—¡Oye! ¿Tengo algo en la ezpalda? —me preguntó erre C.A.
… —Sí.
… —¡Ay! Pod fin.
… —Tienes muchas cadenas, arriba, junto a la nuca —le aclaré.
… —¿Y máz abaho no teno unaz potubedancias?
… —Pues no, estás más liso que la mujer menos diez actual.
… —¡Vaya pod Dios! Ya llevo veintités deztoz y na.
… —Sí.
… —¡Ay! Pod fin.
… —Tienes muchas cadenas, arriba, junto a la nuca —le aclaré.
… —¿Y máz abaho no teno unaz potubedancias?
… —Pues no, estás más liso que la mujer menos diez actual.
… —¡Vaya pod Dios! Ya llevo veintités deztoz y na.
… —¿Todavía no has tenido bastante con el fracaso del negocio de las afeitadoras para ranas?
… —No.
… —¿Y sigues creyendo que la publicidad hace milagros?
… —Ahoda máz que nunca. Ezto zabe a dayos y m’he bebido cazi do dosenas. Se m’han cabao loz ahodos.
… —Si quieres te hago un disfraz de angelito.
… —Y yo a ti uno de payazo. Dehame qu’eztoy mu cabeado…
… Le dejé tranquilo, y él siguió con sus quejas.
… —Te da alaz, te da alaz… Lo que te da ez malaliento, no te hode.
Por más cuentos que le conté, por más nanas que le canté (a petición suya), y por más ovejas que contó, Erre C.A. no durmió en una semana.
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