—Ya te puedes ir escondiendo.
—¿Pod qué?
—Porque ahora, en unos minutos vienen tres fieras a casa.
—¿Y no puedez hased nada?
—Sí, esconderte.
—No, me defiedo a laz fiedesillaz.
—Y lo voy a hacer.
—¿Lo qué?
—Disfrutar de ellos.
—Hoy tenía que zed capicúa.
—¿Caspicúa?
—Zí, dose del dose del dose.
—Eso no es capicúa, pero te entiendo.
—Ya me padesía a mí que tanta comida no eda pada mí.
—Ayer te hice una tarta para ti solito.
—Ya, pedo no todoz loz díaz zon fiezta. Ayed fue ayed. Pod
ehemplo, ayed podía ponedte una demanda hudisial.
—¿Y hoy no?
—Hoy no zé. Pedo yo no tengo quinientoz eudoz pada pagad laz tazaz
que le han zalido a la siega eza de la ezpada y la balansa.
—¿Y por qué me ibas a demandar.
—Pod tato dizquiminatodio.
—Ni lo intentes, saldrías perdiendo.
—Podíamoz hased una colesta y le compábamoz unaz gafaz de ved.
—¿A quién, al ministro?
—No, eze ve pedfestamente pod donde va. Me defiedo a la shica, o a
la madame, zegún como ze mida. Y digo medid, no midad.
—Tendrías que quitarle la venda. Pero bueno, ¿que si te quedas ahí
o te escondes?
—Ezcóndete tú, yo no tengo motivoz.
—Como luego te quejas del trato que recibes de los niños...
—Ez que ze podían pelliscad loz cata...
—¡Eh!
—Y dadle vueltaz a zuz nadisez. Me van a hased un baso máz gande qu’el
oto.
—Eres un quejita. A ti te han hecho para que jueguen los niños.
—¿Y a ti pada qué t’han hesho?
—Para pagar impuestos.
—Zí, poz con loz impueztoz que tú pagaz noz dadía pada modidnoz de
hambe.
—Hey, ya vienen.
—Adióz, me meto en el admadio y zi peguntan pod Ede Se A lez disez
que ha emigao.
Imagen
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