miércoles, 31 de octubre de 2007

Mendrugo y la caza

Hace mucho tiempo del nuestro Mendrugo se encontraba en el continente africano. Y otro tanto que compartía con sus moradores sentimientos y trabajos. Allí, en la sabana y como él decía, todo era difícil salvo el convivir. Ningún niño ni niña del poblado sabía leer ni escribir. De hecho, ninguno de estos dos conceptos era conocido todavía. Eran los principios y él no conseguía aportar nada que no fuera ilusión. Mas Mendrugo era capaz de aprender, sobre todo de los demás. Y dotado, como lo estaba, de millones de curiosidades y del doble de piernas sabía y podía andar más que nadie. Y así participó, por primera vez como perseguidor, de una partida de caza. Los enjutos hombres de tez morena así lo decidieron. Y salieron a buscar alimento, carne. Y después de una jornada y media encontraron rastros de un antílope, pisadas que uno de los indígenas interpretó como los de un macho grande.
Fijado el objetivo, comenzó la persecución.
Un kilómetro sucedía a otro. La distancia en aquellas latitudes no se mide en kilómetros ni en millas, se evalúa en cansancio. En este caso Mendrugo lo tenía aprendido. Los niños son quienes lo aprenden todo, igual que los animales. Igual que el antílope que iba por delante. La cacería había empezado con la luz del sol, y ésta ya se estaba agotando. Mendrugo se acercaba al límite de su resistencia física. Sus músculos, endurecidos por el continuo esfuerzo y por el tremendo calor, se quejaban a través del dolor. A él le tocaba correr tras la pieza elegida, terminar de agotarla. Y lo hizo, hasta la extenuación. El tremendo calor convertía el elástico tejido en tiras de cuero reseco. El ambiente fijaba clavos en las articulaciones de las rodillas. Y el agua de los cuernos, que portaba en la mochila que ya no pesaba, se había evaporado a través de los poros de su múltiple cuerpo. Pero delante estaba el alimento, la posibilidad de comer un día más. Y de la misma forma lo vivía el antílope.
A lo largo de la jornada habían perdido su pista en más de una ocasión. Tantas como la habían encontrado. Unas veces por suerte, otras por conocimiento y las más por intuición. Pero todas debidas a la paciencia del que sabe esperar y buscar. Gracias al agua que contuvieron las astas, ahora vacías, sus condiciones físicas eran precariamente mejores que las de su presa. Ella no había tenido ocasión de hidratarse. Él sí, sus perseguidores sí; por dentro y por fuera. Y por ello se iba a cumplir el rito de la caza lejos de un deporte que las armas desnivelan. El suyo, el de estos hombres, era un acto de supervivencia, un encuentro limpio entre un ser vivo y otro en condiciones de igualdad, una lucha por la vida que acabaría en muerte.
Al llegar a la cima de una desnuda colina Mendrugo lo ve. El antílope se ha rendido. Derrengado y tendido sobre sus patas el animal le mira y reconoce a su cazador. Los ojos turbios, la voluntad quebrada, la boca reseca de espumosa saliva. El hilo que le sujeta a la vida se tensa según Mendrugo se acerca. Y ello le acerca más al animal. Mendrugo piensa en la vida que se escapa allí delante, vuelve la cabeza y lo hace en quien le secunda. Y decide. Decide por la vida de sus iguales. La muerte debe engendrar vida, como siempre fue, y que no siempre será.
Mendrugo se llega hasta la bestia.
Se arrodilla.
Ya no hay prisa ni esfuerzo que hacer.
El dolor, la fatiga y la sed nada importan ya. Ni a uno ni a otro. Solo importa la vida del animal que se rinde, de ese animal al que Mendrugo abraza. Y llora. Y agradece su muerte. Reconoce su lucha, la propia y la ajena están en el mismo plano. Los motivos son los mismos, equiparables, homogéneos. De ahí que la armonía no se rompa, que la naturaleza no se encabrite. Lo que Mendrugo siente en sus manos y en sus pechos, al contacto con los estertores de la muerte ajena, se acopla a sus millones de ritmos cardiacos.
Tras un tiempo que no pasa ya no es necesaria la lanza, solo el cuchillo para desollar. Aquella piel vestirá cuerpos desnudos en la época de lluvias. Y llegan los compañeros de partida. Entonan cantos de alabanza. Cantan al antílope, a lo que su muerte les ofrece. Dan gracias a la Tierra. Dan gracias al animal. Y dan gracias a la vida que Mendrugo les ofrece en el cáliz de sus manos. Y todos participan del corazón de su presa, del tuétano de la vida.

