—¿Tú no vaz a hased un dezumen del año?
—¿Para qué? Eso lo hacen las radios y las televisiones porque
necesitan material para editar en estas fechas. Es lo mismo que los culebrones
de verano.
—Poz dezumid una año de la vida de Ede Se A eztadía bien.
—Con decir judías estaría hecho.
—Qué consepto máz zimple tienez de mí.
—Sí, el complicado soy yo.
—Complicao no zé, pedo un poco dado zí edez. Pedo zi no midaz
pad’atáz, midadáz pa delante, ¿no?
—¿Qué quieres decir?
—Que ezpezadaz tuz dezeoz p’al nuevo año.
—Me parece que el único deseo para el dos mil trece es tan común
como general. No hace falta explicitarlo.
—¿Y no me peguntaz loz míoz?
—Judías.
—Y dale molino. ¡Qué pezao!
—Me dirás. No saldrás ahora con lo de paz a los hombres de buena
voluntad. Está muy trillado.
—Ez que tú haz vivido mushoz fin de año.
—Sí, siempre es lo mismo. Los buenos deseos, dejar de fumar, las
campanadas, las uvas...
—Ezte año no laz tendáz conheladaz. Podque el año pazado te
luzizte, guapo. Vaya papilla tan guada noz puzizte en la copa.
—Me equivoqué pero corregí a tiempo. Este año las he comprado sin
pipos.
—Oto invento.
—El conservador debería de ser yo.
—A mí ez que laz tadisionez me guztan musho.
—Pero si te cambio las uvas por doce judiones de la granja seguro
que dejas a un lado las tradiciones.
—En Italia comen lentehaz. Y alguien tiene que zed el pimedo, ¿no?
Mehod me ponez veinticuato y me laz como a padez.
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