lunes, 12 de mayo de 2008

Un cuento

Sin saber cómo, me vi escuchando el cuento de Erre C.A.
—Como veo que tenez caló, te voy a contá un cuento.
—Pues el que se abanica eres tú. ¿Y qué tiene que ver…
—Calla y ezcusha, Mendugo. Édase una ves un niño que no nesezitaba zoñá podque zu codta vida eda un zueño. Andaba to el día inventando zondizaz y cadcahadaz. Le llegó la hoda daserze mayó, y el padénteziz dudó menoz de lo que zuele dudá.
—¿Y cuánto es eso? —le pregunté.
—No mintedumpaz, hombe. Zigo. Toda aquella iluzión infantil que guaddaba en loz bolzilloz rosó un día con un toso de levaduda y empesó o cohé volumen. Tanto, que zu alma infantil tedminó pod tagadse a la pedzona que eda. Y no encontó zoziego hazta que en un pediódico leyó una ofedta dempleo. Alguien nesezitaba un guadda pada un sementedio de iluzionez. Él, que ziempe zabía peguntado dónde iban laz iluzionez que modían, dezolvió doz pobemaz dun plumaso. Hoy, ya muedto, yase entedado ente quimedas, enzueños y utopiaz. Y colodín, colodado, ezte cuento zacabado. ¿Ta guztao, Mendugo?
—Pues no sé decirte.
—Poz ya me lo didás cuando lo zepaz. No hay piza.
—Sí, sí que la hay. He hecho una de pimiento verde, chorizo y aceitunas negras y se va a enfriar.
—Mapunto. Vamoz.

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