viernes, 4 de abril de 2008

El amigo de Erre C.A.

—Yo no sé qué pasa, pero en lo que va de mes ya llevo tres compras. Se van a acabar las guarrerías que comes entre horas y tanto ir a la nevera a por leche.
—No zon guadedías, zon eznak. Y la leshe tene musho calsio.
—Pues snacks. Pero si te miras al espejo, a la altura de la tripa, encontrarás su efectos.
—Y lo tuyo, ¿pada cuando ez?
—Lo mío es de cerveza.
—Pod peod me lo ponez. Zi bebez no conduscaz, colega. Y zegún tú, edes el timón dezta caza.
—Y tú su ruina.
—Nadie ha aduinado a nadie comiendo, y la bebida ha zido la duina de musha familia.
—En eso estoy de acuerdo, porque salir a cinco litros de leche al día nos va a llevar a la blanca rota.
—T’ha zalío un shiste.
—Habrá sido sin querer, por que estoy de una …
—Eh, caballedo, no z’haba mal, ¿eh? y menoz cuando hay dopa tendida.
—¿Y dónde está la ropa, si puede saberse?
—Ezcondía.
—En los armarios.
—Y detás mío.
—Tu no tienes ningún detrás. Se dice detrás de mí.
—Que no, detás tuyo no hay nadie. Detás mío zí. El que ze bebe to la leshe.
—Sí, ahora echa la culpa a un amigo invisible.
—Yo noztoy loco, y mi amigo, anque no le veaz ez vicibe. Y zi no te midadas tanto elomgliguillo y el bolzillo ya lo hubieraz visto.
—Quita a ver.

—Vale, Mendugo, pedo no empuhes, coñe.
—¿Y esto?
—Ezto ze llama Madco Audelio y no haba, zolo come.

Tenía razón Erre C.A., su amigo, aunque pequeño, no era invisible.

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