El camuflado |
—¿Ota ves?
—Sí, hacía muchos años que no te escondías detrás del poto.
—No m’ezcondo, me camuflo.
—Pues quítate el collar que se te ve desde Sebastopol.
—No, antez muedto que zin collá.
—¿Seguro que en tus antepasados no había al menos una urraca?
—Que yo zepa no. ¿Pod qué?
—Por el placer que sientes ante todo lo que brilla.
—Eze guzto lo compadto con loz humanoz. Y que yo zepa, vozotoz
tampoco tenéiz anseztoz udaquianoz. Ademáz, yo no me llevo laz hoyaz y laz ezcondo
como tuz conhénedez.
—Por lo general mis congéneres no son avaros. Es más, les gusta
lucir las galas como a ti. Hay más ostentosos que avariciosos.
—Y también pod lo henedal ze camuflan.
—No te entiendo.
—Ni yo a ti.
—Esto parece un diálogo para besugos.
—¿Tan mal pienzaz de loz pocoz que te leen?
—No me refería a ellos, sino a ti y a mí.
—¿Y qué ezpedabaz de una convedzasión ente un Mendugo y una dano?
—Al menos una sonrisa.
—Laz zondizaz no ze disen.
—Pues yo trato de escribirlas.
—Allá tú con tuz dadesaz. Y laz danaz no tienen defanez del tipo
lobo con piel de coddedo.
—¿Y a qué viene eso ahora?
—A lo del camuflahe.
—Yo creía que esto iba de una sonrisa.
—Anda, puez yo eztaba en lo del diálogo pada bezugoz.
—¿Te cuento una anécdota de mi madre sobre un besugo?
—¡Qué demedio!
—Pero sal de ahí, hombre.
—Hombe no,. Pezao, dano.
—Pues sal de ahí rano.
—No quiedo, aquí eztoy potehido conta laz batallitaz.
—Pues la vas a oír.
—D’ezo eztoy zegudo. Venga, cuanto antez empiesez, antez acabaz.
—Pues que llegó un día mi abuelo a comer cuando mi madre era una
niña...
—Anda, ¿la abuela no ha zido ziempe abuela?
—No, no nació abuela ni madre. Y cállate que acabe. Pues eso, que
llegó su padre y preguntó qué había de comer.
—Oto como yo.
—No lo sé, no le conocí. Bueno, y mi madre le contestó: Besugo,
¿qué quieres? Y se llevó un guantazo por insultar y contestar a su padre.
—Hoé, como ze laz gaztaban en la pehiztodia.
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Imagen bajada de www. cada24horas.com
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