasiones ha perdido usted para que le vistan de santo y otras tantas para visitar al Padre.
.......... A resultas de aquello, el que así había hablado, ya con otros diez palmos más, no encontraría fecha libre en la iglesia de su pueblo para formalizar sus ganas de hembra.
.......... —Pues ocasiones ha perdido usted para que le vistan de santo y otras tantas para visitar al Padre.
.......... A resultas de aquello, el que así había hablado, ya con otros diez palmos más, no encontraría fecha libre en la iglesia de su pueblo para formalizar sus ganas de hembra.
martes, 6 de noviembre de 2007
Curioso origen el de las guerras
Me enteré la primavera pasada (siempre hay una) por la televisión (doble alegría) que las causas de las guerras, referidas a intereses comerciales o económicos, son menos que aquellas otras que se corresponden con el modo de agrupar y clasificar prójimos, y que sólo los humanos usamos. Eso, al menos, han deducido ciertos científicos. Y no es que me crea todo lo que oigo (no soy tan ingenuo); mas, siendo considerable el tiempo que he tenido para pensar en ello, llego a la conclusión de que hay mucha verdad en esa información. Lo traigo a colación pues va llegándome la hora (ya está bien) de arrancarme tópicos y sacudirme eslóganes ambidiestros. Nunca es tarde para aprender, ni para ensanchar miras. Hoy, mejor aseado de conciencia, me noto un poquito más libre y más ágil para observar lo que me rodea. Sea para bien y para seguir pensando, porque como Borges escribió, pensar es olvidar diferencias.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Un recuerdo
Hoy me llega, como una brisa triste, un recuerdo fresco.
..........Se ha quedado conmigo unos instantes, los suficientes para romper mi rutina.
..........Tuve un amigo que murió (los del barrió dijeron que de leucemia).
..........He perdido su nombre entre los cuarenta años que le sobrevivo. Acaso Rubén, pero da igual, porque mi barrio tampoco existe. Se mantiene en mi mundo por las mismas razones que el supuesto Rubén. Él fue de tez morena, pelo excesivamente negro. Fue vecino de Olavide, yo lo fui de Chamberí, y en la calle Trafalgar nos conocimos. Yo bajaba por Manuel Cortina, cruzaba Luchana, andaba la calle Garcilaso y llegaba a mi destino por su calle, Alburquerque. Aquel pastor alemán…, aquella ferretería que hacia esquina…, aquel no mirar para cruzar, aquel portal atragantado de escaleras y humedad… Huía de la placita (plaza de Chamberí), donde me hice niño, por eso mismo, por serlo y por no querer serlo. Hoy, que aún lo soy, quisiera entender las ausencias como antes, quizás porque el presente tiene menos futuro. Rubén se fue y en aquel tiempo no dejó un hueco entre nosotros. Otros lo llenaron. Los niños no recuerdan, no tienen qué.
..........Se ha quedado conmigo unos instantes, los suficientes para romper mi rutina.
..........Tuve un amigo que murió (los del barrió dijeron que de leucemia).
..........He perdido su nombre entre los cuarenta años que le sobrevivo. Acaso Rubén, pero da igual, porque mi barrio tampoco existe. Se mantiene en mi mundo por las mismas razones que el supuesto Rubén. Él fue de tez morena, pelo excesivamente negro. Fue vecino de Olavide, yo lo fui de Chamberí, y en la calle Trafalgar nos conocimos. Yo bajaba por Manuel Cortina, cruzaba Luchana, andaba la calle Garcilaso y llegaba a mi destino por su calle, Alburquerque. Aquel pastor alemán…, aquella ferretería que hacia esquina…, aquel no mirar para cruzar, aquel portal atragantado de escaleras y humedad… Huía de la placita (plaza de Chamberí), donde me hice niño, por eso mismo, por serlo y por no querer serlo. Hoy, que aún lo soy, quisiera entender las ausencias como antes, quizás porque el presente tiene menos futuro. Rubén se fue y en aquel tiempo no dejó un hueco entre nosotros. Otros lo llenaron. Los niños no recuerdan, no tienen qué.
domingo, 4 de noviembre de 2007
El charco real
Cuando un hombre se mete en un charco, se moja. Cuando lo hace un rey salpica a todos los que le rodean.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Uno de los partos de la escritura
—Pero, Señor, algo habrá que inventar para comunicar a quien no os oye aquello que deseáis.
..........—Basta ya, Mendrugo. ¡Basta! ¿No tenéis bastante ya con haber promovido que los niños no trabajen en los campos y no asistan a los sacrificios ante el dios Osergorp? Mi paciencia tiene un límite.
..........—Tan solo escuchadme un momento más. Se trata de perpetuar vuestras palabras.
..........—Que os encarguéis de mis hijos no os avala para intervenir en otros asuntos.
..........—Pero, pensad en ello, Majestad. Que los hijos de vuestros hijos conozcan de primera mano vuestros mandatos, vuestras leyes. Que vuestra palabra os sobreviva…
..........—Mis edictos, y los de mis ancestros, serán voceados siempre como hasta ahora. En las plazas, en los zocos, en los foros.
..........—Pero así nadie que no esté presente podrá enterarse, ni contestaros. Señor, las ideas se pierden…
..........—¡Mis órdenes no las protesta nadie, Mendrugo! Con respecto a que no se enteren, dudo que alguien no se lo cuente a alguien. Más les vale… Y referente a las ideas, pocas son las que merecen la pena.
..........—Habrá algún pensamiento merecedor de la eternidad, aunque sea vuestro.
..........—Menos ironías o vuestra vieja cabeza rodará por las escaleras del Templo a Sotanàt.
..........—Me refería a proponeros, a rogaros. ¿Cuál de vuestros súbditos puede acercarse a vuestra Majestad? ¿Cuántos pueden alabaros?
..........—¿Eso es lo que pretendéis ahora? Lisonjearme para que ceda. La más vil artimaña del hombre necio y frágil.
..........—No es eso, Señor.
..........—Pues lo parece. Y también me parece mentira oír ese tipo de halagos en vuestra boca. No os he dado motivos.
..........—Ni yo os los he quitado, Majestad.
Aquella conversación, que terminó sin que el rey Rodatcid cediera ante la petición de Mendrugo, no llevó, en principio, a nada. Mas, por avatares del destino, sería la semilla que germinaría en una orden por señas para que la antigua petición de inventar un lenguaje, que no fuera hablado, llegara a buen término. Pocas de las cuestiones más importantes para la especie humana se basan en un hecho científico y planeado. Y así, en aquella región, cuyos habitantes reinaban en un basto mundo (en la Edad Indeterminada los mundos eran muchos), nacería el lenguaje escrito. Rudimentario, pero escrito.
..........Reuniéronse los sabios de la corte del rey, y trasmitidas las órdenes reales a través del propio Mendrugo, único súbdito que su Majestad soportaba después de haber perdido el habla, se pusieron a buscar una solución. No era cuestión de que el rey interpretara por gestos sus deseos, y menos los referidos a asuntos de estado. Quedaba Mendrugo en un rincón de aquella sala donde cada sabio, cada consejero intentaba gritar más para mejor hacer oír sus necedades.
..........Siendo la época seca, cada cierto tiempo los siervos de palacio humedecían el suelo con agua. Lo hacían con dos grandes odres unidos por un palo que cargaban en su cerviz. Los pellejos, con agujeros en el fondo, rozaban la tierra del piso, y dejaban caer, sin salpicar a los presentes, el agua que mataba el polvo. Entre los que hoy llamaríamos regadores había un joven bajito, tan feo como el dios Oinomed (dios de las tinieblas). Cualquiera que le viera regar y refrescar el suelo hubiera pensado que había nacido para ello. Una joroba adornaba su espalda, y el travesaño donde descansaba el peso del agua, se encajaba en ella, de tal suerte que no necesitaba usar las manos para manejar el artilugio en cuestión. También se le tenía por loco inofensivo (no todos lo son), pues, sin que hubiera celebración, ni música ni motivo aparentes, siempre parecía bailar.
..........Mendrugo intentaba centrarse en la discusión, discusiones realmente, que se desarrollaba ante él. Pero era incapaz. Al poco de empezar la gritería se aislaba de la trifulca acudiendo a sus pensamientos: «Debía haber una forma sencilla». Menos simplona que la última oída antes de ensimismarse: “Meteremos la voz en una tinaja y la sellaremos con barro”. A lo que otro contestó que una vez abierta se perdería su contenido, y otro recordó que el rey ya no hablaba. La gritada idea del sabio Oicen quedaba por tanto desestimada, y lo que era peor para él, era tomada por una estupidez.
..........
..........—Basta ya, Mendrugo. ¡Basta! ¿No tenéis bastante ya con haber promovido que los niños no trabajen en los campos y no asistan a los sacrificios ante el dios Osergorp? Mi paciencia tiene un límite.
..........—Tan solo escuchadme un momento más. Se trata de perpetuar vuestras palabras.
..........—Que os encarguéis de mis hijos no os avala para intervenir en otros asuntos.
..........—Pero, pensad en ello, Majestad. Que los hijos de vuestros hijos conozcan de primera mano vuestros mandatos, vuestras leyes. Que vuestra palabra os sobreviva…
..........—Mis edictos, y los de mis ancestros, serán voceados siempre como hasta ahora. En las plazas, en los zocos, en los foros.
..........—Pero así nadie que no esté presente podrá enterarse, ni contestaros. Señor, las ideas se pierden…
..........—¡Mis órdenes no las protesta nadie, Mendrugo! Con respecto a que no se enteren, dudo que alguien no se lo cuente a alguien. Más les vale… Y referente a las ideas, pocas son las que merecen la pena.
..........—Habrá algún pensamiento merecedor de la eternidad, aunque sea vuestro.
..........—Menos ironías o vuestra vieja cabeza rodará por las escaleras del Templo a Sotanàt.
..........—Me refería a proponeros, a rogaros. ¿Cuál de vuestros súbditos puede acercarse a vuestra Majestad? ¿Cuántos pueden alabaros?
..........—¿Eso es lo que pretendéis ahora? Lisonjearme para que ceda. La más vil artimaña del hombre necio y frágil.
..........—No es eso, Señor.
..........—Pues lo parece. Y también me parece mentira oír ese tipo de halagos en vuestra boca. No os he dado motivos.
..........—Ni yo os los he quitado, Majestad.
Aquella conversación, que terminó sin que el rey Rodatcid cediera ante la petición de Mendrugo, no llevó, en principio, a nada. Mas, por avatares del destino, sería la semilla que germinaría en una orden por señas para que la antigua petición de inventar un lenguaje, que no fuera hablado, llegara a buen término. Pocas de las cuestiones más importantes para la especie humana se basan en un hecho científico y planeado. Y así, en aquella región, cuyos habitantes reinaban en un basto mundo (en la Edad Indeterminada los mundos eran muchos), nacería el lenguaje escrito. Rudimentario, pero escrito.
..........Reuniéronse los sabios de la corte del rey, y trasmitidas las órdenes reales a través del propio Mendrugo, único súbdito que su Majestad soportaba después de haber perdido el habla, se pusieron a buscar una solución. No era cuestión de que el rey interpretara por gestos sus deseos, y menos los referidos a asuntos de estado. Quedaba Mendrugo en un rincón de aquella sala donde cada sabio, cada consejero intentaba gritar más para mejor hacer oír sus necedades.
..........Siendo la época seca, cada cierto tiempo los siervos de palacio humedecían el suelo con agua. Lo hacían con dos grandes odres unidos por un palo que cargaban en su cerviz. Los pellejos, con agujeros en el fondo, rozaban la tierra del piso, y dejaban caer, sin salpicar a los presentes, el agua que mataba el polvo. Entre los que hoy llamaríamos regadores había un joven bajito, tan feo como el dios Oinomed (dios de las tinieblas). Cualquiera que le viera regar y refrescar el suelo hubiera pensado que había nacido para ello. Una joroba adornaba su espalda, y el travesaño donde descansaba el peso del agua, se encajaba en ella, de tal suerte que no necesitaba usar las manos para manejar el artilugio en cuestión. También se le tenía por loco inofensivo (no todos lo son), pues, sin que hubiera celebración, ni música ni motivo aparentes, siempre parecía bailar.
