—Oto día feo. Aide, nubez y zin zol.
—Y más si te asomas de noche. Pero al mal tiempo, buena cara.
—Clado, pod ezo va la hente con eza cada pod la calle.
—¿Con qué cara?
—Con cada de debed, peocupada.
—No todos deberán, supongo.
—Zuponez mal. Todoz deben buzcadze la vida pod unoz eudoz qu’encohen
cuando llueve. Pod ezo llevan la cada que llevan y midan al sielo lleno de
nubadonez negoz, como ezpedando un milago.
—Sí, el de los panes y los peces.
—A zabez, lo mizmo ez comed saddinaz que lubina.
—Nadie sabe si fueron sardinas, pero le pones pegas a todo.
—A todo el pezcao zí. Y máz a loz meddlusoz y loz bezugoz.
—Más valdría que te preocuparas por buscar un trabajo, y no
criticar tanto.
—El problema no ez buzcadlo, zino encontadlo. Yo queo que z’han
azuztao y z’han ladgao.
—¿Al extranjero?
—No, eztoy convencido que loz tabahoz z’han ido todoz huntoz al
gadete.
—Pues vete tú también allí.
—Vete tú a la mi...
—¡Eeeeeeh!
—Haz empesado tú. Y ademáz, yo iba a desid a la miza vezpedtina.
—Sí, seguro. Como somos tan religiosos los dos.
—Zedía una zolusión. Azí te ezplicadíaz lo qu’eztá pazando.
—¿Tú crees?
—Hombe, no hay nada máz que penzad que ez un caztigo divino pod
apadtadnoz de la zenda del bien.
—En eso ya no creen ni los creacionistas. Y que yo sepa, no le
hago mal a nadie. Si me excluyo de ese nadie, claro.
—En cambio, Ede Se A lo intenta, pedo no lo consigue.
—Métete en política activa. Desde ahí es muy fácil. Basta con no
hacer nada. Y eso a ti se te da muy bien.
—Ez que no zé manehad un aifon, y como te lo degalan con tadifa
plana...
—Pero tienes todo el tiempo del mundo para aprender. Mientras no
te borren de la lista.
—Ez que tampoco zé manehad un puñal.
—¿Y para qué quieres saber manejar un puñal?
—Pada clavadzelo al dival pod la ezpalda. A ved zi no cómo conziguez
coladte en una lizta.
—Hombre, tampoco es eso.
—Codiho: dano. Y hablaba en zentido figudado.
—La verdad es que tampoco tienes familia a la que enchufar.
—Mida, no zedía un mal dequizito pada asseded a un cadgo público.
Hiho único de hihoz únicoz y zin dezsendensia.
—Deja de soñar y a lo que estábamos.
—¿Y a qué estábamos?
—Estábamos arreglando el país en un pis pas.
—Yo queía qu’ezo no tenía adeglo.
—El que no tiene arreglo eres tú.
—Vaya pod dioz, no había oto máz sedca, Pedo no me metaz pizaz que
todavía tengo cuedpo de güelga.
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