martes, 22 de enero de 2013
Post nº 1000: Serán las neuronas
A veces, me reflejo en el cristal de la ventana, en el que me
reconozco, y vislumbro delante de mí la mancha verde de Erre C. A. Me vuelvo,
miro al muñeco directamente a los ojos, y me pregunto si no estaré loco; si no
habré crecido —que no sería tan malo—, o si estaré ya de retorno hacia una edad en
la que las neuronas convocan huelgas a diario, y donde puedo volver a encontrar
a la Juana, mi madre, que sin vivir vive una vida asesinada. Cuando me giro me enfrento al papel en blanco, nieve en
la que de vez en cuando caen gotas cuando me llueve impotencia. Me cuesta
escribir, ¿sabéis? Pero serán las neuronas, me digo. Escribir me cuesta más que
vivir. En el fondo, y en la forma, ambas efímeras, escribir no es más que
intentar dejar rastro de nuestras ideas, de nuestras idas y venidas por un
mundo que nunca entenderé, aunque también podría decir: entenderemos. Y, la
verdad, aunque otros, como Ángeles Caso(1), lo tengan cada vez más
claro, el que escribe no. No, porque no me conformo con sentirme bien con lo
mío —que no es el caso—, no. No, porque tus cuitas son las mías, las mismas que
las de aquél. No, porque no caminamos solos (gracias por recordármelo Whitman).
Y si no, que se lo digan a quien lleva caminando conmigo cuarenta y un años —que
se dice pronto—, ¡cuarenta y un años!, y seguimos vivos individualmente a pesar
del amor. Tocados, pero no hundidos. No, no lo tengo claro porque cada vez
tengo más pereza de vivir —ahí me echa una mano el rano—. No, porque cada vez
siento más y pienso menos; serán las neuronas, me digo. ¿Cómo es posible ser un
hombre esperanzado cuya esperanza comparte ladrón con el mes de abril de
Sabina?
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1 comentario:
Joder con ambos artículos.
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