—¿No vaz a zalí ezta Zemana Zanta, Mendugo?
... —No.
... —Yo tapoco, zólo a laz posesiones. Bueno, tapoco. Zólo a la del Zilensio.
... Me volví un tanto sorprendido. Y allí estaba. Con el capirote de penitente y una vela encendida.
... —Pero, ¿pero qué haces disfrazado así?
... —Ezto no ez un dizfad. Ez un zentimento pofundo y decogido.
... —¿Y desde cuándo eres tú un… Un… Un penitente?
... —Yo no zoy umpedtinente.
... —No te he llamado impertinente, aunque lo seas, sino un penitente.
... —Pedona, pedo con ezte cucudusho noigo bien. Pedo tapoco zoy un penitente, podque yo no peno, zolo zigo callao el pazo.
... —¿Callado?
... —Zí, callao. ¿Qué paza?
... —Pues como no te hayan puesto un bozal…
... —¿Y cómo lo haz divinao, zi no ze ve?
... —Pues porque es la única manera de que tú estés cinco minutos sin hablar.
... —No m’han disido eso.
... —¿Y que te han dicido, guapo?
... —Que fodmaba padte de la padafednalia y la tadisión hudeoquistiana.
... —Pues te han engañado. Hay quien se arrea con un látigo, hay quien carga con una cruz, hay quien hace el recorrido de rodillas. Pero, que yo sepa, nadie lleva un bozal en una procesión. Ni siquiera en la del silencio.
... —Poz no voy.
... —¿Y el collar?
... —Pada que me conosiedas pod la tele.
… —No te van a dejar lucirlo.
... —Desidido, que lez den. Me quedo contigo.
... —No, hombre. Ve. Yo tampoco entiendo mucho de estas cosas.
... —No.
... —Yo tapoco, zólo a laz posesiones. Bueno, tapoco. Zólo a la del Zilensio.
... Me volví un tanto sorprendido. Y allí estaba. Con el capirote de penitente y una vela encendida.
... —Pero, ¿pero qué haces disfrazado así?
... —Ezto no ez un dizfad. Ez un zentimento pofundo y decogido.
... —¿Y desde cuándo eres tú un… Un… Un penitente?
... —Yo no zoy umpedtinente.
... —No te he llamado impertinente, aunque lo seas, sino un penitente.
... —Pedona, pedo con ezte cucudusho noigo bien. Pedo tapoco zoy un penitente, podque yo no peno, zolo zigo callao el pazo.
... —¿Callado?
... —Zí, callao. ¿Qué paza?
... —Pues como no te hayan puesto un bozal…
... —¿Y cómo lo haz divinao, zi no ze ve?
... —Pues porque es la única manera de que tú estés cinco minutos sin hablar.
... —No m’han disido eso.
... —¿Y que te han dicido, guapo?
... —Que fodmaba padte de la padafednalia y la tadisión hudeoquistiana.
... —Pues te han engañado. Hay quien se arrea con un látigo, hay quien carga con una cruz, hay quien hace el recorrido de rodillas. Pero, que yo sepa, nadie lleva un bozal en una procesión. Ni siquiera en la del silencio.
... —Poz no voy.
... —¿Y el collar?
... —Pada que me conosiedas pod la tele.
… —No te van a dejar lucirlo.
... —Desidido, que lez den. Me quedo contigo.
... —No, hombre. Ve. Yo tampoco entiendo mucho de estas cosas.
...—No, podque el de mi lao se deía cuando me lo contadon ayed. Y, ademáz, Dioz eztá mueto y no senteda de na.
... —Pero, bueno. ¿Tú crees?
... —Zí. Me duele deconocedlo máz que loz tessientos eudos que m’han sacao, pedo yo me queo to lo que me disen.
... —Ya, ya lo veo. Pero que sepas que te sienta muy bien la caperuza. Estás… ¿Cómo diría yo? Elegante, sobrio.
... —¿Sodio ez bueno?
... —Yo diría que sí, Erre C.A.
... —Poz entonses no me lo quito. Pedo ni voy, ni me pono el bosal. ¡Hoztia que me quemo!
... —Apaga la vela, anda, no sea que tengamos un disgusto.
... —No puedo, pod máz que zoplo no ze apaga.
... —Deja. Ya la apago yo.
... —Sabez, Mendugo.
... —¿Qué?
... —Caunque a veses edes un cazcadabias, tú nunca mengañas.
... —Dame tiempo.
Nota de Mendrugo: Hoy, domingo, a las siete de la tarde he conseguido que se quite el cucurucho de la cabeza. Desde el jueves lleva dándose golpes con los muebles y los marcos de las puertas, y ha tenido que dormir con la cabeza en los pies de la cama, porque el cabecero le estorbaba. Presumido es un rato este rano. Esta mañana, le he sorprendido gimoteando y dándose golpes en el pecho. He pasado de largo porque no quería invadir su intimidad, pero he vuelto y me le he quedado observando, ya que le he oído decir: “Ay, ay, miz tessientos eudos. Pod mi culpa, pod mi gandísima culpa. Pod tanto duego a la Zantízima Vidgen que Mengugo no dezcuba que ze loz he guindao…”.
... —Pero, bueno. ¿Tú crees?
... —Zí. Me duele deconocedlo máz que loz tessientos eudos que m’han sacao, pedo yo me queo to lo que me disen.
... —Ya, ya lo veo. Pero que sepas que te sienta muy bien la caperuza. Estás… ¿Cómo diría yo? Elegante, sobrio.
... —¿Sodio ez bueno?
... —Yo diría que sí, Erre C.A.
... —Poz entonses no me lo quito. Pedo ni voy, ni me pono el bosal. ¡Hoztia que me quemo!
... —Apaga la vela, anda, no sea que tengamos un disgusto.
... —No puedo, pod máz que zoplo no ze apaga.
... —Deja. Ya la apago yo.
... —Sabez, Mendugo.
... —¿Qué?
... —Caunque a veses edes un cazcadabias, tú nunca mengañas.
... —Dame tiempo.
Nota de Mendrugo: Hoy, domingo, a las siete de la tarde he conseguido que se quite el cucurucho de la cabeza. Desde el jueves lleva dándose golpes con los muebles y los marcos de las puertas, y ha tenido que dormir con la cabeza en los pies de la cama, porque el cabecero le estorbaba. Presumido es un rato este rano. Esta mañana, le he sorprendido gimoteando y dándose golpes en el pecho. He pasado de largo porque no quería invadir su intimidad, pero he vuelto y me le he quedado observando, ya que le he oído decir: “Ay, ay, miz tessientos eudos. Pod mi culpa, pod mi gandísima culpa. Pod tanto duego a la Zantízima Vidgen que Mengugo no dezcuba que ze loz he guindao…”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario