domingo, 2 de noviembre de 2008

De las presidenciales a la risa

—¡Ho, tío! Ya no zé donde metezme. Noz tenen fitoz con laz pezidensialez nodteamedicanaz. Tenemoz conguito y patata conhelada pada feí hazta en la zopa. Ya no zé dónde metedme.
—No te entiendo, pero te comprendo. Los medios de comunicación son la cadena transmisora del se ve, existe; sea verdad o mentira aquello que nos enseñan.
—Aoda zoy yo el que ni t’entende, ni te compende. ¿Qué tene que vé el Obama y el Makei con laz cadenaz tanzmizodaz, o con la veddá o la mentida? Mendugo, últimamente t’endollaz musho y dezvadíaz una miaha. Y ze te nota que te quedazte en el yanki go hom, eh.
—Sólo faltabas tú por echarme en cara que me he quedado en los sesenta. Me tenéis hasta el gorro.
—Puez tú a nozotoz…
—Las páginas se pasan cuando se acaban de leer.
—O cuando az vizto sien vesez laz fotoz, que ez el cazo. Y como no leaz máz depiza, te vaz a entedá de laz cozaz cuando ze selebe su sentenadio.
—Exagerado.
—¿Ecsahedado? Dizculpe el zeñó, pedo zi no z’a entedado que Cadloz Madcs eztá muedto y entedado, pegúntezelo a Zeddá, zi no me quee a mí.
—En el sentido que lo canta él, no, no me he enterado.
—¡Ahoda laz muedtez tenen zentido! —exclamó el rano en tono de reproche.
—Tienes razón, las muertes nunca tienen sentido, y menos para los que no saben que un día morirán.
—Amén —respondió Erre C.A. persignándose.
—Ríete de tu madre —me enfadé y contesté malamente.
—Díete tú. No queo que la ubieda impodtado sed obheto de diza zi zalvaba a un amadgado de zu amadguda.

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