—Vaya tiempecito —me quejé.
—¿A cuál te defiedez, al clima o al momento astual?
—A los dos.
—Yo ya no me pongo ni la dadio. No te digo máz.
—Ni yo. Te abrasan.
—Ya, pedo tú no la ponez pod no gaztad pilaz.
—No. Es que todo el mundo habla de la crisis, sobre los recortes,
la bolsa, la prima de riesgo... Y todos nos recuerdan y machacan lo mal que
están las cosas... Parece que todo quisqui tiene la solución a un problema que
nadie resuelve.
—Te veo dezanimao.
—Y lo peor es que dicen que no hemos tocado fondo en las medidas del
gobierno.
—Y pesimista.
—Con el tiempo veremos el pecio del Titanic. Ya verás.
—Y fantaziozo.
—Nos podían dar alguna alegría para variar.
—E iluzo.
—No sé, por ejemplo, que la población de pinzones ha aumentado.
—Y tonto.
—O que todo el cáncer se cura con una pastilla.
—Y zoñadod.
—Y no, venga, que las tasas universitarias suben...
—Y zuzseptible.
—Que baja el número de becas...
—Y dale molino.
—Que nos tenemos que concienciar de que lo bueno se ha acabado...
—Y poteztón.
—Que los servicios que presta el estado y que pagamos a través de
los impuestos cuestan mucho dinero. Claro, el nuestro...
—Y quiticón.
—Erre C. A.
—¿Qué?
—Que te vayas a la mierda, ¿vale?
—Clado, como tú ya eztáz en ella, Ede Se A ze tiene que pingad,
¿no? Poz no, yo me quedo aquí qu’eztoy muy a guztito.
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