Y llega la gran noticia, el acontecimiento tan anunciado y que traerá tanta cola. Y todo se oscurece. Las serpientes de verano desaparecen del escenario. Ya no ocurre otra cosa. Todo queda en suspenso, esperando a que el santo pase a hombros de los periodistas y de los protagonistas de la excelsa noticia. Ya tenemos ganadores, y por raro que parezca no son todos. El miedo ha funcionado. Y aparece la niña muerta, el dolor, la ignominia que por cotidiana no lo es menos. Alguien, que pronto olvidaremos, ha sido asesinado. Para sus familiares es para los únicos que ha cambiado algo. A peor. El resto ha de seguir viaje, caminando, en tren, en avión… El presente no espera, se consume en cada parpadeo. Sólo la muerte interrumpe eternamente. Las elecciones han pasado. Todo sigue igual, y todo seguiría igual si otros hubieran ganado. El agua pasada no moverá molino hasta ser recordada. Pero, ¿quién es capaz de recordar todo habiendo porvenir?
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