domingo, 11 de mayo de 2008

Queja

—Sabes, Erre C.A., he perdido la ilusión por Mendrugo.
—¿Pedo tú no edes Mendugo?
—No, sólo tú me llamas así.
—¿Y pod qué me lo contaz a mí?
—Para escucharme.
—O zea, que te impodto un pimento.
—No, no es eso. Es que, al fin y al cabo, no dejas de ser un muñeco.
—¡Tócate loz cohonez! Cómo zi yo no tenieda zentimientoz.
—¿Los tienes?
—Yo teno de to. Teno shopitoz, gambaz, calamadez. Y zobe to, ganaz de viví.
—A costa de los demás.
—A cozta de cualquied pena.
—Si tuvieras que tirar del carro hasta una meta que cada día se aleja tanto como se anda, ya veríamos lo que pensabas.
—¿Tú queez quedes el único que no encuenta lo que buzca?
—No. Pero, a veces, tengo la sensación de no saber lo que encuentro.
—Toma, anda. Éshate un pudito conmigo.
—¿Ves a lo que me refiero?
—Quel tabaco lo hayaz pagado tú, no quede desí na. Edez un goizta.
—Que lo dices tú.
—Tío, eztáz máz peddido que un maeztoezcuela.

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