martes, 30 de octubre de 2007

lunes, 29 de octubre de 2007

Mapas geo-económicos




Uno más que otros

Andamos todos (unos más que otros) preocupados por lo que se avecina, después de lo que nosotros mismos (unos más que otros) hemos echado encima a la Tierra. Quien más quien menos (unos más que otros) comenta y apunta noticias y datos sobre el calentamiento global y sus efectos. Dentro de esos comentarios se cuelan intereses privados (unos más que otros) de toda índole: “Ya lo decían los abuelos rurales (unos más que otros) de los sesenta” : “Con la mierda que respiramos (unos más que otros) terminaremos todos mutando” : “Yo es que, quiero ser presidente (dos más que otros)” : … Y a resultas de estas advertencias (unas más que otras) se otorgan premios importantes (unos más que otros). Si otros hubieran ganado en las faldas de los montes sudamericanos, seguro que hubiéramos visto otra injusticia e incongruencia: cómo recibía el Nobel de la Paz el idolatrado (más por unos que por otros) Che Guevara. Vivir del cuento (unos más que otros) no implica que dicho cuento lo sea; se puede vivir a costa de la verdad (unos más que otros) y no resultar ético; se puede vivir de contarla por unos miles de euros (unos más que otros) y resultar rentable. Lo que no se puede hacer es vivir del cuento y usar la verdad para montarse en el dólar. Pensamos (unos más que otros) y llegamos a conclusiones distintas, como por ejemplo, que el tiempo que hará el dos de marzo de dos mil quinientos veintitrés nos la trae al fresco (a unos más que a otros). Acaso porque los unos no tengan un primo científico. Algo resulta sospechoso y María no se ha dado cuenta.

