viernes, 30 de noviembre de 2007
¿El principio?
Hace tres mil millones de años (¿tiene sentido esta cantidad?) que las aguas son.
Mendrugo todavía no era.
Mendrugo todavía no era.
Ni Mendrugo, ni Cristo, ni primate que criar.
La referencia no es más que para ubicarnos, para dejar claras dos cosas:
..
.......... -Que la vida en la Tierra debió de nacer por aquel tiempo
.......... -y que la ciencia nunca prescindirá de la imaginación (porque en el fondo, ¿cuántos son tres mil millones de años si de los mares conocemos lo mismo que de la infancia de Cervantes?).
..
Pues eso, que al estar hoy aquí, me parece que todos venimos del mismo origen, más que les pese a algunos cuya mentalidad ha evolucionado poco desde entonces.
Y no es broma, que, por desgracia, muchas mujeres y muchos niños lo sufren en su diaria condena; y gracias, que a otros les paran la vida a medio recorrido.
jueves, 29 de noviembre de 2007
miércoles, 28 de noviembre de 2007
martes, 27 de noviembre de 2007
lunes, 26 de noviembre de 2007
De noche
De noche, mientras los sueños me persiguen, la realidad se duerme.
De noche, mientras se cimenta la luz que ha de llegar, los sueños se acrecientan, y la verdad se muere.
De noche, mientras los sentidos se toman su tiempo, éste lo pierde.
De noche, cuando el tragaluz se oscurece, se convierte en inútil.
De noche, cuando el día es pretérito, es cuando tomamos conciencia de él, cuando asume sentido eterno.
El sentido del pasado es el recuerdo.
La sucesión de recuerdos es la memoria.
Funcionan como la noche.
Uno sigue a otro y tú sigues ahí.
domingo, 25 de noviembre de 2007
Hacer planes
Lo mejor para no hacer algo es diseñar un plan de trabajo. Lo tengo aprendido de las noticias (p. e., una hoja de ruta). Llega un momento que la catástrofe de turbo se confunde con la que se venía anunciando por unos urticantes ecologistas , que si bien no tenían razón, ahora, se la damos. Pero, a lo que iba, que quieres seguir fumando, pues en el primer punto de la orden del día escribes: DEJAR DE FUMAR. Si te preocupa dejar de hacer algo más, o lo escribes a continuación subrayándolo, o te esperas a confeccionar el plan de mañana. Es fácil. Otra cosa es llevar a cabo una empresa que no te interesa. Entonces, la cuestión funciona de otra manera. Ponte u ocúpate con algo de tu agrado (sexo, literatura, sexo, música, sexo, televisión, sexo, tocarte la nariz, sexo, etc., sexo), y verás como en menos que los peces olvidan aparece algo o alguien que te obliga a dejar lo que te gusta, y a realizar la que no quieres. Así es que, yo probaré. Y para ello, voy a adelantar el plan de mañana.
... Propuestas positivas. Propuestas negativas
... 1º Hacer la compra. .... 1º No echar siesta.
... 2º Ir a trabajar. .......... 2º No beber cerveza.
... 3º Comer de régimen. .. 3º No leer ni los anuncios del metro.
... 4º Ver la tele. ............ 4º No salir a mi hora de la oficina.
Voy a dejar la lista, no sea que para pasado mañana no se me ocurra nada.
... Propuestas positivas. Propuestas negativas
... 1º Hacer la compra. .... 1º No echar siesta.
... 2º Ir a trabajar. .......... 2º No beber cerveza.
... 3º Comer de régimen. .. 3º No leer ni los anuncios del metro.
... 4º Ver la tele. ............ 4º No salir a mi hora de la oficina.
Voy a dejar la lista, no sea que para pasado mañana no se me ocurra nada.
sábado, 24 de noviembre de 2007
viernes, 23 de noviembre de 2007
La respiración de la inteligencia
J. L. Borges, a través de pluma ajena y en sus Ficciones (1), dice que pensar, analizar, inventar no son actos anormales, son la normal respiración de la inteligencia. Y yo añado, que de cualquiera, incluso de la mínima exigible. Siempre es grato coincidir con este tipo de gente.
(1) PIERRE MENARD, AUTOR DEL QUIJOTE. J. L. Borges, EMECÉ, 1996, pág. 64.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Un recuerdo para Giuseppe
Han pasado cinco días desde que nos comunicaron la muerte de Giuseppe. Y como no es (era) un personaje cotidiano, no me he vuelto a acordar de él hasta hoy. Lo cierto es que todo queda en el recuerdo, todo vuelve a ser presente. Con o sin demencia senil, en un momento dado, se regurgita el ayer. Te pongas como te pongas es imposible prescindir de la edad. Otra cosa es que lo usemos para beneficio propio o común. Sería demasiado sencillo, y tenderíamos a una perfección inconcebible para el ser humano. Giuseppe me enseñó que en mi interior late un niño, a no sentir vergüenza cuando un cincuentón acaricia un muñeco de peluche, que la imaginación no tiene límites, etc. Me las enseñó, bien es verdad, porque yo soy capaz de pensar, de sentir, de admitir cualquier posibilidad, y eso no se lo debo a él, está claro. Tampoco el jodío leoncito es cosa mía (es made in Mundo Picho) , ni siquiera fue ni es importante; no ha marcado ni un antes ni un después en mi vida.
Pero ha sumado y no habrá otro muñeco como él, sin negar que esto está lleno de muñecos que pretenden protagonismo y fama. Los unos inventando documentos y razones para imponer su hegemonía, que si no hubiera influido en la vida y en la muerte de otros sería una novela aceptable y no una MENTIRA más que demostrada. Otros, y sin querer comparar, recurren al alarido periodístico, a la trasgresión de los límites de la libertad de información, a la vida privada de otros muñecos que zarandean para ver si cae un notición que les permita protagonizar un anuncio televisivo. Y todos recurren al mismo argumento: “Es mi trabajo, y ellos se lo han buscado”. En cuanto a lo primero, nada que objetar (aunque yo les recomendaría que se dedicaran a otra cosa). En cuanto a lo segundo, y por ahí traigo a cuento a Giuseppe y a los estos otros muñecos, a lo de “ellos se lo han buscado”, me parece un argumento pueril (pueril como infundado y fútil, no como infantil), amén de que juzgar ha de hacerse, si toca, sin pertenecer a ninguna de las partes. Como veréis, muñecos hay muchos, pero Giuseppe es otra cosa, porque en el peor de los casos nos trasmite indiferencia.
martes, 20 de noviembre de 2007
(largas) Reflexiones
Cuando uno, simple y humilde, se da cuenta que poco puede hacer ante una situación personal ajena, que le incumbe porque ver triste (no alegre) a una seudo-amiga (porque la condición de macho y hembra nos hace enfocar la vida de manera diferente) no puede por menos que guardarse las ganas de subirse a Rocinante y echarse al monte a deshacer tuertos desconocidos. Aun a riesgo de meterme donde no me llaman (ya lo he hecho con un SMS tan forzado como sincero) quiero decirle a esa persona que lo más que está en mi mano es presentarle mi cariño. Pero el cariño no cuesta, y Rocinante, a pesar de su condición, me sigue llamando desde el interior de mi cuadra. Por eso, y por otras cosas que alargarían el discurso, me propongo publicar en este blog unas reflexiones que jamás hubiera compartido con nadie (nadie, no como figura retórica, sino como concepto absoluto). Como ello me cuesta, me obliga a hacer un esfuerzo contra mi voluntad, tengo disculpa para no montar al rocín y calmarle. Me demuestro con ello, que si bien me siento impotente, también quiero servir para algo más que para pasar una velada agradable. Advertir, si acaso, que el texto que sigue es largo, y quizás no le interese a nadie. Pero como ya he dicho, lo que quiero hacer notorio, en este caso, no es lo que escribo, sino que lo saco a plaza. Me desnudo por ti, mujer luchadora.
....
Luchar cincuenta años por ser congruente y no conseguirlo no es triste, solamente confirma mi cabezonería.
Recordar aquel niño del que me siento una extensión, luchando entre la fe, que me inculcaban a golpes de miedo, y mi propia evolución me pone un nudo en la garganta. Como aquel otro de tela que me quité por sentirme partícipe de unos ideales que quedaron caducos porque otros los abandonaron, porque aquel contra el que se luchaba dejó de oponer resistencia.
Conseguida por otros la democracia (que no es sinónimo de libertad y que yo nunca busqué), me encuentro aislado, como todos, entre los vaivenes de los partidos políticos, entre las tenazas del poder. Ante esos poderes, que cambian menos que el hambre de dueño, uno se miente incluso confundiendo su propia tristeza o dejadez con la inoperancia. No caer en la cuenta de que, por motivos humanos, perteneces a una serie de grupos, pudiera ser un error si no adviertes que, en muchas ocasiones no fue tu elección (yo ni siquiera sé porqué soy del Real Madrid; la herencia genética no actúa en estos casos, mi padre era del Atleti). Por eso ser español o madrileño o chamberilero no es un orgullo, sino una circunstancia que me acerca a los demás españoles, madrileños y chamberileros.
Soy amigo de supuestos, los hombres me vienen grandes, y las mujeres ni te cuento. Volver a los diez años tampoco explicaría la amistad. Quieres estar en la calle con los amigos, en vez de estudiando; es lo suyo, lo que tiene sentido. En definitiva y en algunas ocasiones, hacemos lo que hacemos para no hacer otra cosa. Nos divertimos (o tratamos de) para no aburrirnos. Trabajamos, nos ganamos la vida para no perderla; vemos fútbol por no ver en la tele un reality show. Elegimos, generalmente, entre lo que nos ofrecen, cuando deberíamos elegir entre lo que nos importa.
Siempre he tirado para delante por inercia, por sentido común, por instinto y por no estarme quieto esperando. Me conozco poco, y lo poco que me conozco se lo debo a los demás. Nunca he aceptado las reglas del juego, pero siempre he jugado limpio, dentro de los límites que esas reglas delimitan. Las trampas se han reducido a las que yo mismo me he hecho. Pero cuando he jugado en mi propio campo, no he podido (ni he querido) ponerle puertas.
Sentirse padre es sentirse colmado, dueño de un futuro que no te corresponde, de un mañana que te trasciende. Sabes que la melodía que compones se ajusta a un compás con la que no será interpretada. Sentirte responsable, cuando lo piensas, de otras vidas es lo mejor y lo peor por lo que una persona puede pasar. A nuestra forma, todos defendemos la vida, pero no nos ponemos de acuerdo en qué significa. En los sustantivos coincidimos, pero al adjetivar se producen las diferencias, los gustos y los pareceres. Cuando el futuro se va materializando a una velocidad que ya notas día a día, no es que mires atrás, es que mirar hacia otro lado permite idealizar el presente. Acomodado ya en una vida con todos los gastos pagados, y debiendo lo mínimo, parece que mi creatividad se alimenta. Esconderte para que no te den es una postura aparentemente cobarde, pero sirve para sobrevivir. Aunque, a veces, por mucho que te escondas te llevas lo tuyo. Y eso es lo que proyectas en tus hijos, si los tienes. “Te van a dar más que a una estera, chaval o chavala”. Luego, lo que has de transmitir es capacidad para sobreponerse, eso y no vender un pegamento que no va a servir para mantenerte unido a la silla de montar.
Ahora, que ya no puedo retornar a los brazos de mi madre (el puente se ha roto), que la historia se culmina una vez más, los recuerdos ya no me sirven. Sólo hay presente. Un presente vasto y eterno. (¡Madre mía, lo que he influido en los demás!) . Lo de menos es estar equivocado, haber errado, lo que está de más es acertar. Y no acierto a encontrar las teclas que no desafinen. Bien es verdad que con frecuencia la canción suena a disco de oro.
La falta de ambición te reserva un camino monótono, sordo. La estridencia, el ritmo no funcionan cuando bailas solo. Recorrer las letras del breviario que has escrito sin proponértelo es recurrente, sirve, pero para escasos dos pasos; al tercero hay que inventar, forjar de nuevo el camino, una senda que nunca será tuya, porque únicamente se poseen los sueños.
A resultas de vivir se configura una imagen que, a duras penas, se semeja a la que tú pretendes. A resultas de vivir se construye una prisión en la que, unos por sobredosis y otros por inanición, todos nos suicidamos. Cumplir una promesa no tiene mérito, hacerla es lo que cuenta. El enunciado de todo problema contiene y esconde la respuesta. Así de rotundo, así de dogmático. Siempre puedes contestarte a una pregunta con otra, y así componer una cadena con la que fijarte a la inmovilidad. Deberíamos hacer más por nosotros mismos. En los dos sentidos. Acudir al vecino a por una pizca de sal debería ser un recurso, porque mejor que salar es condimentar. Al fin y a la postre, el guiso nos lo vamos a comer nosotros.
Está claro (?) que busco en estas líneas comprenderme, pero no menos quejarme de quien siempre me acompaña. A ti, abogado del diablo, te hablo. A ti que todo lo criticas. A ti, que eres capaz de lo peor y de lo mejor. A ti, que con tus limitaciones me limitas. A ti, que agazapado entre mis dudas siempre quieres tener razón. A ti, que roto en dos mitades irreconciliables, no me perdonas ni una; desde la barrera, o a toro pasado, se ve mejor la corrida.
He descubierto una nueva soledad. Aquella que sientes cuando te dejas caer. Siempre se está solo en la caída, por egoísmo propio o ajeno. Todos se apartan (o los apartas). Es como un efecto de vista. Parece que los demás suben, pero eres tú el que baja. Hay quien se aparta simplemente, quien huye despavorido y a quien tienes que empujar. Después todo vuelve a la normalidad. La caída se frena y el golpe parece acercar a quien se alejaba.
Escribir, bendita capacidad humana. Habríamos de escribirnos más cartas, y no digo unos a otros. Habríamos de hacernos más partícipes de nuestros propios asuntos. No somos solución a nadie. Sí lo somos a nosotros mismos (por eso somos prescindibles). En el otro sentido sí somos apoyo y obstáculo, además de indiferentes.
El tiempo, que creemos pasar, nunca se va. Se incrusta en nuestros poros, en nuestra voz, pergeñando planes. Deteriora articulaciones y engrasa la razón con enfoques inventados por su velocidad. Si no fuera porque no saca beneficio, el tiempo sería el parásito humano por excelencia. Y cuando la situación es de inmovilidad total, de apatía, donde solo cabe el llanto, somos conscientes de cómo se posa en nuestra piel, como embaraza nuestro útero creador. El tiempo es como un polvo que no rellena huecos, como el viento que esculpe vacíos y matices en el rostro de la Tierra. Convive y cohabita con su dueño en una ósmosis perfecta. Es inextricable, imposible de explicar, y, curiosamente, la variable que todo lo explica. Por el contrario, por mantenerse adherido a nuestro ser, es irrecuperable, es de lo poco que ni cuesta ni tiene precio, aunque le comparemos con el oro. Nunca habrá un El Dorado de tiempo, nunca habrá una América de donde traerlo, ni un albañal donde arrojarlo. Nuestro tiempo, como nuestros sueños, nos pertenece, pero, al contrario de éstos, es intransferible. Si acaso una unidad, un pequeño corpúsculo se congela, se pega al papel fotográfico para fijar el ayer, para oficializar el momento. Pero el tiempo no es una suma de unidades, no es una recta compuesta por infinitos puntos. El tiempo es una limitación de los sentidos, un margen de sensaciones que necesitan de él para que ocurran. Y hay muchos tiempos dispares: aquél, el nuestro, el mal o buen tiempo, los tiempos mejores, los tiempos en los que ocurrirán las mismas cosas, el pasado, el presente, el futuro, el tiempo de vivir, el de sentar la cabeza, el acumulado, la edad, etc. Sólo él hace cambiar. Somos meros espectadores de su silencio, de su continua llegada. El movimiento constante no se creará mientras no se domine el tiempo. Él es el carburante, la energía. Nada es tan sutil ni tan efectivo. El agua necesita tiempo, el aceite necesita tiempo, la creación necesitó de tiempo; unos dicen que siete días, otros opinan que miles de eones. Es tan silencioso y tangible como las arrugas de la piel. Sin él, la fuerza, la potencia, la velocidad, el calor o el frío tienen sentido (sólo aquello que perdura lo tiene). Ni siquiera Dios, porque la eternidad se me hace añicos entre las manos sin su presencia. ¿Será él el dios que todo lo ve, que todo lo puede? ¿Será la paciencia la mejor virtud o la mejor herramienta para tallarlo? Hasta en el lenguaje se disimula, se viste de siempre y de nunca, de ya llegará y de historia. Y siempre es presente. Tiene la capacidad de la omnipresencia, de la ubicuidad, de la estanqueidad y de la volatilidad. Es una veta inagotable. Es más, cuanto más sacas más queda por extraer. Es fuente inagotable que agota vidas, siglos, milenios, eones. Se lo traga todo, hasta nuestros errores. El poeta lo definió (interpreto) como el canto de los pájaros en el instante siguiente a nuestra muerte. Solo la inocencia parece detenerlo, por eso la ataca, la vence fungiendo de experiencia, de crecimiento físico y mental. Una vez que la agota sigue su curso como un río que nunca desembocará en un más allá, más allá que él mismo define para no dar explicaciones. Cualquier tiempo aboca en otro. Cualquier tiempo es inmortal. Por todo ello respeto mi tiempo.
....
Luchar cincuenta años por ser congruente y no conseguirlo no es triste, solamente confirma mi cabezonería.
Recordar aquel niño del que me siento una extensión, luchando entre la fe, que me inculcaban a golpes de miedo, y mi propia evolución me pone un nudo en la garganta. Como aquel otro de tela que me quité por sentirme partícipe de unos ideales que quedaron caducos porque otros los abandonaron, porque aquel contra el que se luchaba dejó de oponer resistencia.
