Yo quería seguir con mi celular de piedra en blanco y negro, pero mi familia, pensando en mí, que es como pensar en ellos, me lo ha sustituido. Dicen que ha costado lo mismo que me hubiera gastado en una nueva batería para el mío, pila que el pobre pedía a gritos mudos (cada 8 horas debía recargarla). En fin que, hoy, día del padre por consenso social, he recibido un móvil nuevo. Han querido respetar mi patosidad buscando el que más se pareciera al que durante siete años me ha traído tranquilidad (“Papá, estoy bien, no voy a comer”. “Papá, no voy a dormir”. “Papá, he llegado bien”) y ha llevado mi intranquilidad (“Hijo, ¿estás bien?”. “Hija, ¿dónde andas? Es ya muy tarde”.). Antes solo usaba la gorra de padre para fungir de ello, los nuevos tiempos han incluido el teléfono móvil en esa indumentaria. En fin, otro año siendo padre. Me da que esta gorra no me la quito ni que sean ellos abuelos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario