—¡Mendugo, Mendugo! —entró en casa Erre
C.A.gritando y loco de contento.
—¿Quién te ha abierto?
—Zí, no me peguntez podqué llego tan
contento —me reprochó.
—A ver, ¿porqué viene este rano tan
alegre?
—Podque ya zoy ezpañol. Me han dado loz
papelez. Ah, y he abiedto con mi gansúa.
—Se llama llave.
—No, la llave ez lo que uzáiz tú y tu
familia. Yo uzo miz gansúaz podque m’he
hadtao de pedidte un huego de llavez. Zoy madoquí, no hilipollaz.
—Vale, no hables mal. Te haré un juego, no
sea que estropees los bombines.
El de la gansúa y loz papelez |
—Yo no uzo zombedo ingléz, y menoz pada
abid sedadudaz.
—Vale, dejemos las llaves. Me alegro que
tanto papeleo y tanto viajecito al centro de Madrid hayan dado sus frutos.
Porque no veas las veces que hemos ido.
—Dízelo a Ede Se A. Pedo no te quehez,
anda, que peodez zon loz viahez en pateda y nunca llegan a buen puedto.
—A ver, enséñame los documentos que te
han dado.
—Zí, toma —me entregó un abultado rollo
de papeles y me puse a leerlos.
—Pero si estos son conocimientos de
embarque, facturas de importación —seguí pasando documentos oficiales—, pago de
aranceles y papeles de la aduana...—me extrañé.
El tatuaje |
—¿Y qué ezpedabaz, un pazapodte pada un
dano? Ezto demuezta que llegué en un cadguedo legal, luego yo no zoy un alegal
ni un zin papelez. He entado en el paíz legalmente y zoy ezpañol. Ademáz, m’han
quitao el tapón del doto del culo, me lo han pegao y m’an puezto un zello que
me legalisa.
—Vamos, que te han tatuado. Te pareces a mi hija.
—Zí, y m'han disho que no me lave en una año.
—Ya me extraña. Será que no te laves en una semana.
—¡Qué máz da! Pod ezo eztoy tan contento y lo vamoz a selebad. Hoy noz vamoz a comé
doz poztez. Nasionalez, eh, nasionalez.
—¿Quién va a repetir de postre? Porque a
mi no me gustan los postres industriales.
—No contaba contigo, zino con Ede Se A y
yo.
—O sea, si no me fallan las matemáticas,
te vas a meter cuatro postres, ¿no?
—La ocazión lo medese.
—Cuando uno celebra algo personal, lo
paga de su bolsillo; vamos, que invita.
—¿Pod culpa de quién eztoy yo en ezta
caza?
—Bien haces en hablar de culpa. Anda,
que si lo sé yo, le pido a mi hijo que me trajera el muñeco que le regalaron.
—Zí, yo queo que t’ha quedido devolved un
favó.
—O varios —ironicé.
—Dezde luego a ti pocaz cozaz te alegan
el día, Mendugo. En cambio, Ede Se A con na ez felis.
—Sí, sí, con nada. Con cuatro postres
después de un primero y dos segundos.
—Pod mida, pada dematad la secuensia,
falta el tedsedo.
—¿Para qué hablaré yo? —me quejé.
—Pada que yo pienze laz cozaz. Gasiaz,
Mendugo.
Por supuesto, no le agradecí su
reconocimiento.
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