miércoles, 23 de abril de 2008

La sopa

—Parece como si no te hubiera gustado la sopa.
—No ez ezo, ez que mencontao dento de la mía un minizto. Y tu hiha m’ha disido que ella un famozo.
—¿A quién se ha encontrado?
—No me l’ha zabido desir. Zólo qu’eda un famozete d’ezoz que no conose nadie.
—Pues no lo entiendo, porque he echado fideos nada más.
—Pedo ya zabez, cuando lez da pod algo, lo tenemoz hazta en la zopa. Mida, ven, vedaz. ¿Ha zobado zopa?
—Sí.
Me arrastró a la cocina.
—Mida dento de la casedola, pod favor. Y dime qué vez.
Me asomé al puchero.
—Nada.
—¿Nada?
—Bueno, caldo y algún fideo.
—Devuélvela un poco con algo, hombe. Eztaz cozaz no ze ven a simpe vizta.
Metí una cuchara de madera y meneé el caldo.
—Es verdad —dije—. Mira un balón de fútbol… Y un hermano grande.
—No te desía yo…
Al final sacamos un spot publicitario, una cuña de radio, un video robado, tres mentiras, un opositor que decía “Váyase, señor López”, una serie policiaca y algún chisme más. Lo tiramos todo a la basura y Erre C.A. me dio un sabio consejo.
—Mendugo, yo queo que debedías guisad zin oí la dadio, con la tele pagada, y tata de que los diadios y deviztaz eztén en la meza del zalón.
Los que no mencionó fueron los lobbys, quizá porque el rano es tan consciente como yo de que sus componentes están en todos lados.

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