Las distancias, que antes solo se usaban para medir espacios, pasaron a medir también tiempos más cotidianamente, acaso por los perjuicios que nos trae el concurrente uso de vehículos familiares. Otros, cantores y poetas ellos, lo usaron como medida de olvido, sin saber que estaban más en la zona tangible que en la intangible. Malas son todas, y peores aquéllas que se miden en puntas de enojo, ya que esas distancias pocas veces se acortan, y hablo, por supuesto, de quien no recibe justicia o restitución por daño ajeno. ¿Será que la distancia que conlleva el poder inhabilita de lo cotidiano y común a quien lo ejerce? Será. ¿Llegará un día en que cualquier candidato deba cumplir curso de diecinueve días y quinientas noches con otras tantas familias para presentarse a unas elecciones? No, no llegará. La distancia siempre deberemos cubrirla los de siempre, los de a pie.
jueves, 2 de agosto de 2007
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