jueves, 27 de marzo de 2008

Las gafas de Erre C.A.

—Oye, Erre C.A., ayer cuando leías, algo me llamó la atención, y hasta hoy no me he dado cuenta.
—¿De qué?
—¿Cómo te sujetas las gafas, si no tienes ni orejas ni nariz?
—Zí teno nadis.
—Dos agujeros de nada.
—Pefiedo no conteztadte.
—Para una cosa que tú sabes y yo no, y no quieres compartirla —le reproché.
—Te podía contestá que zon unaz gafaz antidezlizantez ezpesialez pa piel de dana, pedo no quiedo.
—¿Y por qué tienen patillas? Sin orejas no les veo la utilidad —insistí.
—Tú tamién tenez patillaz y no no laz uzaz. Algunaz cozaz zon dadodno. Tú tenez máz duna.
—Yo sí uso mis piernas.
—Pedo poco, siempe eztáz zentado esquibiendo o leyendo.
—Cuando me pica un pie en la cama, me lo rasco con el otro —me mofé.
—Y yo, cuando disez tontedías laz ezcusho con miz cohonez, no te faztidia el hombe ezte.
—Eres un malhablado —yo, como todos cuando no sé qué decir, insulto.
—Pedo no zoy hilipollaz. Yo no me pegunto cómo conziguez zacá la shoda de tu bagueta pazer piz.
—¿Qué insinúas?
—No inzinúo, afidmo.
—¿Tú también mides a los hombres por el tamaño de su pene? —me agarré a un tópico.
—¿Y tú a los danos pod el tamaño de zu nadiz y zuz odehas?
—Vale, me creo lo de las gafas antideslizantes —acabé la conversación que se me había ido de las manos.

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