… —Yo nunca voy a ser famoso, Erre C.A., no me interesa. No te preocupes. Aunque tienes razón, la fama cambia a las personas.
… —¿Y pod qué?
… —Me imagino que es el ego que eacciona con la vanidad…
… —No, que pod qué no vaz a zed famozo. Tenez el mizmo dedesho que cualquieda.
… —Pero me faltan las aptitudes y las actitudes. Ni las que a mí me gustaría tener, ni las que me desagradan.
… —Yo hablaba del famozeo pozitivo, no del que te otodga contá en la tele loz tapoz zusioz de nadie.
… —Yo sólo creía en el trabajo diario. Bueno, aún sigo creyendo. Aunque la palabra trabajo nunca me ha gustado para designar esa actividad humana.
… —A mí, ni la palaba ni la astividá. ¿Pedo pod qué no te guzta?
… —Porque reconozco en ella una parte de penuria, de sufrimiento. Y yo, de un tiempo a esta parte, intento penar lo menos posible.
… —Eztoy d’acueddo, colega. Ez lo que yo llevo hasiendo toda mi vida. Vamoz a selebadlo con una buena comida. ¿Qué te padese?
… —¿Qué me va a parecer? Mal.
… —Ahí m’haz doto, tío.… —¿Qué pensabas sacar? ¿Una comilona a mi costa?
… —Dezde luego… ¡Qué matedializta edez! Acueddate de Beiyin: Un mundo, un sueño.¿Dónde eztá tu espíritu guemial de compadtí iluzionez comunez…?
… —Desde luego en una olla o en un horno, no. Ni un una frase vacía. Porque si tú y yo celebramos algo con una comilona, lo que tengo claro es que a quien le toca cocinar es a mí.
… —Vale. Puez no comemoz y zufimoz huntoz. Pedo ezto me zuena a cultuda hudeo-quiztiana: ¡Todoz a zufí, y azí noz ganademoz el sielo!
… —¿Sabes, Erre. C.A.? Eres la polla. Te has ganado una paella.
… —Zi ez que en el fonfo, edez un idealizta.
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