Andamos todos (unos más que otros) preocupados por lo que se avecina, después de lo que nosotros mismos (unos más que otros) hemos echado encima a la Tierra. Quien más quien menos (unos más que otros) comenta y apunta noticias y datos sobre el calentamiento global y sus efectos. Dentro de esos comentarios se cuelan intereses privados (unos más que otros) de toda índole: “Ya lo decían los abuelos rurales (unos más que otros) de los sesenta” : “Con la mierda que respiramos (unos más que otros) terminaremos todos mutando” : “Yo es que, quiero ser presidente (dos más que otros)” : … Y a resultas de estas advertencias (unas más que otras) se otorgan premios importantes (unos más que otros). Si otros hubieran ganado en las faldas de los montes sudamericanos, seguro que hubiéramos visto otra injusticia e incongruencia: cómo recibía el Nobel de la Paz el idolatrado (más por unos que por otros) Che Guevara. Vivir del cuento (unos más que otros) no implica que dicho cuento lo sea; se puede vivir a costa de la verdad (unos más que otros) y no resultar ético; se puede vivir de contarla por unos miles de euros (unos más que otros) y resultar rentable. Lo que no se puede hacer es vivir del cuento y usar la verdad para montarse en el dólar. Pensamos (unos más que otros) y llegamos a conclusiones distintas, como por ejemplo, que el tiempo que hará el dos de marzo de dos mil quinientos veintitrés nos la trae al fresco (a unos más que a otros). Acaso porque los unos no tengan un primo científico. Algo resulta sospechoso y María no se ha dado cuenta.
lunes, 29 de octubre de 2007
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