—Y mañana, igual que hoy.
—Lo digo pod la huelga henedal.
—Y yo también.
—¿No pienzaz secundad el pado?
—Si paro no comemos.Yo sería partidario de la huelga a la
japonesa.
—¿Y ezo cómo ez?
—Doblar turno.
—Poz a Ede Se a le padese bien. Hased doz comidaz y doz senaz.
—Y tú te las comes, ¿no?
—A ved.
—Nunca hay mal que por bien no venga.
—T’equivocaz. A mí la huelga tampoco me padese mal.
—Ya, porque comeríamos fabada de bote. Tú, con tal de no trabajar y
de ponerte hasta arriba.
—Poz no he zido yo el que ha colgao loz taztoz.
—No, porque tú nunca los has descolgado.
—Ez que dezcolgad pada luego colgad...
—Claro, es mucho trabajo.
—No, ez una tontedía. ¿Pedo no eztáz d’acueddo con la potezta?
—¿Hay algún trabajador en su sano juicio que no lo esté?
—Tú no edez un tabahadó.
—Pero tengo mentalidad de tal. Ya se encargaron de que la tuviera
durante mucho tiempo.
—Anda, y yo también.
—Tú, culo veo, culo quiero.
—A mi en el cole me dihedon que como máximo, Fontaneda.
—Será fontanero.
—No, que zólo iba a ganad dinedo pada una galleta Fontaneda.
—En cambio a mi me guiaron hacia el botonaje de banca. En aquel
tiempo era un gran futuro para los hijos de los no pudientes. Pero hoy en día
han desaparecido los botones de los bancos.
—¿Loz banquedoz y loz bancadioz zólo llevan quemalledaz? No lo
zabía.
—Déjalo.
—Poz laz medsedíaz no vendedán na.
—Que lo dejes, que no van por ahí los tiros.
—Ezo ezpedo, que mañana no haya tidoz.
—No lo creo, esos tiempos han pasado.
—Ezo desiamoz del hambe y de laz ezteshesez.
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