Conseguida por otros la democracia (que no es sinónimo de libertad y que yo nunca busqué), me encuentro aislado, como todos, entre los vaivenes de los partidos políticos, entre las tenazas del poder. Ante esos poderes, que cambian menos que el hambre de dueño, uno se miente incluso confundiendo su propia tristeza o dejadez con la inoperancia. No caer en la cuenta de que, por motivos humanos, perteneces a una serie de grupos, pudiera ser un error si no adviertes que, en muchas ocasiones no fue tu elección (yo ni siquiera sé porqué soy del Real Madrid; la herencia genética no actúa en estos casos, mi padre era del Atleti). Por eso ser español o madrileño o chamberilero no es un orgullo, sino una circunstancia que me acerca a los demás españoles, madrileños y chamberileros.
Soy amigo de supuestos, los hombres me vienen grandes, y las mujeres ni te cuento. Volver a los diez años tampoco explicaría la amistad. Quieres estar en la calle con los amigos, en vez de estudiando; es lo suyo, lo que tiene sentido. En definitiva y en algunas ocasiones, hacemos lo que hacemos para no hacer otra cosa. Nos divertimos (o tratamos de) para no aburrirnos. Trabajamos, nos ganamos la vida para no perderla; vemos fútbol por no ver en la tele un reality show. Elegimos, generalmente, entre lo que nos ofrecen, cuando deberíamos elegir entre lo que nos importa.
Siempre he tirado para delante por inercia, por sentido común, por instinto y por no estarme quieto esperando. Me conozco poco, y lo poco que me conozco se lo debo a los demás. Nunca he aceptado las reglas del juego, pero siempre he jugado limpio, dentro de los límites que esas reglas delimitan. Las trampas se han reducido a las que yo mismo me he hecho. Pero cuando he jugado en mi propio campo, no he podido (ni he querido) ponerle puertas.
Sentirse padre es sentirse colmado, dueño de un futuro que no te corresponde, de un mañana que te trasciende. Sabes que la melodía que compones se ajusta a un compás con la que no será interpretada. Sentirte responsable, cuando lo piensas, de otras vidas es lo mejor y lo peor por lo que una persona puede pasar. A nuestra forma, todos defendemos la vida, pero no nos ponemos de acuerdo en qué significa. En los sustantivos coincidimos, pero al adjetivar se producen las diferencias, los gustos y los pareceres. Cuando el futuro se va materializando a una velocidad que ya notas día a día, no es que mires atrás, es que mirar hacia otro lado permite idealizar el presente. Acomodado ya en una vida con todos los gastos pagados, y debiendo lo mínimo, parece que mi creatividad se alimenta. Esconderte para que no te den es una postura aparentemente cobarde, pero sirve para sobrevivir. Aunque, a veces, por mucho que te escondas te llevas lo tuyo. Y eso es lo que proyectas en tus hijos, si los tienes. “Te van a dar más que a una estera, chaval o chavala”. Luego, lo que has de transmitir es capacidad para sobreponerse, eso y no vender un pegamento que no va a servir para mantenerte unido a la silla de montar.
Ahora, que ya no puedo retornar a los brazos de mi madre (el puente se ha roto), que la historia se culmina una vez más, los recuerdos ya no me sirven. Sólo hay presente. Un presente vasto y eterno. (¡Madre mía, lo que he influido en los demás!) . Lo de menos es estar equivocado, haber errado, lo que está de más es acertar. Y no acierto a encontrar las teclas que no desafinen. Bien es verdad que con frecuencia la canción suena a disco de oro.
La falta de ambición te reserva un camino monótono, sordo. La estridencia, el ritmo no funcionan cuando bailas solo. Recorrer las letras del breviario que has escrito sin proponértelo es recurrente, sirve, pero para escasos dos pasos; al tercero hay que inventar, forjar de nuevo el camino, una senda que nunca será tuya, porque únicamente se poseen los sueños.
A resultas de vivir se configura una imagen que, a duras penas, se semeja a la que tú pretendes. A resultas de vivir se construye una prisión en la que, unos por sobredosis y otros por inanición, todos nos suicidamos. Cumplir una promesa no tiene mérito, hacerla es lo que cuenta. El enunciado de todo problema contiene y esconde la respuesta. Así de rotundo, así de dogmático. Siempre puedes contestarte a una pregunta con otra, y así componer una cadena con la que fijarte a la inmovilidad. Deberíamos hacer más por nosotros mismos. En los dos sentidos. Acudir al vecino a por una pizca de sal debería ser un recurso, porque mejor que salar es condimentar. Al fin y a la postre, el guiso nos lo vamos a comer nosotros.
Está claro (?) que busco en estas líneas comprenderme, pero no menos quejarme de quien siempre me acompaña. A ti, abogado del diablo, te hablo. A ti que todo lo criticas. A ti, que eres capaz de lo peor y de lo mejor. A ti, que con tus limitaciones me limitas. A ti, que agazapado entre mis dudas siempre quieres tener razón. A ti, que roto en dos mitades irreconciliables, no me perdonas ni una; desde la barrera, o a toro pasado, se ve mejor la corrida.
He descubierto una nueva soledad. Aquella que sientes cuando te dejas caer. Siempre se está solo en la caída, por egoísmo propio o ajeno. Todos se apartan (o los apartas). Es como un efecto de vista. Parece que los demás suben, pero eres tú el que baja. Hay quien se aparta simplemente, quien huye despavorido y a quien tienes que empujar. Después todo vuelve a la normalidad. La caída se frena y el golpe parece acercar a quien se alejaba.
Escribir, bendita capacidad humana. Habríamos de escribirnos más cartas, y no digo unos a otros. Habríamos de hacernos más partícipes de nuestros propios asuntos. No somos solución a nadie. Sí lo somos a nosotros mismos (por eso somos prescindibles). En el otro sentido sí somos apoyo y obstáculo, además de indiferentes.
El tiempo, que creemos pasar, nunca se va. Se incrusta en nuestros poros, en nuestra voz, pergeñando planes. Deteriora articulaciones y engrasa la razón con enfoques inventados por su velocidad. Si no fuera porque no saca beneficio, el tiempo sería el parásito humano por excelencia. Y cuando la situación es de inmovilidad total, de apatía, donde solo cabe el llanto, somos conscientes de cómo se posa en nuestra piel, como embaraza nuestro útero creador. El tiempo es como un polvo que no rellena huecos, como el viento que esculpe vacíos y matices en el rostro de la Tierra. Convive y cohabita con su dueño en una ósmosis perfecta. Es inextricable, imposible de explicar, y, curiosamente, la variable que todo lo explica. Por el contrario, por mantenerse adherido a nuestro ser, es irrecuperable, es de lo poco que ni cuesta ni tiene precio, aunque le comparemos con el oro. Nunca habrá un El Dorado de tiempo, nunca habrá una América de donde traerlo, ni un albañal donde arrojarlo. Nuestro tiempo, como nuestros sueños, nos pertenece, pero, al contrario de éstos, es intransferible. Si acaso una unidad, un pequeño corpúsculo se congela, se pega al papel fotográfico para fijar el ayer, para oficializar el momento. Pero el tiempo no es una suma de unidades, no es una recta compuesta por infinitos puntos. El tiempo es una limitación de los sentidos, un margen de sensaciones que necesitan de él para que ocurran. Y hay muchos tiempos dispares: aquél, el nuestro, el mal o buen tiempo, los tiempos mejores, los tiempos en los que ocurrirán las mismas cosas, el pasado, el presente, el futuro, el tiempo de vivir, el de sentar la cabeza, el acumulado, la edad, etc. Sólo él hace cambiar. Somos meros espectadores de su silencio, de su continua llegada. El movimiento constante no se creará mientras no se domine el tiempo. Él es el carburante, la energía. Nada es tan sutil ni tan efectivo. El agua necesita tiempo, el aceite necesita tiempo, la creación necesitó de tiempo; unos dicen que siete días, otros opinan que miles de eones. Es tan silencioso y tangible como las arrugas de la piel. Sin él, la fuerza, la potencia, la velocidad, el calor o el frío tienen sentido (sólo aquello que perdura lo tiene). Ni siquiera Dios, porque la eternidad se me hace añicos entre las manos sin su presencia. ¿Será él el dios que todo lo ve, que todo lo puede? ¿Será la paciencia la mejor virtud o la mejor herramienta para tallarlo? Hasta en el lenguaje se disimula, se viste de siempre y de nunca, de ya llegará y de historia. Y siempre es presente. Tiene la capacidad de la omnipresencia, de la ubicuidad, de la estanqueidad y de la volatilidad. Es una veta inagotable. Es más, cuanto más sacas más queda por extraer. Es fuente inagotable que agota vidas, siglos, milenios, eones. Se lo traga todo, hasta nuestros errores. El poeta lo definió (interpreto) como el canto de los pájaros en el instante siguiente a nuestra muerte. Solo la inocencia parece detenerlo, por eso la ataca, la vence fungiendo de experiencia, de crecimiento físico y mental. Una vez que la agota sigue su curso como un río que nunca desembocará en un más allá, más allá que él mismo define para no dar explicaciones. Cualquier tiempo aboca en otro. Cualquier tiempo es inmortal. Por todo ello respeto mi tiempo.
lunes, 19 de noviembre de 2007
¡Hasta pronto!
