Mendrugo habría de apodarme

Me ha costado, pero ya lo entiendo: La chispa de la vida no es otra cosa que la pro-vitamina Z12 que nos asegura todo, todo, todo, y que nos tiende un puente hacia la jubilación (que pronto será una quimera). Que hacer fresh banking ayuda a otro organismo a engordar con la fibra y los oligoelementos con los que, a quienes gustan de conducir, combaten los siete signos del envejecimiento. Que no hacer nada por las gárgolas medievales nos permite disfrutar a pares de un solo coche que recomiendan nueve de cada diez dentistas españoles. Que cuatro megas de velocidad en la red no son tantos, porque si regalas abrazos, por cada mil, consigues gratis una descarga para el teléfono móvil, que es lo único que te hace libre cuando llega la primavera en los invernaderos de la moda.
Y lo hago público por si alguien no lo tiene tan claro como el caldo envasado según la receta de todas nuestras abuelas. Tan claro como que los fabricantes de cerveza recomiendan el consumo responsable y moderado, para que el responsable seas tú, aunque no tengas dieciocho años. Tan claro que si pides o exiges silencio hay que hacerlo en idioma japonés. Tan claro como que si tu vida sexual va bien (¡los hay con suerte!) tu necesidad de vivienda no tiene la menor importancia, el caso es joder bien, porque el control te lo da un preservativo o las cosas que tiene mi novio, que con un bang lo soluciona todo, por eso tiene tele, que es como tener la tienda en casa.
Y así, ya sé a quien votar: a los que pregonan el cambio para que todo siga igual, porque, ¿qué pasaría, si no pasara nada? Como siempre, en la pregunta está la respuesta: Nada. Aunque, conociéndolos, que pase nada es que pase todo.

Repasando lo escrito me doy cuenta que ya no soy carne de publicidad ni de propaganda, pero sigo sufriéndola como cualquier hijo de mercado, heredero de aquel amigo de un negrito del África tropical que ya ni canta, ni cultiva; ¿A ónde andará que no se le oye?