El tiovivo

El rano entró en mi dormitorio mientras me vestía y vio el ventilador de techo recién instalado.

—¿M’haz compao un tiovivo? —se sorprendió y me sorprendió, pero reaccioné a tiempo.

—No. Ni lo he comprado, ni es un tiovivo.

—Vaya que no.

—No, es un ventilador. Y me lo han regalado.

—Llámalo como quiedaz, pedo me lo voy a pazad dabuten.

—Como te vea que lo mal utilizas no sé lo que te hago. Y como lo rompas, ni te cuento.

—Pedo zi te lo han degalao.

—¿Y qué? Con mayor motivo. Y, además, me ha costado dios y ayuda instalarlo.

—Podque edez un manta.

—No, la manta eres tú, que no te despegas de la cama.

—Bueno, poz cuando tenga calod ya zé dónde dodmid.

—De eso nada, monada.

—Poz degálame uno.

—Y un cuerno.

—No, yo zólo quiedo un ventiladod. No zabía qué hased con un cuedno.

—Yo sí —le contesté mientras daba un derrote con la cabeza.

—Pedo yo no te voy a degalad un cuedno —me dijo simulando una verónica.

—Vale ya. Que te quede clarito. Tú no tocas el ventilador, ni te echas en mi cama. ¿De acuerdo?

—D’acueddo, zeñod egoízta. Azí te conztipez y te dé insomnio.

—Muchas gracias, señor sabandija. Pero, ¿uso yo tus collares?

—Podque me loz guaddo en la boca, zi no...

—La verdad es que ni por todo el oro del mundo.

—¿Pod qué te queez que loz supo? Oye, y zi ato una cuedda a un azpa y luego la agado, no toco tu ventiladod.

—¿Sabes qué voy a hacer?

—¿No me digas que te vaz a colgad tú y te vaz a dad unaz vueltesitaz?

—No. Me voy a guardar el mando en el bolsillo. Y así lo tengo controlado.

—Ya saldáz de caza.

—Yo no soy cazador, pero lo esconderé antes de irme.

—Vale, shuli. Y azí, apadte de hugad al tiovivo, también huego a la búzqueda del tezodo. Mendugo, edez un animadod de pimeda.

—Con halagos no vas a conseguir nada.

—Poz zedé el pimedo. Ez uno de vueztoz peodez defestoz.

—Y el tuyo que no maduras.

—Ede Se A ze mantiene ziempe fezco y hoven como una lechuga vedde.

—Las lechugas se lavan.

—Eda una metáfoda. No empesemoz...

Imagan bajada de  www. dietas.net