Dicen que la distancia es el olvido. Pero también es el ... Para Sara
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Dicen que la distancia es el olvido. Pero también es el recuerdo. El vacío temporal que una persona deja es directamente proporcional al tiempo que hemos convivido con ella, con sus defectos, con sus manías, con su sonrisa, con su apoyo, … En la distancia el amor (si no es un capricho) crece, borra los errores, los malos momentos y enmarca con halo ideal lo buenamente compartido. Y, si es un hijo o una hija, mucho más. Que te vaya lindo, Sara, y que vuelvas pronto. Aquí te esperamos.
sábado, 17 de noviembre de 2007
De cuando Mendrugo no hizo la menor falta
A Mendrugo, las conversaciones que mantenía con aquel niño, que siempre sería analfabeto, le impresionaban.
..... Mohamed, que nacería huérfano de padre, perdería también a su madre a la edad de seis años. Ya de vuelta a La Meca fue tutelado dos años por su abuelo Abd al-Muttalib, y después de la muerte de éste, sería su tío Abu-Talib el que se hiciera cargo de él. Todos esos acontecimientos, como en cualquier otra vida, cambiarían el rumbo de la de Mohamed.
Mendrugo, a pesar del entorno hostil (vivir entre una tribu beduina no es nada fácil pero fortalecía el cuerpo y el espíritu), confiaba en que un día, ayudado por Halima, la aya de niño, conseguiría enseñarle a leer y a escribir. Pero el retiro durante los primeros meses de vida en el desierto fue sucedido por la larga convalecencia de su madre, y a pesar de ser criado en un entorno rico y acomodado, Mohamed nunca sentiría la más mínima necesidad de aprender a expresarse con la pluma, ni a entender aquello que aparecía escrito en la piedra o en el hueso.
..... En cambio, desarrolló un interés poco común por escuchar.
..... Sabido es que las gentes árabes gustan de las charlas en corrillo, de la comunicación oral. Cada y cuando que podía, el pequeño Mohamed se infiltraba entre los amigos y extranjeros, todos invitados, que llegaban a la casa familiar. Unas veces oculto y otras con el consentimiento de sus mayores, se pasaba tardes enteras escuchando lo que viajeros, comerciantes y vecinos hablaban con su abuelo o con su tío. Incluso después de acompañar a su madre durante trozos de mañanas, en vez de obedecer su orden de dejarla sola con familiares y allegados, gentes que venían a interesarse por su salud y a aliviar su enfermedad, se quedaba y escuchaba sus conversaciones tras la celosía que adornaba la habitación de su madre. Ella lo sabía, pero jamás le reprendió. Su velada presencia le hacía mejor que todas las visitas, pero la ley natural de la hospitalidad la obligaba a guardar las formas, y a agradecer con intimidad y buenas palabras la preocupación que leía en los ojos de quienes se acercaban a su lecho.
..... Mendrugo veía en los ojos del niño una luz especial, mirada que le recordaba la de otro crío, Isa, que había conocido en los Montes de Judea, durante la ocupación romana, y que tanto se parecían. Hasta el extremo que la única y gran diferencia entre uno y otro sería la que aportarían sus interpretadores, sus fieles seguidores.
Aquel brillo de sus oscuros ojos llegaría a convencer a Mendrugo, y le llevaría a aceptar la negativa final que Mohamed arguyó para alejarse de la escritura y de la lectura definitivamente.
..... —Mendrugo, si yo aprendiera esas artes, nunca se entendería el cambio que el mundo sufrirá.
..... En aquellas palabras Mendrugo entendió que, si bien el lenguaje escrito es un tesoro, no es una necesidad, ni un aval para que una persona pase por el mundo sin pena ni gloria.
..... —Otros escribirán la historia. Yo me limitaré a cambiarla.
..... —Sea pues, Mohamed. En mis competencias no cabe ni la prohibición ni la imposición. Mañana marcharé. No tiene sentido poner a tu disposición una biblioteca que jamás usarás. Y aunque el tiempo no me importa, el tuyo es precioso.
..... —Ve a lo tuyo, Mendrugo. Llegará el día en que yo deba ponerme a lo mío. Mientras tanto, que Dios nos ilumine.
..... Mohamed, que nacería huérfano de padre, perdería también a su madre a la edad de seis años. Ya de vuelta a La Meca fue tutelado dos años por su abuelo Abd al-Muttalib, y después de la muerte de éste, sería su tío Abu-Talib el que se hiciera cargo de él. Todos esos acontecimientos, como en cualquier otra vida, cambiarían el rumbo de la de Mohamed.
Mendrugo, a pesar del entorno hostil (vivir entre una tribu beduina no es nada fácil pero fortalecía el cuerpo y el espíritu), confiaba en que un día, ayudado por Halima, la aya de niño, conseguiría enseñarle a leer y a escribir. Pero el retiro durante los primeros meses de vida en el desierto fue sucedido por la larga convalecencia de su madre, y a pesar de ser criado en un entorno rico y acomodado, Mohamed nunca sentiría la más mínima necesidad de aprender a expresarse con la pluma, ni a entender aquello que aparecía escrito en la piedra o en el hueso.
..... En cambio, desarrolló un interés poco común por escuchar.
..... Sabido es que las gentes árabes gustan de las charlas en corrillo, de la comunicación oral. Cada y cuando que podía, el pequeño Mohamed se infiltraba entre los amigos y extranjeros, todos invitados, que llegaban a la casa familiar. Unas veces oculto y otras con el consentimiento de sus mayores, se pasaba tardes enteras escuchando lo que viajeros, comerciantes y vecinos hablaban con su abuelo o con su tío. Incluso después de acompañar a su madre durante trozos de mañanas, en vez de obedecer su orden de dejarla sola con familiares y allegados, gentes que venían a interesarse por su salud y a aliviar su enfermedad, se quedaba y escuchaba sus conversaciones tras la celosía que adornaba la habitación de su madre. Ella lo sabía, pero jamás le reprendió. Su velada presencia le hacía mejor que todas las visitas, pero la ley natural de la hospitalidad la obligaba a guardar las formas, y a agradecer con intimidad y buenas palabras la preocupación que leía en los ojos de quienes se acercaban a su lecho.
..... Mendrugo veía en los ojos del niño una luz especial, mirada que le recordaba la de otro crío, Isa, que había conocido en los Montes de Judea, durante la ocupación romana, y que tanto se parecían. Hasta el extremo que la única y gran diferencia entre uno y otro sería la que aportarían sus interpretadores, sus fieles seguidores.
Aquel brillo de sus oscuros ojos llegaría a convencer a Mendrugo, y le llevaría a aceptar la negativa final que Mohamed arguyó para alejarse de la escritura y de la lectura definitivamente.
..... —Mendrugo, si yo aprendiera esas artes, nunca se entendería el cambio que el mundo sufrirá.
..... En aquellas palabras Mendrugo entendió que, si bien el lenguaje escrito es un tesoro, no es una necesidad, ni un aval para que una persona pase por el mundo sin pena ni gloria.
..... —Otros escribirán la historia. Yo me limitaré a cambiarla.
..... —Sea pues, Mohamed. En mis competencias no cabe ni la prohibición ni la imposición. Mañana marcharé. No tiene sentido poner a tu disposición una biblioteca que jamás usarás. Y aunque el tiempo no me importa, el tuyo es precioso.
..... —Ve a lo tuyo, Mendrugo. Llegará el día en que yo deba ponerme a lo mío. Mientras tanto, que Dios nos ilumine.
..... —No quiero faltaros, ni a Él ni a ti, pero a mí ya me alumbra la luz de toda la inocencia, incluso la tuya. Pero, si tú lo deseas, nunca sobra un candil de más cuando las luces interiores se apagan.
viernes, 16 de noviembre de 2007
A quien le interese.