..........Mendrugo intentaba centrarse en la discusión, discusiones realmente, que se desarrollaba ante él. Pero era incapaz. Al poco de empezar la gritería se aislaba de la trifulca acudiendo a sus pensamientos: «Debía haber una forma sencilla». Menos simplona que la última oída antes de ensimismarse: “Meteremos la voz en una tinaja y la sellaremos con barro”. A lo que otro contestó que una vez abierta se perdería su contenido, y otro recordó que el rey ya no hablaba. La gritada idea del sabio Oicen quedaba por tanto desestimada, y lo que era peor para él, era tomada por una estupidez.
..........
Todos los elementos hasta ahora citados confluirían una tarde en la que el problema de la mudez del rey Rodatcid no quedaría resuelta, pero sí mitigada. Y fue tal que otra tarde, de las más calurosas que se recordaban, Mendrugo, obligado por el rey a asistir a esos conciliábulos y así informarle, tomó asiento en su rincón. Y fue tal, que las vacías peroratas se iniciaron. Y fue tal, que los aguadores entraron por primera vez. Era la onomástica del joven jorobado, y por ello andaba más alegre que de costumbre, con lo que su natural baile llegó a danza voluntaria. Para no salpicar a los presentes giraba sin acercarse a los voceadores sabios, sobre el espacio que Mendrugo mantenía con el resto de los hombres, porque en aquella época las mujeres sabias no se llevaban. Las filigranas que el agua dibujaba en el suelo seco, llamaron la atención del regador, cuyos ojos, lejos de ser usados para mantener el equilibrio y la concentración en su trabajo, quedaron prendidos en aquellos dibujos húmedos. Así, en un giro ya descompasado y anárquico venció el peso de su carga, y joven, odres y agua acabaron alcanzado a Mendrugo.
..........—Pero chico, ¿qué haces? —fue la respuesta de Mendrugo ante la imprevista avalancha de humedad y humanidad.
..........Después de rehacerse y pedir disculpas, Oripap, que así se llamaba el deforme joven, explicó a Mendrugo que estaba mirando la tierra que regaba.
..........—¿Y por qué?
..........—Hoy hace varios años que mi madre me parió, y estoy contento. Y mi alegría se dibuja en la tierra seca.
..........Mendrugo quedó satisfecho con la contestación y las disculpas que prosiguieron. Excusas que no terminó de oír porque en su cabeza también se dibujó una pregunta, enunciado que en sí mismo, y como casi siempre, era una respuesta: «Si la alegría se puede dibujar, la palabra también».
Y todo fue porque a Mendrugo, un día que hablaba con un amigo del niño príncipe que ocupaba en aquel tiempo ancestral el suyo, se le ocurrió decir que a su padre y a su abuela se les habían acabado los cuentos, que ya no recordaban ninguno nuevo. En algunos casos, la tradición oral tiene sus limitaciones, la escrita jamás.
..........—Pero chico, ¿qué haces? —fue la respuesta de Mendrugo ante la imprevista avalancha de humedad y humanidad.
..........Después de rehacerse y pedir disculpas, Oripap, que así se llamaba el deforme joven, explicó a Mendrugo que estaba mirando la tierra que regaba.
..........—¿Y por qué?
..........—Hoy hace varios años que mi madre me parió, y estoy contento. Y mi alegría se dibuja en la tierra seca.
..........Mendrugo quedó satisfecho con la contestación y las disculpas que prosiguieron. Excusas que no terminó de oír porque en su cabeza también se dibujó una pregunta, enunciado que en sí mismo, y como casi siempre, era una respuesta: «Si la alegría se puede dibujar, la palabra también».
Y todo fue porque a Mendrugo, un día que hablaba con un amigo del niño príncipe que ocupaba en aquel tiempo ancestral el suyo, se le ocurrió decir que a su padre y a su abuela se les habían acabado los cuentos, que ya no recordaban ninguno nuevo. En algunos casos, la tradición oral tiene sus limitaciones, la escrita jamás.
miércoles, 31 de octubre de 2007
Mendrugo y la caza
Hace mucho tiempo del nuestro Mendrugo se encontraba en el continente africano. Y otro tanto que compartía con sus moradores sentimientos y trabajos. Allí, en la sabana y como él decía, todo era difícil salvo el convivir. Ningún niño ni niña del poblado sabía leer ni escribir. De hecho, ninguno de estos dos conceptos era conocido todavía. Eran los principios y él no conseguía aportar nada que no fuera ilusión. Mas Mendrugo era capaz de aprender, sobre todo de los demás. Y dotado, como lo estaba, de millones de curiosidades y del doble de piernas sabía y podía andar más que nadie. Y así participó, por primera vez como perseguidor, de una partida de caza. Los enjutos hombres de tez morena así lo decidieron. Y salieron a buscar alimento, carne. Y después de una jornada y media encontraron rastros de un antílope, pisadas que uno de los indígenas interpretó como los de un macho grande.
Fijado el objetivo, comenzó la persecución.
Un kilómetro sucedía a otro. La distancia en aquellas latitudes no se mide en kilómetros ni en millas, se evalúa en cansancio. En este caso Mendrugo lo tenía aprendido. Los niños son quienes lo aprenden todo, igual que los animales. Igual que el antílope que iba por delante. La cacería había empezado con la luz del sol, y ésta ya se estaba agotando. Mendrugo se acercaba al límite de su resistencia física. Sus músculos, endurecidos por el continuo esfuerzo y por el tremendo calor, se quejaban a través del dolor. A él le tocaba correr tras la pieza elegida, terminar de agotarla. Y lo hizo, hasta la extenuación. El tremendo calor convertía el elástico tejido en tiras de cuero reseco. El ambiente fijaba clavos en las articulaciones de las rodillas. Y el agua de los cuernos, que portaba en la mochila que ya no pesaba, se había evaporado a través de los poros de su múltiple cuerpo. Pero delante estaba el alimento, la posibilidad de comer un día más. Y de la misma forma lo vivía el antílope.
A lo largo de la jornada habían perdido su pista en más de una ocasión. Tantas como la habían encontrado. Unas veces por suerte, otras por conocimiento y las más por intuición. Pero todas debidas a la paciencia del que sabe esperar y buscar. Gracias al agua que contuvieron las astas, ahora vacías, sus condiciones físicas eran precariamente mejores que las de su presa. Ella no había tenido ocasión de hidratarse. Él sí, sus perseguidores sí; por dentro y por fuera. Y por ello se iba a cumplir el rito de la caza lejos de un deporte que las armas desnivelan. El suyo, el de estos hombres, era un acto de supervivencia, un encuentro limpio entre un ser vivo y otro en condiciones de igualdad, una lucha por la vida que acabaría en muerte.
Al llegar a la cima de una desnuda colina Mendrugo lo ve. El antílope se ha rendido. Derrengado y tendido sobre sus patas el animal le mira y reconoce a su cazador. Los ojos turbios, la voluntad quebrada, la boca reseca de espumosa saliva. El hilo que le sujeta a la vida se tensa según Mendrugo se acerca. Y ello le acerca más al animal. Mendrugo piensa en la vida que se escapa allí delante, vuelve la cabeza y lo hace en quien le secunda. Y decide. Decide por la vida de sus iguales. La muerte debe engendrar vida, como siempre fue, y que no siempre será.
Mendrugo se llega hasta la bestia.
Se arrodilla.
Ya no hay prisa ni esfuerzo que hacer.
El dolor, la fatiga y la sed nada importan ya. Ni a uno ni a otro. Solo importa la vida del animal que se rinde, de ese animal al que Mendrugo abraza. Y llora. Y agradece su muerte. Reconoce su lucha, la propia y la ajena están en el mismo plano. Los motivos son los mismos, equiparables, homogéneos. De ahí que la armonía no se rompa, que la naturaleza no se encabrite. Lo que Mendrugo siente en sus manos y en sus pechos, al contacto con los estertores de la muerte ajena, se acopla a sus millones de ritmos cardiacos.
Tras un tiempo que no pasa ya no es necesaria la lanza, solo el cuchillo para desollar. Aquella piel vestirá cuerpos desnudos en la época de lluvias. Y llegan los compañeros de partida. Entonan cantos de alabanza. Cantan al antílope, a lo que su muerte les ofrece. Dan gracias a la Tierra. Dan gracias al animal. Y dan gracias a la vida que Mendrugo les ofrece en el cáliz de sus manos. Y todos participan del corazón de su presa, del tuétano de la vida.
Fijado el objetivo, comenzó la persecución.
Un kilómetro sucedía a otro. La distancia en aquellas latitudes no se mide en kilómetros ni en millas, se evalúa en cansancio. En este caso Mendrugo lo tenía aprendido. Los niños son quienes lo aprenden todo, igual que los animales. Igual que el antílope que iba por delante. La cacería había empezado con la luz del sol, y ésta ya se estaba agotando. Mendrugo se acercaba al límite de su resistencia física. Sus músculos, endurecidos por el continuo esfuerzo y por el tremendo calor, se quejaban a través del dolor. A él le tocaba correr tras la pieza elegida, terminar de agotarla. Y lo hizo, hasta la extenuación. El tremendo calor convertía el elástico tejido en tiras de cuero reseco. El ambiente fijaba clavos en las articulaciones de las rodillas. Y el agua de los cuernos, que portaba en la mochila que ya no pesaba, se había evaporado a través de los poros de su múltiple cuerpo. Pero delante estaba el alimento, la posibilidad de comer un día más. Y de la misma forma lo vivía el antílope.
A lo largo de la jornada habían perdido su pista en más de una ocasión. Tantas como la habían encontrado. Unas veces por suerte, otras por conocimiento y las más por intuición. Pero todas debidas a la paciencia del que sabe esperar y buscar. Gracias al agua que contuvieron las astas, ahora vacías, sus condiciones físicas eran precariamente mejores que las de su presa. Ella no había tenido ocasión de hidratarse. Él sí, sus perseguidores sí; por dentro y por fuera. Y por ello se iba a cumplir el rito de la caza lejos de un deporte que las armas desnivelan. El suyo, el de estos hombres, era un acto de supervivencia, un encuentro limpio entre un ser vivo y otro en condiciones de igualdad, una lucha por la vida que acabaría en muerte.
Al llegar a la cima de una desnuda colina Mendrugo lo ve. El antílope se ha rendido. Derrengado y tendido sobre sus patas el animal le mira y reconoce a su cazador. Los ojos turbios, la voluntad quebrada, la boca reseca de espumosa saliva. El hilo que le sujeta a la vida se tensa según Mendrugo se acerca. Y ello le acerca más al animal. Mendrugo piensa en la vida que se escapa allí delante, vuelve la cabeza y lo hace en quien le secunda. Y decide. Decide por la vida de sus iguales. La muerte debe engendrar vida, como siempre fue, y que no siempre será.
Mendrugo se llega hasta la bestia.
Se arrodilla.
Ya no hay prisa ni esfuerzo que hacer.
El dolor, la fatiga y la sed nada importan ya. Ni a uno ni a otro. Solo importa la vida del animal que se rinde, de ese animal al que Mendrugo abraza. Y llora. Y agradece su muerte. Reconoce su lucha, la propia y la ajena están en el mismo plano. Los motivos son los mismos, equiparables, homogéneos. De ahí que la armonía no se rompa, que la naturaleza no se encabrite. Lo que Mendrugo siente en sus manos y en sus pechos, al contacto con los estertores de la muerte ajena, se acopla a sus millones de ritmos cardiacos.
Tras un tiempo que no pasa ya no es necesaria la lanza, solo el cuchillo para desollar. Aquella piel vestirá cuerpos desnudos en la época de lluvias. Y llegan los compañeros de partida. Entonan cantos de alabanza. Cantan al antílope, a lo que su muerte les ofrece. Dan gracias a la Tierra. Dan gracias al animal. Y dan gracias a la vida que Mendrugo les ofrece en el cáliz de sus manos. Y todos participan del corazón de su presa, del tuétano de la vida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)