—¿Cómo no voy a estar mosqueado? Tanto insistir en ir a la compra
conmigo, y luego todos son vergüenzas y timideces.
—Tampoco ez pada tanto, colega.
—¿Qué no es para tanto? Pero si han llamado hasta a la policía.
—Ezo ez podque elloz han quedido.
—¿Y por qué les han llamado? Por tu culpa.
—O pod la tuya. Podque negadse a enzeñad en la caha la bolza donde
iba ezcondido Ede Se A no ha zido muy buena idea.
—Encima... ¡Ezcóndeme, ezcóndeme, que me da vedgüensa!... ¿De
quién ha sido la idea? Porque yo no hablo así.
¡Ezcóndeme, ezcóndeme... |
—Poz la idea ha zido tuya. Yo no t’he disho que me metiedaz ahí.
—Digo la de esconderse, no dónde.
—Eza zí ha zido mía. Pedo penzá que iba a pazá dezapedsibido dento
de una bolza izotédmica... Vedáz, aunque no zoy mu gande, ocupo lo mío.
—Dímelo a mí. Ocupas y preocupas.
—Ademáz, el que ha dado al final la cada he zido yo.
—¿Tú? Pero si te has quedado como muerto cuando me han obligado a
vaciar la bolsa para ver qué llevaba.
—Ez que zi me pongo a dad una shadla allí, no veaz la que liamoz,
Mendugo.
—¿Y no la has liado? Pero claro, el que ha quedado como loco he
sido yo. Eso o pasar por ladrón de embutidos.
—No ha sido tan gave. Tampoco ez tan dado que laz pedzonaz mayodez
tengáiz mazcotaz.
—Vivas, que es lo que yo pretendía demostrar. Pero un tío como yo
que se lleva un muñeco de peluche a la compra no es muy normal. Y como decía la señora esa mayor: Encima le pone collar.
—Poz eze shavalín qu’eztaba con zu made ze lo ha pazao pipa. Y loz
demáz ni te cuento. Zobe todo cuando haz tatado de convensé al poli hoven de
que había zido yo el que ze había ezcondido. ¿Cómo ha disho...? Ah, zí, que zi
no te daba vedgüensa. Y tú l’haz disho que el vedgonsozo eda yo —aquí el rano
reprimió la risa.
—Pues la cara de la cajera... Ahora no voy a poder comprar en ese
supermercado.
—¿Y pod qué no?
—Porque me voy a sentir mal mirado.
—O zea, que me miden a mí dado podque hablo no impodta, pedo que
notez tú que te zeñalen zí.
—No es lo mismo. Y, además, yo no quería llevarte. Y estaba en lo
correcto, porque entre la que se ha liado y que me he gastado el doble... Una y
no más, Santo Tomás.
—De aquí no. Pedo, anda, coloca la compa, que zi no me voy a tené
que comed todoz loz poztez de una zentada pada que no ze eztopeen.
—Serías capaz.
—¿Qué te apuestas? —se ofreció Erre C. A. rápidamente.
—Nada —y le advertí—. Te tienen que durar hasta navidades.
—¿Y zi no me guztan?
—Pero bueno. ¿Es que no has probado ya todo lo que me has hecho
comprar? —me sorprendí por raro que parezca que el rano pueda ya sorprenderme.
—No, zólo he pobado laz natillaz de shocolate. El dezto lo he
vizto anunsiado en la tele.
—Yo te mato.
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