El abuso de menores es tan común como antiguo. Los datos estadísticos, de los que siempre huyo, lo confirman porque los uso para propio beneficio. Y, estando ahí, no lo comprendo. No entiendo la muerte violenta de un niño [tampoco de un adulto]. Las sufren todas, como los propios adultos. Ellos no son menos víctimas. La lucha contra esta lacra no aparece en ningún programa político. El asunto se hace notorio después de que un caso se mediatice, quiero decir que los medios de comunicación se lo apropien para gusto de nuestro morbo. Ni la pena de muerte, que algunos reclaman, es solución. Nadie piensa en la muerte cuando se abusa de un menor, sino en el placer (?) que le reporta. Lo llevamos en la sangre, como la violencia de género, como el racismo, como la locura religiosa, con las ansias de poder. Y yo, en estos casos, aunque sea un producto de consumo, me sumo a Sabina, a sus cien motivos, que los hay, para no cortarse de un tajo las venas [o cortárselas a otro]. No pienso un hombre perfecto, pero deseo una humanidad que no se mutile. También, ante estos hechos, quisiera que hubiera cielo para que las Mari Luz dispongan de tiempo de hacerse con lo que otros les robaron.
jueves, 27 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario