domingo, 16 de diciembre de 2012

966

—Sabes, nos faltan treinta y cinco post, con este treinta y cuatro, para llegar a los mil.
—No ez cantidá, zino calidá.
—Yo estoy hablando de constancia.
—¡Anda! ¿Y eza quién ez?
—Aquella que nos permite alcanzar las metas.
—¿Y te queedás alguien?
—No estoy presumiendo, aunque me satisfaga pensarlo.
—Qué zedía de tu blo zin mí.
—No, si ahora eres tú el que tiene el mérito.
—No desíaz que no pezumíaz.
—Ya, pero que otro se apunte el tanto... Eso tampoco es.
—¡Ay, made! Vez como todoz nesezitamoz el deconosimiento.
—Sobre todo el propio.
—Eze no vale pa na.
—Lo dirás tú.
—Ede Se A zabe lo que ze dise.
—Pues con quien más tiempo pasamos es con el que estamos solos.
—Poz que yo zepa, me padese que Ede Sea vive máz contigo que con él.
—En este caso tú no cuentas.
—¿M’eztáz llamando vidtual?
—Virtual o no, el que se lo curra soy yo. Tú sólo estás.
—Zí, podque m’ha puezto el ayuntamiento...
—No, porque así lo quiero yo.
—¡Bueno, bueno! Hoy ha dezayunao bien tu ego, ¿eh?
—Fabada.
—¡Qué zuedte!
—Suerte la tuya.
—No lo didáz pod vivid en tu caza, ¿no?
—No, lo digo por compartir mis holganzas y mis inquietudes.
—No, zi inquieto zí qu’eztoy.
—Será culpa mía...
—Tú no edez el ombligo del mundo.
—Del mío sí.
—Ni Borhez.
—Nunca he pretendido ser Borges.
—Pedo bien que lo intentaz.
—Eso no es cierto.
—Siedto o no, ezquibez todoz loz díaz.
—Es que como deje de escribir me apago.
—Lo que yo queo que ze apagadía sedía tu ezpedansa.
—Si la encuenbtras me la guardas.
—Zi la encuento me la como. Podque en ezta caza, ¿a qué hoda ze merienda, leñe?


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