jueves, 25 de octubre de 2007

martes, 23 de octubre de 2007

Las leyes también pueden sufrir Alzheimer


Del nacionalismo

Nunca he sido seguidor de Els Joglars, y por consiguiente de Albert Boadella. Estos días es noticia por haberse hecho con el premio Espasa de ensayo de este año. Y posteriormente por hacer efectiva la primera parte del título de su premiado libro (Adiós Cataluña. Crónica de Amor y de Guerra). Deduce Boadella, de los medio vacíos cosechados en las salas catalanas donde ponía en escena sus obras, que existe un boicot político contra su actividad profesional, indiferencia impuesta y secundada por sus compatriotas. En este sentido se preguntaba cómo era posible llenar en Madrid y dejar a medias los patios de butacas catalanes.
Lo fácil sería opinar en base al refranero: Nadie es profeta en su tierra. Simplón y, además, mentira, porque sobrados ejemplos de lo contrario hay. No puede ser tan porro lo que le ha tocado vivir al “bueno” de Albert. Bueno, no en el sentido de tonto, sino de buscador de libertad; sobre todo de libertad de expresión. Por esto y por lo anterior, me identifico con él. Pienso que a pocos políticos les agrada ver su verdad publicada y cuestionada. Y más si quien les critica les entiende.
Hoy estoy triste. Un catalán no se siente libre en Cataluña. Yo, que vivo en Madrid, que aquí he nacido, que por mis venas corre el cincuenta por ciento de sangre catalana, y que no tengo ningún sentimiento (ni necesidad) nacionalista, me siento libre para, al menos, decir lo que pienso, lo que siento. No me noto rechazado por ello, por no ser nacionalista. Claro, que es porque mi opinión no es considerada. Eché de menos en su momento no sentirme de ningún sitio. Hoy, después de lo que me ha llegado y me llega, concluyo que el sentimiento nacionalista (en el sentido de patrioterismo) resta más que suma. Obliga a ocuparse contra los que comparten esa exacerbada identidad, que, por otro lado, encona sus sentimientos y deforma sus derechos. Otra cosa es el idioma, las costumbres, el amor a la tierra donde tus hijos comen o donde vimos la luz. En este caso, el idioma catalán debe ser defendido mientras un solo hombre lo hable, de la misma forma que el kazajo o el tagalo. Esto me lo ha ido transmitiendo uno de los catalanes más notorios que conozco: Serrat. Él y lo que yo he pensado solito. De aquí en adelante, nadie, repito, nadie va a poder alejarme de los catalanes, ni aquellos mismos payeses que no quieran acercarse a mí por haber nacido en Madrid. Ya me he tragado el tema suficiente tiempo. El mismo que hoy reconozco haber estado equivocado, distorsionado por prejuicios tontos y fabricados. ¡Visca Catalunya! ¡Viva Madrid! Y otro viva para todo aquel que abandone un prejuicio creado por intereses que no responden a la libertad. Lo siento Albert , de verdad que lo siento, pero esta vez te ha tocado a ti. Todo nacionalismo está al mismo nivel, y sentirse orgulloso de haber nacido en un lugar determinado, al no ser un acto voluntario, no debería ser considerado como una característica diferenciadora, individualidad que ataca la única cuestión importante en cuanto a identidad y señas: que todos, todos, tenemos el derecho de ser y sentirnos libres.


Nota:- Al final, el vencido termina imitando al vencedor.

viernes, 19 de octubre de 2007

A (des)propósito del petróleo

Londres reclama un millón de kilómetros de aguas antárticas
La zona es potencialmente rica en petróleo
(EL PAÍS, 18-X-2007, pág. 8, INTERNACIONAL)
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¡Viva Schwarzenegger!

Hay sociedades que, sufriendo la violencia en su seno día a día, no sólo la aceptan como cotidiana y se protegen con las mismas armas que la generan, sino que, además, hacen de ella negocio nacional, y la exportan envuelta en celuloide, contenida en cintas de video o incrustada en el PIB (¿A qué policía salmantino se le pasaría por la cabeza, como primera opción, que el asesino de una niña de dos años fuera su propio padre? ¿Qué director de colegio turolense llegaría a la conclusión, tras confiscar una navaja a un alumno, de que iba a producirse una matanza en su instituto? ¿Qué adolescente lucense tiene miedo de ir a una hamburguesería por si aparece un tarado y se lía a tiros?). De tal guisa, aquellos otros ciudadanos orgullosos de apropiarse del nombre de todo un continente (WE ♥ AMERICA), y que comparten con tantos americanos (¡como si los guatemaltecos no lo fueran!), nos trocan por euros y dignidad las imágenes de una justicia en la que un jurado público protagonista de la serie de turno o del telefilme de moda, hombres y mujeres que son blanco de coacciones y artimañas opuestas a la justicia, debate por obligación llevar a la muerte a un delincuente (que suele ser de raza negra) que, si bien merece algo más que morir, pertenece también al elenco de actores de un circo mediático en el que un solo error en una condena a muerte justifica su abolición. Más les valiera corregir errores que venderlos, y recordar que lo único que en esta humana comedia no tiene solución es la muerte. La propia o la ajena, que aunque no nos dé igual, al fin y al cabo es lo mismo. Y que también vale para el supuesto asesino como para la víctima real.

martes, 16 de octubre de 2007

Pues eso

.......................................................................Para Belén

