7 de la mañana, hora peninsular.
—¡Eh, tú! Venga, para arriba.
—¿Qué hoda ez? Eztá mu ozcudo.
—Las siete.
—¿De la noche?
—No, de la mañana.
—Tú eztáz loco o paza algo.
—No quiero que me pase lo de ayer. La inspiración tiene que pillarte
trabajando,
—A mí ezo no me paza.
—Porque no trabajas.
—Déhame dormid un pad de hodaz máz. Zi no, no zoy dano en to el
día.
12 de la mañana, hora peninsular.
—Venga, tío. Arriba.
—¿Qué hoda ez?
—Las doce del mediodía.
—A dezayunad zí me levanto. ¿Zabez? He zoñado que me dezpedtabaz
a laz ziete de la madugá.
—No, no lo has soñado.
—Vaya, no voy a zabed yo lo que zueña Ede Se A.
—Desayuna rapidito que tienes trabajo.
—Zedé el único en ezte paíz.
—Tienes que informarte, profundizar en algún acontecimiento y
luego discutirlo conmigo.
—Pimedo: infodmadze ez máz difísil que dezinfodmadze. Zegundo: A
mí no me guzta pofundisad, nadad pod la zupedfisie, todavía. Lo de dizcutid ze
me da mehod.
—Haz lo que quieras, pero quedamos después de la siesta para tener
unas palabritas.
6 de la tarde, hora peninsular.
—¿Qué, estás preparado?
—¿Pada qué?
—Para intercambiar opiniones.
—Yo, lo máz qu’he llegado a intercambiad han zido comoz.
—¿No habíamos quedado en que te preparabas algún tema?
—Eza eda tu idea, no la mía. Yo no pienzo, zólo me deho llevad,
como to el mundo.
10 de la noche, hora insular.
—¡Jo, qué zueño! ¿Qué hoda ez?
—Las once de la noche. Y no hemos hablado de nada.
—Podque tú no haz quedido.
—Tendrás morro. Llevo todo el día detrás de ti.
—¿Y no teníaz ota coza mehod que hased que andad detáz de un dano?
—Venga, siéntate ahí, y háblame del caso Pallerols.
—Tío, zi eze cazo ez máz vieho que yo. Zi quiedez hablamoz de
Moudinho y de Cazillaz.
—Vete al cuerno.
—Ez de lo que habla to el mundo.
—Lo que está claro es que vivimos en mundos diferentes.
—Poz mida, cuando quiedaz te zubez a la nube, z’eztá musho mehod.
Imagen
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