Ahora van los de Mundo Picho y dicen que Giuseppe ha muerto. Ya les he dicho que no me lo creo. Que no puede ser. Yo estoy en que se lo han cargado, que estaban hartos de él. Aunque es una incongruencia, porque recuerdo que los pichos tuvieron que intervenirle quirúrgicamente a vida o muerte. No lo entiendo. No puedo entender que un león, pequeño, pero león, sufra un accidente por el Magreb. En fin, que me he llevado un disgusto y les he puesto a bajar de un burro. Como dice un poeta que no he leído, y cuyo nombre engrosa mi largo trauma de olvidar como se llama hasta mi madre, soy un “pesimista feliz”. Que traducido por mí, y dentro del contexto de la entrevista que sí he leído, es como decir que lo veo negro, pero mantengo la esperanza no sé de qué. Bendito sea Giuseppe. Benditos sean todos los que me hacen soñar. Esta noche, cuando me reúna con la almohada, montaré un homenaje e intentaré soñar con ese simpático leoncito, que yo, en su momento, confundí con un osezno de peluche.
jueves, 15 de noviembre de 2007
El brujo
Cuando el hombre no terminaba de serlo y sólo se asomaba a su futura condición, el brujo ya existía. Dominaba el mundo de los muertos, de los vivos y de los sueños. Las cabezas de animales, cobrados y digeridos, de las que colgaban las pieles correspondientes, encimaban las suyas como signo de distinción y jerarquía. Hasta de cazar estaban rebajados.
..... Ogurdnem era uno de ellos. Y en un ritual, del que volvería por la sendas del silencio, congregó un futuro en el que su tribu tenía palabras para todo. En esa ocasión retornó de su trance con los sentidos anegados por el miedo. No transmitió nada. Nada interpretó. Nada dibujó. El respeto de sus congéneres le protegía, tanto como él celaba del fuego.
..... Esa noche, después de remedar el canto de los pájaros diurnos, para ahuyentar espíritus habituales de la oscuridad, en la penumbra de la gruta comunal y tapado con su ajada piel de oso, no durmió; fijó sus ojos en la gran fogata que tapaba la boca de la gran caverna. Y el fuego le habló. Aquello que las llamas le sugerían anestesió su descanso. Un millón de danzas bailaron las altas llamaradas; le susurraron un millón de suspiros. El crepitar de la leña, su chisporroteo, ponía el fondo musical a ese primitivo ballet. Jamás pudo comunicar a su tribu que la Tierra les engulliría, que de sus cenizas nacerían otras criaturas que anidarían en el umbral de los sueños reales, en la frontera que ellos nunca traspasarían. Pero Ogurdnem murió antes que el fuego evocador dijera su última palabra. Vislumbró, eso sí, el primer estadio de los que llegarían y reinarían: sólo niños y niñas danzando a ritmo de inocentes juegos.
..... Ogurdnem era uno de ellos. Y en un ritual, del que volvería por la sendas del silencio, congregó un futuro en el que su tribu tenía palabras para todo. En esa ocasión retornó de su trance con los sentidos anegados por el miedo. No transmitió nada. Nada interpretó. Nada dibujó. El respeto de sus congéneres le protegía, tanto como él celaba del fuego.
..... Esa noche, después de remedar el canto de los pájaros diurnos, para ahuyentar espíritus habituales de la oscuridad, en la penumbra de la gruta comunal y tapado con su ajada piel de oso, no durmió; fijó sus ojos en la gran fogata que tapaba la boca de la gran caverna. Y el fuego le habló. Aquello que las llamas le sugerían anestesió su descanso. Un millón de danzas bailaron las altas llamaradas; le susurraron un millón de suspiros. El crepitar de la leña, su chisporroteo, ponía el fondo musical a ese primitivo ballet. Jamás pudo comunicar a su tribu que la Tierra les engulliría, que de sus cenizas nacerían otras criaturas que anidarían en el umbral de los sueños reales, en la frontera que ellos nunca traspasarían. Pero Ogurdnem murió antes que el fuego evocador dijera su última palabra. Vislumbró, eso sí, el primer estadio de los que llegarían y reinarían: sólo niños y niñas danzando a ritmo de inocentes juegos.
..... Por eso aquel brujo murió feliz y en paz, acuclillado delante de la pira defensiva, en un vano intento de columbrar un futuro que no le correspondía. Envuelto en la piel de oso, yace desde entonces en la sima del ignoto y evocador pasado, cerca de la condición humana. Los eslabones no se pierden, ocurre que no se encuentran.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Las gafas de Mendrugo
El esfuerzo era notable. Cada vez que Mendrugo encaraba una tarea se encontraba con el mismo problema: la comunicación. Siempre habría un niño que le exigiese. Debía pasar del griego clásico al arameo, de éste al latín de Roma, luego al maltés y al hebreo y así sucesivamente. Conocer todos los idiomas era innato en Mendrugo, distinguirlos y separarlos era otra cosa. Con el árabe se liaba más que con otros, aunque la variedad de dialectos hablados en China era caso a parte. El batiburrillo que formaba con todos ellos era inextricable para el niño cantonés, al que podía suceder otro que hablara el mandarín y más tarde el hui.
..... Y fue allá por el siglo X de esta era que Mendrugo sintió la necesidad de ponérselo más fácil a los chiquillos. Lo de menos era el esfuerzo que él tenía que hacer, al final siempre terminaba por centrarse, pero hasta ese momento el diálogo sufría.
..... Un día, sentado en la orilla de un río, observó la noria de un molino. Cada cangilón, en su movimiento rotatorio, cogía el agua que le cabía, lo soltaba en la artificial acequia y volvía a por más. En ese trabajo circular y en equipo, el eje al que estaba fijada la gran rueda transmitía su movimiento a la piedra de moler. Como quiera que se distraía con un niño que hablaba el pínghuà, jugando con los colores de objetos translúcidos que había coleccionado para la ocasión, y como estaban en plena época de lluvias, las nubes comenzaron su goteo al otro lado del río. La tarde era calma, no había viento. El sol que, también les acompañaba y les daba en la espalda, quiso inmiscuirse en el juego, y por su tozudez y el manso caer de las uniformes gotas se formó el arco iris. Con él se dibujó la alegría en los rostros de los dos jugadores, y una idea en la cabeza de Mendrugo.
..... —Mira, Joaquin, si…
..... —No me llamo Hoaqin, me llamo Goqing, Mendrugo —dijo el niño con paciencia.
..... —Pues mira, Goquing, si observas el regenboog a través de este objeto violeta, ese color desaparece del arco.
..... —¿Regen qué?
..... —Regenboog —repitió Mendrugo siguiendo el brillante arco dibujado en el cielo con el dedo—. ¿No lo ves?
..... —Claro que lo veo, pero eso no es un regebook, es el arco iris.
..... —Eso, eso, el arco iris. Regenboog es una palabra neerlandesa, perdona.
..... —A ver… —Goqing miró a través del trozo de vidrio—. Es verdad. También haces desaparecer colores.
..... —No, no soy yo. El color del cristal por el que se mira matiza el objeto mirado. Solo es eso.
..... —¿Y dónde está el caldero?
..... —¿Qué caldero?
..... —El del oro que brilla.
..... —No, Goquing, eso es una bonita leyenda. El arco iris es la alegría del sol y el agua al jugar juntas. Es el guiño de la naturaleza que quiere que nosotros participemos. Sabes, los rayos del sol se meten en las gotas, las hacen cosquilla, y el agua los empuja y hace que se abran en un abanico de colores.
..... —¿Tú lo sabes todo?
..... —No. Yo sé lo que tú sabes y lo que saben todos los niños.
..... —Entonces, sabes poco.
..... —Mira tú, paso del conocimiento absoluto al desconocimiento total. ¿Qué te parece?
..... La conversación siguió, pero en la memoria de Mendrugo quedó almacenado un dato que no tenía nada que ver con el arco iris, regenboog, rainbow o cualquier palabra en cualquier idioma que define el juego del sol con la lluvia. Aunque, la verdad, algo sí tenía que ver, pues Mendrugo observó que mientras miraba por el trozo de cristal violeta, no se equivocaba de idioma.
..... Al día siguiente, con ese dato en la cabeza y como la forma y el tamaño del cristal se lo permitieron, se lo encajo en la cuenca de su ojo derecho (más de una vez se le caería) y notó que en la conversación con Goquing no se equivocó ni una sola vez. Así descubrió Mendrugo, que los cristales de colores no solo servían para modificar los objetos mirados, sino también para mejorar su capacidad de concentración en el idioma que debía hablar.
..... Con el tiempo conseguiría atesorar vidrios de todos los colores, catalogarlos y relacionarlos con un idioma. La ocupación le llevo siglos, pero Mendrugo ni lo notó. Y así, jugando un día en Italia con Leonardo, un niño florentino de Anchiano, muy despierto y avispado, éste le propuso construir una máquina que le facilitara la búsqueda del cristal a través de su referencia idiomática. También fue Leonardo quien le propuso montar los cristales sobre un armazón que se sujetaría en la nariz y en las orejas de Mendrugo. Y a ello se pusieron, y con ello se divirtieron. Y con ello acabó uno de los problemillas que Mendrugo siempre había tenido.
..... Y fue allá por el siglo X de esta era que Mendrugo sintió la necesidad de ponérselo más fácil a los chiquillos. Lo de menos era el esfuerzo que él tenía que hacer, al final siempre terminaba por centrarse, pero hasta ese momento el diálogo sufría.