Cuando escribo lo que se me ocurre, sobre todo como parte de un todo, lo hago para y por mí. No tengo, no siento la necesidad de ser escuchado. Por el contrario, cuando me planteo que mis tonterías van a quedar al descubierto en la Red, esa necesidad aparece como un monstruo arrogante. Y tú dirás: ¿A qué viene esto? Pues viene a que todos necesitamos, en muchos momentos, sentirnos escuchados para sentirnos bien. Quizá me haya dado cuenta a tiempo de esta simpleza, para muchos evidente. Evidencia que, al no ser yo político, no tendrá trascendencia alguna para la mayoría de los mortales. Pero mejor así, no quiero tanta responsabilidad.

lunes, 15 de octubre de 2007

Autocrítica


Imagen (retocada) bajada de www.monografias.com

Sobre la homosexualidad no compartida

Todos aquellos que nos queremos somos homoxeuales.

sábado, 13 de octubre de 2007

Un apunte en la vida de Mendrugo

A las siete de la tarde la luz del sol ya declinaba. Prácticamente la mitad de las noticias que al día siguiente llenarían las páginas de los diarios ya se habían producido. La que nos ocupa no aparecería. Su carácter particular e íntimo no se prestaba a ello. Para ser noticia, la nueva ha de mover al interés general de quien la conoce, o al particular de quien la divulga.
...........Mendrugo, ya convertido en diccionario de experiencias, disfrutaba de la lluvia caída, tanto como de los rayos del sol que a última hora había decidido salir a pasear como él. Saltaba de un charco a otro como si de una carrera de ranas se tratase. La cuesta abajo permitía ahorrar fuerzas y ganar distancia en cada salto.
...........—¡Hombre! Tú por aquí —escuchó a su izquierda el saltarín.
...........—¡Hola! —respondió Mendrugo a aquel saludo salido de una campana de bronce.
...........—¿Dónde vas?
...........—En esto de los saltos la dirección es lo de menos.
...........Mendrugo miró a su alrededor y una vez ubicado explicó:
...........—No pensaba llegarme por aquí… Ni por ningún sitio, la verdad. Pero, ¿qué tal vosotros?
...........—Bien. Por aquí el tiempo no pasa —contestó la voz cavernosa y metálica—. Solamente los hombres repitiendo una y mil veces los acontecimientos que ya otros compartieron. A ti te veo como antaño.
...........—Por la misma razón. Por mí el tiempo no corre, solo está. Me ocurre igual que a vosotros. ¿Y tu compañero cómo sigue? —se interesó Mendrugo por el otro león.
...........—Igual de triste y callado que en mil ochocientos sesenta y cinco. Sigue sin entender el cambio que el hombre produjo en nosotros.
...........—Pues ya debería haberse acostumbrado, ¿no? —opinó Mendrugo.
...........—Recuerda lo del tiempo… Y además, ver deambular a la gente no le distrae. Y eso que le ha tocado mejor vista que a mí.
...........—Tienes razón. En estos atardeceres Neptuno se alía con los cárdenos y los ocres y viste la plaza de Canovas de grana y oro. Como hoy. Lástima que no puedas torcer el cuello.
...........—No digo que no. Pero aún así, a él lo que le gustaba era eso de lanzar proyectiles en África. Eso fue lo que me dijo en una de las pocas ocasiones en las que ha hablado.
...........—Pues, si esa era su misión y su gusto, mejor que no abra mucho la boca.
...........—Lo de la bola tampoco le agrada —continuó el león de más peso—. Dijo en su momento que era mejor lanzarla que sujetarla con el pie. A mí me da igual, mientras no se me escape y le caiga a alguien en la cabeza, me doy por satisfecho. Aunque si pudieran hacer algo para que viera al oso y al madroño, lo agradecería. Porque siguen en la puerta del Sol, ¿no?
...........—La verdad es que he debido pasar a su lado, de allí vengo, pero no me he fijado. Si tú no me hubieras hablado, tampoco te hubiera visto.
...........—Es que, cuando llega la noche es lo peor —volvió a la queja el león charlatán—. A mí sí me gusta ver a la gente. Pero por la noche no se ve un alma.
...........—Eso, creo yo, es cuestión de cómo se mira. Otro día, si me acuerdo y ando por esta zona, te traigo una de mis gafas. Las que llevo puestas me son necesarias para entender a la gente de por aquí. Pero si quieres, me quedo contigo y pasamos la noche juntos. No creo que a Secundina la importe.
...........—Eso se lo dirás a todas…
...........—No entiendo —puntualizó Mendrugo.
...........—Déjalo, es una broma tonta. Una forma de hablar que he oído por aquí más de una vez. Pero, por mí te puedes quedar. Recibimos muchas visitas; incluso de los que como tú no dan la mínima importancia al tiempo. Pero pocos nos hablan y menos nos escuchan…
...........—A mí no es que el tiempo no me importe, es simplemente que está ahí, que flota como las luces que se apagan y encienden.
...........—Dichosos vosotros que os pensáis inmortales.
...........Al final, Mendrugo no pasaría la noche con los leones, sino con su amiga Secundina. Otra pareja, ésta de uniforme y armada, le informó que allí no se podía estar. No adujeron motivos. Y menos cuando oyeron despedirse a Mendrugo de la estatua. Aquella noche, como casi todas, los leones que adornan la fachada del Congreso de los Diputados la pasarían en soledad. Para Mendrugo, por el contrario, la noche no sería ni larga ni corta. Sabiéndose acompañado de todos y cada uno de los inmortales humanos, aquellos para cuya realidad la eternidad se encierra en un partido de fútbol con los amigos, la noche sería el preludio de una nueva mañana; y como quiera que era sábado, sin cole.
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martes, 9 de octubre de 2007

