—Es hosanna en el cielo.
—¿Z’ha muedto el neguito delgao? Pobesito, desien deelehido
—Nos estamos haciendo un lío.
—Zedáz tú, podque yo no.
—Obama sigue en el poder cuatro años más.
—Ah, bueno.
—Es que yo creía que echabas alabanzas.
—Y las eshaba.
—Bueno, déjalo. Me he equivocado.
—¿Al codehidme?
—Sí, al corregirte también.
—Ya te vale. Tienez una boca mu gande y edez un liztillo.
—Vale, ya te he pedido perdón y he sacado la pata. Y si quieres
una explicación es que estaba leyendo la Biblia.
—Vaya liboz que leez. No m’eztaña que digaz lo que disez.
—Para saber de algo habrá que informarse. Y qué mejor hacerlo
directamente, sin intermediarios, ¿no? No como tú, que hablas de oídas.
—A ved, ¿cómo vaz a hablad de lo que n’oyez?
—También podías sacar tus propias conclusiones de tus
experiencias.
—Pada ezo se nesezita capasidá pada penzad y no ved la tele.
—Con respecto a eso hay una cosa que me enorgullece.
—¿Y ez?
— Que creo
haber alimentado esa necesidad en mis hijos.
—¿Cuála, la de ved la tele?
—No, ninguno la ve. ¿Pero cuál va a ser? La de pensar. La de no
admitir lo que otros dicen a pies juntillas y a ciegas. En definitiva el
derecho a decidir libremente.
—Poz tú, todo lo que Ede Se A deside, lo tidaz pod tieda. Azí que,
¿pada qué me zedvidía?
—No todo lo que decides lo puedes llevar a cabo.
—Poded ez queded.
—Es al revés.
—¿Lo vez? Ni ziquieda m’entiendez.
—Explícamelo.
—Pod que el poded te pedmite queded cualquied coza. Yo no hablo de
la voluntá, zino de dinedo, d’influensia. Como Obama.
—Visto así... Aunque no lo comparto. Yo puedo querer sin tener
poder. Es más, creo que aquél que no es poderoso quiere más cosas que aquél que
lo es.
—Confundez nesezidá con dezeo.
—Si lo quieres entender así, tú mismo. Pero veo que piensas.
—Zí, ahoda dime que vez miz penzamientoz. Pimedo que yo no tengo
ideaz. Y zegundo que tú no edez Anthony Blake.
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