..... Un día, sentado en la orilla de un río, observó la noria de un molino. Cada cangilón, en su movimiento rotatorio, cogía el agua que le cabía, lo soltaba en la artificial acequia y volvía a por más. En ese trabajo circular y en equipo, el eje al que estaba fijada la gran rueda transmitía su movimiento a la piedra de moler. Como quiera que se distraía con un niño que hablaba el pínghuà, jugando con los colores de objetos translúcidos que había coleccionado para la ocasión, y como estaban en plena época de lluvias, las nubes comenzaron su goteo al otro lado del río. La tarde era calma, no había viento. El sol que, también les acompañaba y les daba en la espalda, quiso inmiscuirse en el juego, y por su tozudez y el manso caer de las uniformes gotas se formó el arco iris. Con él se dibujó la alegría en los rostros de los dos jugadores, y una idea en la cabeza de Mendrugo.
..... —Mira, Joaquin, si…
..... —No me llamo Hoaqin, me llamo Goqing, Mendrugo —dijo el niño con paciencia.
..... —Pues mira, Goquing, si observas el regenboog a través de este objeto violeta, ese color desaparece del arco.
..... —¿Regen qué?
..... —Regenboog —repitió Mendrugo siguiendo el brillante arco dibujado en el cielo con el dedo—. ¿No lo ves?
..... —Claro que lo veo, pero eso no es un regebook, es el arco iris.
..... —Eso, eso, el arco iris. Regenboog es una palabra neerlandesa, perdona.
..... —A ver… —Goqing miró a través del trozo de vidrio—. Es verdad. También haces desaparecer colores.
..... —No, no soy yo. El color del cristal por el que se mira matiza el objeto mirado. Solo es eso.
..... —¿Y dónde está el caldero?
..... —¿Qué caldero?
..... —El del oro que brilla.
..... —No, Goquing, eso es una bonita leyenda. El arco iris es la alegría del sol y el agua al jugar juntas. Es el guiño de la naturaleza que quiere que nosotros participemos. Sabes, los rayos del sol se meten en las gotas, las hacen cosquilla, y el agua los empuja y hace que se abran en un abanico de colores.
..... —¿Tú lo sabes todo?
..... —No. Yo sé lo que tú sabes y lo que saben todos los niños.
..... —Entonces, sabes poco.
..... —Mira tú, paso del conocimiento absoluto al desconocimiento total. ¿Qué te parece?
..... La conversación siguió, pero en la memoria de Mendrugo quedó almacenado un dato que no tenía nada que ver con el arco iris, regenboog, rainbow o cualquier palabra en cualquier idioma que define el juego del sol con la lluvia. Aunque, la verdad, algo sí tenía que ver, pues Mendrugo observó que mientras miraba por el trozo de cristal violeta, no se equivocaba de idioma.
..... Al día siguiente, con ese dato en la cabeza y como la forma y el tamaño del cristal se lo permitieron, se lo encajo en la cuenca de su ojo derecho (más de una vez se le caería) y notó que en la conversación con Goquing no se equivocó ni una sola vez. Así descubrió Mendrugo, que los cristales de colores no solo servían para modificar los objetos mirados, sino también para mejorar su capacidad de concentración en el idioma que debía hablar.
..... Con el tiempo conseguiría atesorar vidrios de todos los colores, catalogarlos y relacionarlos con un idioma. La ocupación le llevo siglos, pero Mendrugo ni lo notó. Y así, jugando un día en Italia con Leonardo, un niño florentino de Anchiano, muy despierto y avispado, éste le propuso construir una máquina que le facilitara la búsqueda del cristal a través de su referencia idiomática. También fue Leonardo quien le propuso montar los cristales sobre un armazón que se sujetaría en la nariz y en las orejas de Mendrugo. Y a ello se pusieron, y con ello se divirtieron. Y con ello acabó uno de los problemillas que Mendrugo siempre había tenido.
martes, 13 de noviembre de 2007
Los símbolos también prescriben
Más tarde o más temprano tenía que ocurrir.
La confusión no deja de tener sentido, y más por la insistencia de la megafonía de las instituciones, de los medios de comunicación, de la propaganda monárquica y de los viajes institucionales.
Para una generación que pocas cosas ha tenido claras, el Che era una playa donde olvidar el capitalismo. Pero ni eso, va un joven y descalabra el símbolo, y si no, pulsar aquí y veréis de lo que hablo.
La jodimos, tía Manuela.
Nota:-No por esto, pero Mundo Picho no debería morir.
La confusión no deja de tener sentido, y más por la insistencia de la megafonía de las instituciones, de los medios de comunicación, de la propaganda monárquica y de los viajes institucionales.
Para una generación que pocas cosas ha tenido claras, el Che era una playa donde olvidar el capitalismo. Pero ni eso, va un joven y descalabra el símbolo, y si no, pulsar aquí y veréis de lo que hablo.
La jodimos, tía Manuela.
Nota:-No por esto, pero Mundo Picho no debería morir.
1808 y sin novedad
Mendrugo, al ver al soldado francés amartillar el mosquetón y echárselo al hombro, se interpuso entre el cañón y la garganta de Manuela. Era consciente de que no podía detener la bala. De que el plomo solo podría hacerle daño si llegaba al joven cuerpo de la quinceañera. Y fue lo que ocurrió. Lo último en caer al suelo fueron las tijeras que la moza enarbolaba en aras de su libertad. Los franceses ni le vieron. Ni durante el altercado inicial, ni cuando llegó el teniente y su pelotón. Manuela, mostoleña, daría su vida y su nombre a un barrio de Madrid. Mendrugo, desconsolado, con un miembro menos, recogería las tijeras del suelo, junto a su alegría, y seguiría camino por la calle de San Bernardo sin olvidar jamás lo aprendido y lo ilógico: que la libertad tiene un precio que a veces dan ganas de no pagar. Mil ochocientos ocho, y todo seguía igual.
Deseos
Hoy quiero cancelar mis hipotecas
con golpes en la mesa.
.
Hoy quiero ser soldado y feliz.
.
Hoy quiero cabalgar a Babieca,
blandir la Tizona
y conquistar Valencia.
.
Hoy quiero que las notas de mis hijos
suenen a matrícula de honor.
.
Hoy quiero que mi firma sea aval
y no tener que escuchar.
.
Hoy quiero que el tiempo se detenga
que ni pase ni intervenga,
que me deje sufrir en paz.
.
Hoy quiero no tener que fichar,
que la rutina se arruine,
que se suicide en un arrabal.
.
Hoy quiero joder a destajo
aunque sea al cabronazo
que me atiende en el bar.
.
Hoy quiero confundir lo sublime con lo vulgar
a Reverte con Borges, el trabajo con riqueza
y el amor con sexualidad.
.
Hoy quiero pasar de la ducha y olerme mal.
.
Hoy quiero ganar el mundial
con un gol de rabona
en el minuto final.
.
Hoy no quiero escribir más.
.
Hoy quiero ser normal.
con golpes en la mesa.
.
Hoy quiero ser soldado y feliz.
.
Hoy quiero cabalgar a Babieca,
blandir la Tizona
y conquistar Valencia.
.
Hoy quiero que las notas de mis hijos
suenen a matrícula de honor.
.
Hoy quiero que mi firma sea aval
y no tener que escuchar.
.
Hoy quiero que el tiempo se detenga
que ni pase ni intervenga,
que me deje sufrir en paz.
.
Hoy quiero no tener que fichar,
que la rutina se arruine,
que se suicide en un arrabal.
.
Hoy quiero joder a destajo
aunque sea al cabronazo
que me atiende en el bar.
.
Hoy quiero confundir lo sublime con lo vulgar
a Reverte con Borges, el trabajo con riqueza
y el amor con sexualidad.
.
Hoy quiero pasar de la ducha y olerme mal.
.
Hoy quiero ganar el mundial
con un gol de rabona
en el minuto final.
.
Hoy no quiero escribir más.
.
Hoy quiero ser normal.
domingo, 11 de noviembre de 2007
Sobre opiniones no hay nada escrito
Caricaruras bajadas de: homopoliticus.blogia.com/2007/julio.php (Hugo)
Caricaruras bajadas de: derechoopinion.wordpress.com (Jose Mari)
sábado, 10 de noviembre de 2007
Un origen (otros habrá)
Hace tres mil millones de años (¿tiene sentido esta cantidad?) que las aguas son.
....Mendrugo todavía no era.
....Mendrugo todavía no era.
....Ni Mendrugo, ni Cristo, ni primate que criar.
....La referencia no es más que para ubicarnos, para dejar claras dos cosas:
..........
