Ayer
recibí, mejor dicho, Mendrugo recibió la primera llamada telefónica de un niño
respecto al libro que escribí del mismo nombre: Mendrugo (en su versión
infantil). Y no sé quién estaba más contento, Carlos, Mendrugo, sus amigas la
ranas o yo.
Carlitos,
Carlos, por contactar con un amigo “capaz” de escribir un libro de “¡jo,
doscientas treinta y una página!”. Su comentario sobre su vicio por leer (lleva
dos páginas) y su “antes no me gustaba leer” es fiel reflejo del espíritu de
Alex y Míguel.
Mendrugo,
a su vez, daba saltos de alegría y hacía cabriolas cuando lo escuchó.
Conseguir, en el plano real, que un niño (aunque sea amigo mío) cambie la
consola por una historia escrita ya no es un sueño, es una realidad. La mejor
fantasía más deseada y más soñada. Ya tiene cuerda para otros diez mil años.
Y,
claro, las ranas amigas de Mendrugo, la montaron; cosa, que con motivo o sin
él, siempre hacen. Mendrugo asistió de invitado al jolgorio y dejó hacer. Su
humor se desbordó y hasta se tragó un chicle.
Y
de mí, ¿qué decir? No me esperaba este premio. Me pregunto: ¿qué sentiré cuando
se publique, cuando lo lea más de un niño? Pero prefiero dejar los pies en el
suelo y charlar tranquilamente con Mendrugo, con Erre C. A, con las ranas y
conmigo mismo. Prefiero soñar desde este blog que desde mi vida, no vaya a ser
que lo de Carlitos sea un pequeño guiño del destino; aunque, por otro lado, ya
tengo suficiente.
Gracias
a quienes me leen.
1 comentario:
¡Comparto tu alegría y envido con un poco de orgullo paterno! ^_^
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