— ¿De dónde vienes con esas pintas?
— D’un mitin.
— ¿De un mitin…? De boxeo, ¿no?
— No, allí no había contincantez. Me han bandilledeao, me han zellao y m’han puezto una etiqueta y pa dento —se quejó Erre C. A. mientras entraba en casa.
— Anda, pasa y siéntate. ¿Y las tiritas y las vendas?
— Podque a loz enfermoz y a loz impedidoz loz ponían en la pimeda fila y lez daban un bocadillo y un caldito.
— ¿Y por tan poco te has maquillado?
— No ez maquillahe, Mendugo —el rano pareció entristecerse y se arrebujó en el sofá—. Ede Se A intentaba ponedse en zegunda fila, pedo han llegao ezoz de laz huventudez del PDO
— ¿Pero te habrás enterado de algo, no? Cuenta, cuenta. y me han pizoteao. ¡Cómo zi yo no fueda hoven! Dezpuéz doz viehesitaz me han llevao a la enfedmedía y m’han cudao. He pedido el bocata y el caldito, me loz he comío y me venío. No zabía yo que la política eda tan peligoza.
— Zí, de que laz mazaz no zon lo de Ede Se A.
— Tienes razón, las mazas son para la gimnasia rítmica —dijé enfatizando el útil gimnástico.
— ¿Vengo azí y me vasilaz? No tenez peddón de dioz, Mendugo.
— Anda que… A ver. Has ido por propia voluntad y vienes comido y curado. Y si a eso le sumas, según cuentas, que has aprendido algo. ¿Qué más quieres, Erre C.A.? —y le sonreí sarcásticamente.
— Puez que me ezcushen... Aunque zólo zeaz tú.
— ¿Y yo no te he escuchado? —le pregunté en un intento de quedar bien porque veía que los vendajes no eran un simple atrezo.
— No. Me haz quiticado y no me haz queído —me dijo al borde de las lágrimas.
No pude seguir dándole caña. Le cogí en brazos, le abracé y le mecí. Mientras, él empezó a sollozar con unos hipidos que me rompían el corazón. Esta fue la primera vez que le vi quebrantable y desvalido. Y todo gracias a los mítines a los que sólo van correligionarios del que arenga y que se han convertido en spots publicitarios gratuitos. Gratuito en sus dos acepciones.
2 comentarios:
Qué blanditos estáis ^_^
Zí, y ez nodmal dezpuéz d'eztad en demoho una democasia enteda.
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