Anteayer fallé a mi hija. En nada vital, pero la fallé. Me llamó porque se había encontrado un gato herido y no acudí. Después, durante todo el día y más, he andado contrariado, enfadado conmigo mismo. La mala conciencia..., por el gato y por el fallo. Por criticar lo que también llevo dentro. Aun así, prefiero tener conciencia, y aquí la descargo.
Perdona gato, perdona Jerusalem.
Gracias, conciencia.
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1 comentario:
ya pero...¿y del gato que fue?
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