lunes, 19 de febrero de 2007
Los delfines y Adolf Hitler
Ni los hombres son tan malos, ni los animales tan buenos. La naturaleza se equivoca tanto como ambos. Mírese a los delfines, ahora nos cuentan que matan a sus bebés. ¡Quien lo hubiera pensado viéndoles saltar en el delfinario! Y que conste que me siguen cayendo puta madre; igual que los hombres, por más que se imiten unos a otros. Eso sí, hablo del hombre, no como especie, sino como grupo sexuado, al igual que del delfín. Madre es difícil encontrar que viendo lo que ha traído a la vida, mientras crece o ya crecido, le aparte de la misma, y le mande a cenar con Cristo, aunque no tenga qué darle una noche tras otra. Aunque, abrigando dudas sobre el aborto y no siendo partidario de penas de muerte, algunas debieron hacerlo. Con Cristo, con Buda o con Alá, que para el caso es lo mismo. Vaya dilema se le hubiera presentado a Klara Pölz si hubiera sabido dónde iba a llegar su retoño; sobre todo después de verle llorar tras una paliza de herr Hitler, que en realidad debería haber llevado el apellido Schikelgruber, como su madre soltera. Vamos, que en términos vulgares y de la moral de la época, tanto padre como hijo fueron unos hijos de puta, sin que sus madres o abuelas lo fueran. Y lo del apellido se refiere a lo retorcidos que ambos salieron. Y vaya dilema que tengo yo ahora con los defines machos. ¡Joder!, a veces conocer no hace tan feliz como creía.
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