—Yo cada ves lo entiendo peod.
—¿Qué?
—Vamoz a ved. Cuando en laz peliz el shico va a dezcatad a la
shica, todoz, hazta ella, ze pone contenta, ¿no?
—Sí, se supone que es bueno para ella y nosotros nos proyectamos
en el héroe.
—Y el shico también ze pone contento podque zabe que ze lo va a
agadesed la shica.
—Claro.
—Poz aquí no paza ezo.
—¿Aquí?
—Zí, aquí. En tu paíz.
—¿Y por qué dices eso?
—Podque cada ves que alguien habla del dezcate, lo pone todo mu
feo. Que zi ahoda hay decodtez, vedáz cuando llegue el dezcate y ezo. Nadie
padese alegadze.
—Es que ese rescate no es como el de chica. Este otro tiene
contraprestaciones.
—Entonsez no ez un dezcate. Ez un péztamo.
—¿Y qué creías que era?
—Poz debedíaiz llamad a laz cozaz pod zu nombe. Azí no hay quien
z’entienda.
—¿Tanto te afecta?
—No lo zé. Bueno, zí lo zé. Yo no pago impueztoz podque no tengo
na. Pedo tiene gasia.
—¿Qué tiene gracia?
—Que a un cabesa de familia l’eshe el banco de la caza pod no
poded pagad la hipoteca y eze mizmo pade o made pague con zuz impuezto el
dezcate eze pada que el banco ziga ganando dinedete.
—Tienes toda la razón. Pero hoy pareces amargado.
—Ez que el humod nego no me va. Y menoz zi hay niñoz de pod medio.
—Mira, te voy a hacer una tarta.
—¿Pada Ede Se A zolo?
—Sí, para ti solo.
— Laz
penaz con pan zon menoz penaz.
—¿Qué te parece una tarta de manzana?
—Shupi. ¿Pedo pada mí zolo?
—Que sí, pesao. Para ti solo.
—No. Por quejarte no. Que quede claro.
—¿Entonsez?
—Para quitarte esa amargura.
—Pada ezo nesezitadía una dosena de tadtaz.
—Tampoco te pases. ¿No te la hago entonces?
—Zí, zí. Pedo gande.
—Vale, grande. Ven, vamos a la cocina y me ayudas.
—O zea, que la amadguda da tabaho.
—No. Es para que entiendas lo de la contraprestación.
—Ya zabía yo.
—Venga, anda, no te quejes.
—Zi ez que al final, to lo tengo que hased yo.
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