La web 2.0

He leído en la revista MUY INTERESANTE (nº 317, pág. 26) que Andrew Keen, uno de los pioneros de la Red, opina que “los blogs de aficionados harán desaparecer la verdad” (¡Hostias, tú!). Y aún llega más lejos con sus juicios al “afirmar que la Web 2.0 se está cargando la cultura y que las opiniones de niñatos de 14 años pueden sustituir la sabiduría de un profesor”.
..........Pues yo, señor pionero Keen, creo que con la proliferación de opiniones, en blogs o no, no se atenta contra algo tan importante y tan subjetivo como la verdad, patrimonio de la humanidad y no de unos pocos. Creo que los periodistas, incluidos los cultos, que los hay aunque no abundan, no corren peligro de extinción como la verdad que tanto se esfuerzan en disimular con el fin de crear opinión política o de intereses desconocidos, aunque intuidos.
..........Creo que es más verdad la mentira (la ilusión, la fantasía) de los críos incultos de 14 años que la manipulación de unos maduros (?) titulados; profesionales de la comunicación vendidos, no en todos los casos, a los poderes por necesidades económicas y de supervivencia, menesteres que cualquiera de los adolescentes quinceañeros, blogeros o no, todavía no posee por lo general.
..........Creo que la vuelta de los expertos, saturados de perjuicios y dependencias, traería el dogma. Y para dogmas ya tenemos los de las iglesias.
..........Creo que si no tenemos en cuenta las opiniones de los niños, de los jovencitos y de los ancianos (¿por qué no?), unos incultos y otros no tanto, estamos cometiendo un error del tamaño de un autoBÚSh.
..........Creo, estoy seguro porque lo he sufrido, que no todos los profesores merecen el rango de maestros. Yo he conocido, y conozco, muchos profesores y pocos maestros.
..........Señor Keen, no volvamos a los tiempos en los que el conocimiento, y por tanto la posibilidad de escribir y de opinar, estaba reservada a unos cuantos; pocos, que a su vez, filtrados por otros menos, censuraban las opiniones de la mayoría. La cuestión, con respecto a esos incipientes adolescentes, es tratar de ampliarles el continente, y no llenárselo con los mandamientos de quienes, casi siempre, no son capaces de ofrecer una verdad (noticia) objetiva.
..........Y se lo dice quien no tiene 14 años, es blogero en mayor o menor medida, no es profesor ni maestro erudito, ni periodista en almoneda ni en título, pero que siente, escucha, lee y piensa, además de respetar su opinión sin compartirla. Buen futuro tengan usted, los chavales y la Red.

