—Sí, sí que ha cambiado algo.
—¿El qué?
—El tres por el dos.
—Menoz mal que no zomoz zupedztisiozoz.
—Habla por ti.
—¿Tú zí?
—No, tampoco. Pero déjame decirlo a mí, ¿no?
—Vale, vale. Pedo vez como no ha cambíao na.
—No, los que no hemos cambiado con las campanadas somos nosotros,
el año sí.
—Pedo ezo ez lo de menoz.
—Depende de la edad que tengas, pero estamos de acuerdo. Para que
alguien cambie se necesita mucho tiempo, y para que cambie una sociedad todavía
más.
—O que paze algo goddo y henedalmente malo.
—Claro, porque unas simples campanadas no cambian más que un
dígito.
—Pedo y’oigo a la hente que ze popone mushaz cozaz.
—¿Que se proponen o que proponen?
—Laz doz cozaz.
—Proponer es gratis. Incluso puedes quedar muy bien.
—Pod algo ze empiesa.
—Mejor empezar con decisiones que con proposiciones, ¿no crees?
—A no zed que zeaz como yo.
—¿Y cómo eres tú?
—Como to el mundo: indesizo.
—Así te va.
—A Ede Sea no le va tan mal. Tiene un tesho, un plato de comida...
—O tres.
—Ezo, y una tele que ved...
—Sí, actualmente muchos se darían con un canto en los dientes.
—¿Pada qué?
—Es una frase hecha. Que se darían por satisfechos, quiero decir.
—Pod poco tiempo.
—Es condición humana.
—Ezo ez lo que me zalva a mí, mi condisión danil.
—No, lo que te salva a ti no es una condición, salvo que me
consideres a mí una condición.
—¡Ya eztamoz! Oto zalvadod. Tienez dasón, la condisión humana es
musha condisión.
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