Cuando se levantó el miércoles Erre C. A. ya le estaba esperando
yo con la aspiradora, cuyo tubo blandia a modo de péndulo.
—¡Qué detalle, Mendugo! Haz dezpetao mi dezcanzo. Pedo ya puedez
empesad pod el zalón, clado, que yo voy a dezayunadme en la cosina.
—Que te lo crees tú.
—Yo no me zalto ningún dezayuno, y me guzta hasedlo en la cosina.
—No, si no me refiero a que no desayunes ni al sitio, sino a quien
va a empezar y a acabar de pasar la aspiradora.
—Ya zabez que Ede Se A paza de la alineación doméztica.
—Pero no de una apuesta perdida.
—¿Y quién ha peddido una apuezta?
—Tú.
—¿Yo? ¿Cuála?
—La de anoche. Hoy es fiesta nacional.
—No hodobez.
—No, no jorobo. Ni tú tampoco. Así que cuando te metas la caja de
galletas y los dos vasos de leche ya puedes empezar por donde quieras.
—Y cuando quieda.
—No, tú solamente eliges por donde. El cuando es inmediatamente
después de desayunar.
—¿La pimeda o la zegunda ves?
—Entre la primera y la segunda. Si no limpias no haces el segundo
desayuno. Y la cosa no acabaría ahí.
—Aunque esto esté disimulado baho una apuezta, no deha de zed una
distaduda.
—Sí, tienes razón, aquí hay duda: no queda claro quien es el
dictador.
—Zedá pada ti, podque pada mí zomoz ezclavoz de tuz nesezidadez.
—¿De las mías? Anda, aligera.
—Pedo yo no uzo eza azpidadoda, yo coho la shiquitita.
—Vas a tardar más.
—Pedo puedo con ella. La gande zegudo que no la muevo.
—Tiene ruedas.
—Y laz locomotodaz también, no te faztidiaz.
Imagan
bajada de www. colorea-dibujos.com
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