......... 1º Que la vida en la Tierra debió de nacer por aquel tiempo
......... 2º Que la ciencia nunca prescindirá de la imaginación (por-
......... que en el fondo, ¿cuántos son tres mil millones de años si
......... de los mares conocemos lo. mismo .que .de la .infancia. de
.. ...... Cervantes?).
de la
... Pues eso, que al estar hoy aquí, me parece que todos venimos del mismo origen, más que les pese a algunos cuya mentalidad ha evolucionado poco desde entonces. Y no es broma, que, por desgracia, muchas mujeres y muchos niños lo sufren en su diaria condena.
viernes, 9 de noviembre de 2007
La iglesia de Entrevías y la otra
Nunca pensé que cambiar de nombre a un objeto pudiera solucionar un problema. Y si, en su momento (6-4-2007) critiqué, además de otras, la postura que tomó la Iglesia respecto a la iglesia de Entrevías, hoy he de felicitar a quien, dejando a un lado aquello que desune, ha encontrado una solución para mantenerse juntos. Es difícil que en un encontronazo de intereses ganen todas las partes. En este caso ha ocurrido. Felicidades a todos.
......
Nota:- Para quien no lo sepa la parroquia citada se llama ahora centro pastoral, así lo ha debido de decidor el obispo o arzobispo; y hasta su coletilla me parece bien ("Pero respetad la liturgia, por favor) porque cada uno debe ser fiel a sus creencias. No se trata de convencer a nadie, sino de andar juntos.
......
Nota:- Para quien no lo sepa la parroquia citada se llama ahora centro pastoral, así lo ha debido de decidor el obispo o arzobispo; y hasta su coletilla me parece bien ("Pero respetad la liturgia, por favor) porque cada uno debe ser fiel a sus creencias. No se trata de convencer a nadie, sino de andar juntos.
jueves, 8 de noviembre de 2007
¡Hay que ver como semos!
—Dichosos aquéllos que dieron su vida por la Cruz. Santos los hará la Iglesia y dichosos serán al llegar a presencia del Altísimo.
.......... Esto decía un cura, allá por los cuarenta del siglo pasado.
.......... Y estotro contestaba un muchacho que no levantaba diez palmos del suelo.
.......... —Pues ocasiones ha perdido usted para que le vistan de santo y otras tantas para visitar al Padre.
.......... A resultas de aquello, el que así había hablado, ya con otros diez palmos más, no encontraría fecha libre en la iglesia de su pueblo para formalizar sus ganas de hembra.
.......... —Pues ocasiones ha perdido usted para que le vistan de santo y otras tantas para visitar al Padre.
.......... A resultas de aquello, el que así había hablado, ya con otros diez palmos más, no encontraría fecha libre en la iglesia de su pueblo para formalizar sus ganas de hembra.
martes, 6 de noviembre de 2007
Curioso origen el de las guerras
Me enteré la primavera pasada (siempre hay una) por la televisión (doble alegría) que las causas de las guerras, referidas a intereses comerciales o económicos, son menos que aquellas otras que se corresponden con el modo de agrupar y clasificar prójimos, y que sólo los humanos usamos. Eso, al menos, han deducido ciertos científicos. Y no es que me crea todo lo que oigo (no soy tan ingenuo); mas, siendo considerable el tiempo que he tenido para pensar en ello, llego a la conclusión de que hay mucha verdad en esa información. Lo traigo a colación pues va llegándome la hora (ya está bien) de arrancarme tópicos y sacudirme eslóganes ambidiestros. Nunca es tarde para aprender, ni para ensanchar miras. Hoy, mejor aseado de conciencia, me noto un poquito más libre y más ágil para observar lo que me rodea. Sea para bien y para seguir pensando, porque como Borges escribió, pensar es olvidar diferencias.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Un recuerdo
Hoy me llega, como una brisa triste, un recuerdo fresco.
..........Se ha quedado conmigo unos instantes, los suficientes para romper mi rutina.
..........Tuve un amigo que murió (los del barrió dijeron que de leucemia).
..........He perdido su nombre entre los cuarenta años que le sobrevivo. Acaso Rubén, pero da igual, porque mi barrio tampoco existe. Se mantiene en mi mundo por las mismas razones que el supuesto Rubén. Él fue de tez morena, pelo excesivamente negro. Fue vecino de Olavide, yo lo fui de Chamberí, y en la calle Trafalgar nos conocimos. Yo bajaba por Manuel Cortina, cruzaba Luchana, andaba la calle Garcilaso y llegaba a mi destino por su calle, Alburquerque. Aquel pastor alemán…, aquella ferretería que hacia esquina…, aquel no mirar para cruzar, aquel portal atragantado de escaleras y humedad… Huía de la placita (plaza de Chamberí), donde me hice niño, por eso mismo, por serlo y por no querer serlo. Hoy, que aún lo soy, quisiera entender las ausencias como antes, quizás porque el presente tiene menos futuro. Rubén se fue y en aquel tiempo no dejó un hueco entre nosotros. Otros lo llenaron. Los niños no recuerdan, no tienen qué.
..........Se ha quedado conmigo unos instantes, los suficientes para romper mi rutina.
..........Tuve un amigo que murió (los del barrió dijeron que de leucemia).
..........He perdido su nombre entre los cuarenta años que le sobrevivo. Acaso Rubén, pero da igual, porque mi barrio tampoco existe. Se mantiene en mi mundo por las mismas razones que el supuesto Rubén. Él fue de tez morena, pelo excesivamente negro. Fue vecino de Olavide, yo lo fui de Chamberí, y en la calle Trafalgar nos conocimos. Yo bajaba por Manuel Cortina, cruzaba Luchana, andaba la calle Garcilaso y llegaba a mi destino por su calle, Alburquerque. Aquel pastor alemán…, aquella ferretería que hacia esquina…, aquel no mirar para cruzar, aquel portal atragantado de escaleras y humedad… Huía de la placita (plaza de Chamberí), donde me hice niño, por eso mismo, por serlo y por no querer serlo. Hoy, que aún lo soy, quisiera entender las ausencias como antes, quizás porque el presente tiene menos futuro. Rubén se fue y en aquel tiempo no dejó un hueco entre nosotros. Otros lo llenaron. Los niños no recuerdan, no tienen qué.
domingo, 4 de noviembre de 2007
El charco real
Cuando un hombre se mete en un charco, se moja. Cuando lo hace un rey salpica a todos los que le rodean.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Uno de los partos de la escritura
—Pero, Señor, algo habrá que inventar para comunicar a quien no os oye aquello que deseáis.
..........—Basta ya, Mendrugo. ¡Basta! ¿No tenéis bastante ya con haber promovido que los niños no trabajen en los campos y no asistan a los sacrificios ante el dios Osergorp? Mi paciencia tiene un límite.
..........—Tan solo escuchadme un momento más. Se trata de perpetuar vuestras palabras.
..........—Que os encarguéis de mis hijos no os avala para intervenir en otros asuntos.
..........—Pero, pensad en ello, Majestad. Que los hijos de vuestros hijos conozcan de primera mano vuestros mandatos, vuestras leyes. Que vuestra palabra os sobreviva…
..........—Mis edictos, y los de mis ancestros, serán voceados siempre como hasta ahora. En las plazas, en los zocos, en los foros.
..........—Pero así nadie que no esté presente podrá enterarse, ni contestaros. Señor, las ideas se pierden…
..........—¡Mis órdenes no las protesta nadie, Mendrugo! Con respecto a que no se enteren, dudo que alguien no se lo cuente a alguien. Más les vale… Y referente a las ideas, pocas son las que merecen la pena.
..........—Habrá algún pensamiento merecedor de la eternidad, aunque sea vuestro.
..........—Menos ironías o vuestra vieja cabeza rodará por las escaleras del Templo a Sotanàt.
..........—Me refería a proponeros, a rogaros. ¿Cuál de vuestros súbditos puede acercarse a vuestra Majestad? ¿Cuántos pueden alabaros?
..........—¿Eso es lo que pretendéis ahora? Lisonjearme para que ceda. La más vil artimaña del hombre necio y frágil.
..........—No es eso, Señor.
..........—Pues lo parece. Y también me parece mentira oír ese tipo de halagos en vuestra boca. No os he dado motivos.
..........—Ni yo os los he quitado, Majestad.
Aquella conversación, que terminó sin que el rey Rodatcid cediera ante la petición de Mendrugo, no llevó, en principio, a nada. Mas, por avatares del destino, sería la semilla que germinaría en una orden por señas para que la antigua petición de inventar un lenguaje, que no fuera hablado, llegara a buen término. Pocas de las cuestiones más importantes para la especie humana se basan en un hecho científico y planeado. Y así, en aquella región, cuyos habitantes reinaban en un basto mundo (en la Edad Indeterminada los mundos eran muchos), nacería el lenguaje escrito. Rudimentario, pero escrito.
..........Reuniéronse los sabios de la corte del rey, y trasmitidas las órdenes reales a través del propio Mendrugo, único súbdito que su Majestad soportaba después de haber perdido el habla, se pusieron a buscar una solución. No era cuestión de que el rey interpretara por gestos sus deseos, y menos los referidos a asuntos de estado. Quedaba Mendrugo en un rincón de aquella sala donde cada sabio, cada consejero intentaba gritar más para mejor hacer oír sus necedades.
