¿Por qué no se instaurará en el Parlamento el día del espectador? No se trataría de entrar en tal hemiciclo para disfrutar de una tarde de circo a precio módico, no. Sería con el fin de que nos vayan dando voz, que con voto poco hacemos ya, y en las manis ya no se aclara uno, y menos el que las ve en los telediarios. Correría el turno ante las cámaras de La2 y todos nos oiríamos. Porque, puestos a decir gilipolleces ante un micrófono, yo el primer, ¿por qué nos excluyen? Yo también quiero hacer el ridículo y crispar a mi vecino, ¡qué narices! Hoy, si me tocara a mí, me preguntaría en voz alta sobre el motivo de no entendernos ante el hecho terrorista. Más que nada porque he llegado a una conclusión que no me gusta nada, y de la que no me siento orgulloso. Paréceme a mí que las víctimas importan poco (las víctimas más que los familiares, que también) y menos las presuntas. Parece tan solo importar quién empezó la pelea política: “fuiste tú el primero”, “no, tonto, que yo estaba de vacas”; parecen infantes de colegio de elite despegados de la realidad en una disputa por quién inició algo de lo que ya ni se acuerdan; y peor aún, matrimonio en trámite de divorcio que usa de hijos para dañar la otra parte, y así dejan al más débil sin circo y sin asideras donde asirse.
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