sábado, 6 de octubre de 2007

Basureros de indignidades

Hay quien sale por la noche a divertirse, a cenar en buena compañía, a tomar una copa por conocer un nuevo ambiente, incluso saltándose normas o recomendaciones. Pero los hay que se lo toman profesionalmente y van a pillar. Mas, lo que pillan, aparte de cortas o largas tajadas, son trozos de infidelidades, cachos de miserias que otros van dejando por donde ellos husmean sin protección nasal. Incluso saben cuando el famoso (o famosete) de turno les cita de largo, a voluntad interesada. Da igual, entran en el juego. Intentan meternos a todos en él. Usan de amistades, de favores. Se vanaglorian de conocer y de callar aquello que insinúan. Incluso inventan historias de hijas perdidas para ganar galones ante sus propios compañeros. Comentan en mal español, y a gritos, aquello que les parece la opinión más válida: la suya. Suponen a raíz de una noticia, afirman a partir de un suponer y enraízan la duda en quien está deseoso de conocer lo que no le incumbe. Son los cuervos de los divorcios, los enterradores de famas, los locutores de los entierros, los notarios del adulterio, los registradores de pecados, los jueces de la justicia, las hienas nocturnas del asfalto, los forenses de cantantes, los voceadores de la indignidad ajena, son los profesionales de la mentira que fotografían. Son los basureros de indignidades que suspiran por ir recogiendo y escogiendo los trapos sucios de los que critican por indignos. Quieran o no les huele el aliento a lo mismo que a los otros. Esos otros a los que despellejan. Con el tiempo y por andar entre vertederos y vertidos, han desarrollado el olfato, pero solo en un sentido. Allí donde huele a podrido, allí dirigen sus narices y nuestros ojos. No crean opinión, la destruyen. Dicen defender la verdad, el derecho a informar y lo hacen anteponiendo el supuesto a cualquier hecho que comentan, a cualquier sustantivo que usan contra el que atacan. Y lo hacen porque el supuesto sujeto se lo ha buscado al vender su intimidad. Y eso no es digno, no señor. Vender una exclusiva es indigno. ¿Y pagar por ella? No, pagar por ella no, porque ellos se deben a nosotros, velan por nuestro derecho a estar informados. Gracias a todos vosotros por no dejar que todo lo notorio que se pudre acabe olvidado en un muladar.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La corona y el burka

Corre por ahí una leyenda urbana afirmando que el rey Juan Carlos al ver a uno de sus invitados beberse el cuenco de agua con una rodaja de limón, que en las mesas finas se pone a cada comensal para su aseo y eliminación del olor a marisco que se come sin cubiertos, también se bebió el suyo. Así intentaba no dejar en mal lugar al regalado. Si ello fuera cierto, mañana o cualquier día próximo debería mandar a alguna de sus nietas con burka al cole o a la guardería. Más que nada por seguir siendo consecuente. Si la corona avala la democracia para todos los españoles, estoy seguro que no todos somos católicos como él y sus antepasados, aunque no compartan sangre. Él nos fue impuesto por un dictador; luego, fue refrendado por algunos españoles, la mayoría. De lo que podemos deducir que esa mayoría, en este sentido, tenía los mismos gustos que el Paquito guerrillero. Menos mal que yo voté NO. Y aún no me arrepiento, porque si el 22F él estuvo donde tenía que estar, que era su obligación (que para eso le pagamos), nosotros nos echamos a la calle con dos cojones, sin un sueldo fijo y pagando impuestos. Y como apostilla decir que un día mi hija me dijo que quería estudiar para reina Sofía. Si lo llego a saber le hubiera dicho que estudiara periodismo. Hasta hoy no he podido explicarle porqué no puede opositar a ese oficio viviendo en un país democrático. Espero que algún día lo entienda, como tantas otras cosas que soy incapaz de explicarme yo mismo, tal que un reino parlamentario no es un estado democrático en el que ninguna real familia tiene privilegio alguno.

martes, 2 de octubre de 2007