..........Siendo la época seca, cada cierto tiempo los siervos de palacio humedecían el suelo con agua. Lo hacían con dos grandes odres unidos por un palo que cargaban en su cerviz. Los pellejos, con agujeros en el fondo, rozaban la tierra del piso, y dejaban caer, sin salpicar a los presentes, el agua que mataba el polvo. Entre los que hoy llamaríamos regadores había un joven bajito, tan feo como el dios Oinomed (dios de las tinieblas). Cualquiera que le viera regar y refrescar el suelo hubiera pensado que había nacido para ello. Una joroba adornaba su espalda, y el travesaño donde descansaba el peso del agua, se encajaba en ella, de tal suerte que no necesitaba usar las manos para manejar el artilugio en cuestión. También se le tenía por loco inofensivo (no todos lo son), pues, sin que hubiera celebración, ni música ni motivo aparentes, siempre parecía bailar.
..........Mendrugo intentaba centrarse en la discusión, discusiones realmente, que se desarrollaba ante él. Pero era incapaz. Al poco de empezar la gritería se aislaba de la trifulca acudiendo a sus pensamientos: «Debía haber una forma sencilla». Menos simplona que la última oída antes de ensimismarse: “Meteremos la voz en una tinaja y la sellaremos con barro”. A lo que otro contestó que una vez abierta se perdería su contenido, y otro recordó que el rey ya no hablaba. La gritada idea del sabio Oicen quedaba por tanto desestimada, y lo que era peor para él, era tomada por una estupidez.
..........
..........—Basta ya, Mendrugo. ¡Basta! ¿No tenéis bastante ya con haber promovido que los niños no trabajen en los campos y no asistan a los sacrificios ante el dios Osergorp? Mi paciencia tiene un límite.
..........—Tan solo escuchadme un momento más. Se trata de perpetuar vuestras palabras.
..........—Que os encarguéis de mis hijos no os avala para intervenir en otros asuntos.
..........—Pero, pensad en ello, Majestad. Que los hijos de vuestros hijos conozcan de primera mano vuestros mandatos, vuestras leyes. Que vuestra palabra os sobreviva…
..........—Mis edictos, y los de mis ancestros, serán voceados siempre como hasta ahora. En las plazas, en los zocos, en los foros.
..........—Pero así nadie que no esté presente podrá enterarse, ni contestaros. Señor, las ideas se pierden…
..........—¡Mis órdenes no las protesta nadie, Mendrugo! Con respecto a que no se enteren, dudo que alguien no se lo cuente a alguien. Más les vale… Y referente a las ideas, pocas son las que merecen la pena.
..........—Habrá algún pensamiento merecedor de la eternidad, aunque sea vuestro.
..........—Menos ironías o vuestra vieja cabeza rodará por las escaleras del Templo a Sotanàt.
..........—Me refería a proponeros, a rogaros. ¿Cuál de vuestros súbditos puede acercarse a vuestra Majestad? ¿Cuántos pueden alabaros?
..........—¿Eso es lo que pretendéis ahora? Lisonjearme para que ceda. La más vil artimaña del hombre necio y frágil.
..........—No es eso, Señor.
..........—Pues lo parece. Y también me parece mentira oír ese tipo de halagos en vuestra boca. No os he dado motivos.
..........—Ni yo os los he quitado, Majestad.
Aquella conversación, que terminó sin que el rey Rodatcid cediera ante la petición de Mendrugo, no llevó, en principio, a nada. Mas, por avatares del destino, sería la semilla que germinaría en una orden por señas para que la antigua petición de inventar un lenguaje, que no fuera hablado, llegara a buen término. Pocas de las cuestiones más importantes para la especie humana se basan en un hecho científico y planeado. Y así, en aquella región, cuyos habitantes reinaban en un basto mundo (en la Edad Indeterminada los mundos eran muchos), nacería el lenguaje escrito. Rudimentario, pero escrito.
..........Reuniéronse los sabios de la corte del rey, y trasmitidas las órdenes reales a través del propio Mendrugo, único súbdito que su Majestad soportaba después de haber perdido el habla, se pusieron a buscar una solución. No era cuestión de que el rey interpretara por gestos sus deseos, y menos los referidos a asuntos de estado. Quedaba Mendrugo en un rincón de aquella sala donde cada sabio, cada consejero intentaba gritar más para mejor hacer oír sus necedades.
..........Siendo la época seca, cada cierto tiempo los siervos de palacio humedecían el suelo con agua. Lo hacían con dos grandes odres unidos por un palo que cargaban en su cerviz. Los pellejos, con agujeros en el fondo, rozaban la tierra del piso, y dejaban caer, sin salpicar a los presentes, el agua que mataba el polvo. Entre los que hoy llamaríamos regadores había un joven bajito, tan feo como el dios Oinomed (dios de las tinieblas). Cualquiera que le viera regar y refrescar el suelo hubiera pensado que había nacido para ello. Una joroba adornaba su espalda, y el travesaño donde descansaba el peso del agua, se encajaba en ella, de tal suerte que no necesitaba usar las manos para manejar el artilugio en cuestión. También se le tenía por loco inofensivo (no todos lo son), pues, sin que hubiera celebración, ni música ni motivo aparentes, siempre parecía bailar.
..........Mendrugo intentaba centrarse en la discusión, discusiones realmente, que se desarrollaba ante él. Pero era incapaz. Al poco de empezar la gritería se aislaba de la trifulca acudiendo a sus pensamientos: «Debía haber una forma sencilla». Menos simplona que la última oída antes de ensimismarse: “Meteremos la voz en una tinaja y la sellaremos con barro”. A lo que otro contestó que una vez abierta se perdería su contenido, y otro recordó que el rey ya no hablaba. La gritada idea del sabio Oicen quedaba por tanto desestimada, y lo que era peor para él, era tomada por una estupidez.
..........
Todos los elementos hasta ahora citados confluirían una tarde en la que el problema de la mudez del rey Rodatcid no quedaría resuelta, pero sí mitigada. Y fue tal que otra tarde, de las más calurosas que se recordaban, Mendrugo, obligado por el rey a asistir a esos conciliábulos y así informarle, tomó asiento en su rincón. Y fue tal, que las vacías peroratas se iniciaron. Y fue tal, que los aguadores entraron por primera vez. Era la onomástica del joven jorobado, y por ello andaba más alegre que de costumbre, con lo que su natural baile llegó a danza voluntaria. Para no salpicar a los presentes giraba sin acercarse a los voceadores sabios, sobre el espacio que Mendrugo mantenía con el resto de los hombres, porque en aquella época las mujeres sabias no se llevaban. Las filigranas que el agua dibujaba en el suelo seco, llamaron la atención del regador, cuyos ojos, lejos de ser usados para mantener el equilibrio y la concentración en su trabajo, quedaron prendidos en aquellos dibujos húmedos. Así, en un giro ya descompasado y anárquico venció el peso de su carga, y joven, odres y agua acabaron alcanzado a Mendrugo.
..........—Pero chico, ¿qué haces? —fue la respuesta de Mendrugo ante la imprevista avalancha de humedad y humanidad.
..........Después de rehacerse y pedir disculpas, Oripap, que así se llamaba el deforme joven, explicó a Mendrugo que estaba mirando la tierra que regaba.
..........—¿Y por qué?
..........—Hoy hace varios años que mi madre me parió, y estoy contento. Y mi alegría se dibuja en la tierra seca.
..........Mendrugo quedó satisfecho con la contestación y las disculpas que prosiguieron. Excusas que no terminó de oír porque en su cabeza también se dibujó una pregunta, enunciado que en sí mismo, y como casi siempre, era una respuesta: «Si la alegría se puede dibujar, la palabra también».
Y todo fue porque a Mendrugo, un día que hablaba con un amigo del niño príncipe que ocupaba en aquel tiempo ancestral el suyo, se le ocurrió decir que a su padre y a su abuela se les habían acabado los cuentos, que ya no recordaban ninguno nuevo. En algunos casos, la tradición oral tiene sus limitaciones, la escrita jamás.
..........—Pero chico, ¿qué haces? —fue la respuesta de Mendrugo ante la imprevista avalancha de humedad y humanidad.
..........Después de rehacerse y pedir disculpas, Oripap, que así se llamaba el deforme joven, explicó a Mendrugo que estaba mirando la tierra que regaba.
..........—¿Y por qué?
..........—Hoy hace varios años que mi madre me parió, y estoy contento. Y mi alegría se dibuja en la tierra seca.
..........Mendrugo quedó satisfecho con la contestación y las disculpas que prosiguieron. Excusas que no terminó de oír porque en su cabeza también se dibujó una pregunta, enunciado que en sí mismo, y como casi siempre, era una respuesta: «Si la alegría se puede dibujar, la palabra también».
Y todo fue porque a Mendrugo, un día que hablaba con un amigo del niño príncipe que ocupaba en aquel tiempo ancestral el suyo, se le ocurrió decir que a su padre y a su abuela se les habían acabado los cuentos, que ya no recordaban ninguno nuevo. En algunos casos, la tradición oral tiene sus limitaciones, la escrita jamás.
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