lunes, 21 de noviembre de 2011

Pobre señor Riesgo

—¡Ven, Mendugo! —me gritó Erre C.A.
—¡No, ven tú! —le grité a su vez desde la cocina—. Ya te lo dije el otro día.
—Pedo ez que tenez que ved ezto. No puedo llevadte al señó y el tehao. Ven —insistió en los gritos y en que fuera.
Cedí.
—A ver, ¿qué tripa se te ha roto? —dije entrando en mi zulo, donde le vi asomado a la ventana, aunque mejor sería decir pegado al cristal.
—Mida, ya no zon zólo laz palomaz laz que ze pozan en el tehao. Hay un hombe andando pod ahí adiba. Hay qu’eztá loco, colega.

—O necesitado —maticé después de echar un vistazo—. Pero, bueno, los tejados también necesitan revisiones. Y hay cosas que conllevan riesgo.
—Como la democasia.
—Ya ves, un comentario muy oportuno. También pienso yo lo mismo. Pero no encuentro por donde meterle mano.
—Poz zólo hay doz fodmaz.
—Me dirás.
—Poz pod adiba o pod abaho.
—Eso ya lo han hecho y estamos igual o peor.
Quedamos un momento callados, viendo el ir y venir del operario que se jugaba la vida. Al cabo, Erre C.A. rompió el silencio.
—Zi ezta caza fueda una democasia yo cohedía máz ezpediencia y poddía apodtad miz ideaz.
—Si fuera como tú dices, nadie me hubiera elegido a mí para manejar el timón. Al menos esa era tu opinión el otro día. Dijiste que no me veías llevando un país.
—Y lo zigo penzando. Pedo llevá una caza... Pada ezo zí que t’elihidía. Hasez unoz bocadilloz mu guapoz.

Estuve toda la mañana pensando que más vale pasar a la historia como un buen bocadillero que como un mal dirigente. Y es que no darse por satisfecho con hacer bien lo que nos toca, aunque nos parezca humilde, es, a mi pobre entender, un pecado de soberbia. Si no fuera porque mi familia, o los Lozano, o los Martín, tiran para delante, ¿qué sería del mundo? Y eso que la prima de Riesgo está haciendo la calle. ¿Quién iba a pensar que la tal iba a prostituirse? Pobre señor Riesgo, y pobre señor García, y pobre Pérez, y pobre Sánchez, y…


No hay comentarios: