Para y por Rafa y Juan Pedro
—Vaya, m’entedao que tienez doz bodaz a la vizta, ¿eh? ¡Cómo te
vaz a poned, zinvedgüensa!
—No. Bueno, sí. Estoy invitado a dos bodas de unas personas que
quiero y aprecio, eso sí. Pero no voy a asistir.
—¿Tan tacaño edez?
—No es por eso, listo.
—Entonsez, ¿pod qué?
—Pues por varias razones.
—¿Cuálaz?
—Pues una es que se celebran ceremonias católicas y me parece una
desfachatez por mi parte participar en un rito que, si bien respeto, no siento
en absoluto.
—Ezcuzaz.
—Por otra no me encuentro yo muy a gusto entre tanta gente, mucha
de ella desconocida para mí.
—Ezcuzaz.
—Ademáz, ambas son fuera de Madrid, una en Sevilla y otra en
Toledo. Yo lo que disfruto de los viajes no es el llegar o estar, sino el camino. Por eso el avión no me gusta.
—Ezcuzaz.
—Cambia el rollo.
—Ezcuzaz. ¡Uy, peddón!
—No veo yo que atiendas mucho a lo que te digo. Y has preguntado
tú.
—Ez que m’imahinaba yo a Ede Se A en tu lugad, y...
—Ni lo pienses.
—Yo no pienzo, no te peocupez, pedo no veo yo a tu shica zola.
—Tampoco te veo yo a ti acompañándola, que quieres que te diga.
—Poz tampoco edez tú tan buen moso.
—Tienes razón, pero soy el mozo que ella ha elegido libremente.
—También habéiz elehido libemente a loz gobednantez y fíhate...
—No es lo mismo.
—Pal cazo.
—Pal cazo, como dices tú, yo soy muy apropiado. Haría buen
caldo.
—Y gazozo.
—Pero con sustancia. La grasa se puede quitar, pero la sustancia
no se puede añadir.
—Poz yo m’había esho un collad a popózito de la invitasión...
—No vuelvas al tema. En primer lugar sólo han invitado a la
familia. Y en segundo, tú ni siquiera conoces a los contrayentes.
—O zea, que no.
—Pues no. Ya te lo he dicho. ¡Y no me des más la matraca! —alcé la voz.
—Vale, vale. No te pongaz azí. Pedo zedía un punto una sedemonia
en la que un dano llevada laz adaz.
—Tú serías capaz de quedarte con las veintiséis monedas. Y,
además, suelen acercarlas al altar niños o niñas.
—Poz me disfaso.
—¡Que no! —y volví a gritarle más alto— ¡Y VETE DE AQUÍ Y NO ME VUELVAS A HABLAR DE BODA!
—Tío, baha la vos. Cualquieda que te oíga penzadá que t’eztoy
poponiendo matimonio.
Imagan
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