Cabezonada

—Que no, pesado, que mañana es fiesta.

—Que no, qu’el quinse d’agozto nunca ha zido fiezta en mi pueblo.

—Mira que eres cabezón.

—¿Y tú qué?

—Mañana es la Virgen de agosto y no estamos en tu pueblo.

—En agozto ya no quedan vidhenez.

—No chilles, que mi chica está durmiendo.

—Quiedez midad el calendadio eze —dijo en voz baja el rano.

—Vale, ya le he mirado —contesté yo en un susurro.

—¿Y qué, eztá en oto colod el quinse?

—Ese calendario es inglés.

—¿Y qué no eztá en inglés?

—Quiero decir que tendrá las fiestas inglesas, no las españolas.

—Bueno, tú haz lo quiedaz, pedo como no publiquez en el blo l’haz cagao.

—Mira, tío, son las dos de la mañana. Me has interrumpido la lectura. Y mañana es fiesta. No pienso publicar, y menos algo sobre ti. Me doy un descanso.

—Mida qu’edez vago.

—¡Quién fue a hablar! Pero se me ocurre una idea.

—¿Cúala?

—Que bajes la voz.

—Poz vaya una caca d’idea.

—Eza no ez la idea, pero como la despiertes, duermes en la escalera.

—Vale, ¿pedo cúal ez tu idea?

—Que si mañana es fiesta te pasas la aspiradora a toda la casa.

—¿Y zi no ez fiezta?

—La paso yo.

—Y una miedda, yo no zaco nada zi gano.

—Vale, pues estás comiendo fabada una semana.

—Shashi. Asepto.

—Bueno, pues mañana lo veremos.

—Ezo.

—Oye, ¿y tú qué haces despierto a estas horas?

—Que m’he tomao un café dezpuéz de la sena.

—Pues cuando me vaya a la piltra no quiero oír ni una mosca.

—Poz esha el fufú eze, podque yo no tengo máz hambe.

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