—Nada. ¿Por qué?
—Ez que t’ha cambia la cada.
—Nada, nada. Y apaga la luz, que no nos hace falta.
—No te hadá falta a ti, podque yo no veo ni todta.
—Para lo que hay que ver.
—¡Ah! Ya zé.
—¿Qué sabes?
—Que y’ha llegao la fastuda de la lus. Ez lo que leez, ¿no?
—Sí.
—Y ze t’han devuelto laz tipaz.
—Entre otras cosas.
—¿Qué, hemoz zubido el conzumo?
—No.
—Entonsez no te quehez.
—Hemos bajado el consumo, pero vamos a pagar más que hace dos
meses. Cada vez gastamos menos y pagamos más.
—Vamoz, que la lus ez ya un luho.
—Un lujo del que no podemos prescindir.
—¿Te acueddaz del “tú zí puedez, pedo Ezpaña no?
—Claro que me acuerdo.
—Poz ahoda Ezpaña puede menoz que tú. Ez un cambio.
—Pero a peor. Ahora somos tan frágiles individualmente como
socialmente.
—Poz dile a tu shica que no coza tanto a máquina. O que uze una a
pedalez, como laz de antez.
—No digas tonterías.
—Entonsez, quita la bombilla del figodífico. Algo ahodademoz.
—¡Qué triste!
—Tampoco ze nesezita ved musho dento del figodífico.
—No lo digo por eso, sino porque es triste llegar a pensar eso.
—Oye, que Ede Se A vio zu pimeda bombilla bien mayodsito. Y eztaba
apagada podque habían codtado la elestisidá.
—Claro, por eso es una fiesta para ti encender una, ¿no?
—Ahoda no te metaz conmigo.
—Sí, perdona.
—Yo que tú, mañana, de día, tidaba el micoondaz, el hodno,
l’azpidadoda, todoz loz cadgadodez, la tele, laz lámpadaz, el oddenadod, la
impezoda, la vitosedámica, la batidoda, el convestod del baño, el lavavahillaz,
la lavadoda, el zecadod de pelo, laz planshaz, el sepillo de dientez eléstico,
el timbe, el zecadod de pelo. Y azí, el qu’evita la ocazión, evita el peligo.
—Y de paso, hacemos sitio en casa, ¿no? Eso, o ponemos un
generador manual y te ganas lo que te comes.
—Yo nunca ganadía lo que me comedía. Imáhinate que ensima
eztuvieda todo el día dale que te pego a la manivela.
—Mira, para empezar, hoy te hago la foto sin flash.
—Bueno, en algo me tenía que benefisiad.
—¿En qué?
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