lunes, 30 de junio de 2008

El melón

—Pero, ¡qué coño haces ahí!
—Desando pada que te gaztez loz eudoz en un apadato de aide acondisionao.
—Pues yo te veo más interesado en el melón que en los rezos.
—Bueno. De pazo tambén l'hago compañía. El pobe eztá zolito y a ozcudaz.
—Ya. Pero por la baba que se te cae creo que no vas a pensar lo mismo cuando le hinques el diente.
—Eztáz hablando con un anudo zin dientez, colega.
—Pero con la lengua muy larga y la boca muy grande.
—¡Anda, éste!, como todoz. Y sieda la puedta del figodífico, que ze noz va todo el fesquito.
—Ahora ya sé los motivos que te han llevado ahí. Pero no ves que es una marranada. En la nevera guardamos la comida y eso.
—Y ezo. Y en el fondo, ez como me ziento aquí dento: como un pad de ancaz fezquitaz.
—Pues o sales de ahí o te las paso por la brasa.
—Ezto ez una tidanía, voy a habad con loz de Ikea pada que no quean que todaz laz cazaz zon una depública independiente y libe.
—Lo único que no depende en ti de nada es tu hambre, la sientes independientemente de la hora que sea.
—Cántame la cansión, zino, no zalgo.
—Desde luego, cualquiera que me vea... —protesté—. Pero venga —y canté—: Quita. En el salón no se juega. Quita los pies de la mesa. En el salón no se juega. Me vas a dar un disgusto.

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